lunes, 31 de diciembre de 2007

Un final inesperado

Contaba con el arma más poderosa de seducción: se sabía lindo. Estaba conciente de ello y así actuaba cada vez que se relacionaba con alguna fémina, con la altanería de quienes, saben, tienen todas las de ganar, porque son lindos.
Mauro era así, aunque lo negaba. Caminábamos por las calles de Mina Clavero, por citar un ejemplo, y él se separaba del resto, para que todo el mundo vea su belleza. Íbamos a cualquier boliche y se paraba en los balcones, o bien cerca del baño de mujeres. Sólo le bastaba con que lo mirasen y lo demás era apenas un trámite. No necesitaba ser simpático, culto o interesante, tenía a su belleza como punta de lanza.
Pero la belleza no siempre es la mejor aliada.

El Galpón era el lugar de moda en aquél entonces. Se trataba precisamente de un galpón bastante humilde pero con el decorado, las luces y los relaciones públicas correctos. Sólo con eso le bastó para ser la discoteca de moda durante un verano en Carlos Paz. Mauro estaba esa noche con sus amigos, en plena cacería. A diferencia del resto, Mauro encaraba estas situaciones con el aplomo de quien sabe que tiene el as de espadas en su mazo. Mientras los otros correteaban a las mujeres con toda clase de historias, ciertas o no, y mohines, Mauro tomaba una cerveza junto a la barra y observaba. Observaba a quién le mostraría su bella cara, razón suficiente como para pasar una noche placentera. En otras palabras, buscaba a la ganadora de un premio que él estaba convencido que poseía.
Y la encontró, pero en este caso no era una, sino que varias.
Por un momento, la rutina de la noche se vio interrumpida por una decena de mujeres, tan bellas como exaltadas, que ingresaron prácticamente corriendo a la pista principal para bailar sin ningún tipo de urbanidad, como si nadie hubiese allí dentro. Estaban disfrazadas y, se notaba, habían consumido cantidades siderales de alcohol.
Todos los hombres comunes vieron a las mujeres y comprendieron rápidamente que se trataba de una despedida de soltera, razón por la cual no era muy aconsejable acercarse a ellas directamente porque, se sabe, lo más factible es que uno termine siendo el hazmerreír de la fiesta. Lo mejor era atacar por los flancos, eligiendo bien algún objetivo y centrándose en él. Hablarle disimuladamente para alejarla de ese núcleo de excitación compartida con el fin de acrecentar las chances de obtener la gracia divina, es decir, sexo.
Pero, claro, ese es un razonamiento para cualquier terrícola, mas no para Mauro, quien se acercó decidido por el centro de la jauría y comenzó a menearse como regalando su cuerpo a tantas mujeres. Ellas, agradecidas por contar tan fácilmente con semejante espécimen, lo rodearon y comenzaron a tocarlo y besarlo como si se tratase de una copa mundial. Mauro, sabiendo que no sólo sus amigos lo miraban boquiabiertos por aquél triunfo inédito, se regocijaba en su éxito y se entregaba de cuerpo y alma a ese momento mágico.

Poco después, las chicas se cansaron de la adoración y pretendían pasar a otra instancia. Más intima, por así decirlo. Pensaban ir a otro boliche y llevarse a Mauro como si fuese algo para comer en el camino. Mauro, claro está, después de contarle a todos sus amigos del ofrecimiento, para que se mueran de envidia, aceptó gustoso el convite.
Ya en el automóvil, la adoración y el manoseo de las exaltadas chicas se hicieron un poco más intensos. Mauro creía que estaba viviendo un sueño. ¿A quién no le gustaría tener a tantas chicas para uno solo, y sin pagar un centavo?, se preguntaba.

El recorrido no duró mucho, pues Molino Rojo, la próxima parada, estaba a poca distancia del Galpón. Sin embargo, para Mauro fueron los mejores 15 minutos de su vida, y estaba decidido a prolongarlo todo el tiempo que pueda.
Pero las chicas tenían otros planes. Primero, trataron de dejar a su dulce bombón en la calle, pues ya estaban hartas de él, pero no pudieron debido a su tenaz resistencia. Mauro estaba decidido a llevarse por lo menos a una de esas chicas a la cama. De hecho, si era un premio, ¿por qué no irse con la que se casaba? ¿Qué mejor forma de terminar una despedida de soltera?, pensaba con su amor propio por las nubes.
Así fue como logró acompañarlas hasta el boliche, ya la tercera parada de las chicas, convencido de que en unos minutos ya estaría a las puertas de una nueva conquista.
Sin embargo, Molino Rojo es grande, y apenas ingresaron nuestro héroe perdió de vista a las chicas, quienes tal como le dijeron minutos antes, querían continuar la fiesta en soledad.
En vano las buscó Mauro, pues parecía que se las había tragado la tierra. Buscó, revolvió, preguntó, se distrajo con otras chicas en el camino, pero nada. Entonces, cabizbajo, entendió que al fin y al cabo los sueños, sueños son y decidió regresar a Córdoba.
Pero el regreso no sería sencillo, pues no tenía dinero y sus amigos ya se habían ido, o al menos eso imaginaba ya que en ese entonces no había telefonía celular. Lo primero que hizo, por las dudas, fue regresar al Galpón, que estaba ubicado precisamente en la ruta que va hacia Córdoba. Mas ya no había nadie, pues era demasiado tarde. Entonces, se paró a la vera del camino y comenzó a hacer dedo, ya en un gesto de absoluta desesperación. Afortunadamente, un Fiat Fiorino se detuvo para llevarlo. Era un hombre muy amable que, según dijo, tenía que ir a Córdoba a trabajar.
Si bien la noche no había culminado como se lo imaginaba, Mauro sintió que la suerte volvía a sonreírle; ya estaba de regreso a casa, y sin gastar un centavo.
Pero no todo es lo que parece. A los pocos metros, el conductor de la Fiorino le confesó que no iba a Córdoba, sino que frenó porque Mauro le parecía muy lindo y tenía toda la intención de intimar con él. Nuestro héroe, gentilmente, le dio las “gracias, pero no”, se bajó de la camioneta bajo cualquier pretexto y se olvidó de hacer dedo, por el momento.
Pasada las ocho de la mañana seguía en Carlos Paz, como si esa ciudad no le permitiese salir. Como si fuese un ente pensante que maneja a los seres humanos a su antojo, para que Mauro se quede allí por siempre.
Desesperado, comenzó a caminar hasta llegar a Keops, la discoteca más importante de la villa, que se encuentra en el ingreso a la autopista que une a Carlos Paz con Córdoba. Era su última oportunidad, pues normalmente a ese lugar iba mucha gente de la ciudad.
Se acercó a la salida, en donde había un verdadero mar de personas que se debatían entre el sueño y el exceso de alcohol, y entre el deseo de regresar a casa o continuar con la juerga. Utilizó sus últimas fuerzas para echar un vistazo, y afortunadamente divisó a un conocido del trabajo. Sin perder el tiempo, se acercó hacia él y le rogó que lo llevase a Córdoba. Su camarada asintió sin inconvenientes y, por fin, la noche de Mauro se terminaba.
Mientras regresaba a su casa, confortablemente sentado en ese auto último modelo, pensaba: ¡Pobres chicas! Se perdieron de pasar una noche conmigo…

Lamentablemente, no todos aprenden la lección.

martes, 18 de diciembre de 2007

La borrachera más justa

El cumpleaños de Camilo estaba terminando en Molino Rojo. En realidad, para él había terminado hacía un rato, pues celebró la llegada de sus 17 años con una borrachera soberana.
Y se la merecía, como merecía que nosotros, sus amigos, lo cuidásemos, porque siempre se había encargado de protegernos, con un gesto paternal notable. Él era quien nos sacaba de apuros, nos defendía contra los grandotes, nos hacía entrar a los boliches o nos cargaba cuando era necesario.
Esta vez, era su turno, y estaba absolutamente descontrolado. Su borrachera valió por todas las otras. Era imposible contenerlo. Orinó en la barra mientras pedía un trago, se quiso pelear con todos los guardias, pretendía hacerle el amor a su novia en los reservados del boliche, se cayó cuantas veces pudo y, lo que aquí nos trae, casi la engaña, a ella, la mujer de su vida.

La situación de Camilo era extraña, ya a los 17 años. Primero, porque era el único que tenía la tranquilidad de haber encontrado a la mujer de su vida a tan temprana edad, y también porque, de todos los amigos que tuve por aquellos tiempos, que fueron muchos, sólo Camilo fue fiel a su amada, acaso porque estaba conciente de que era lo más importante de su vida.
Sin embargo, hasta el más perfecto de los príncipes tiene sus momentos de debilidad por algunas piernas incorrectas. A quién no le ha pasado.
Pero lo de Camilo fue distinto a lo normal, y hasta lógico.

Con mis amigos, siempre fuimos de mantener las rutinas, que cuando se repiten muchas veces algunos las llaman tradiciones. En el caso de Molino Rojo, hacíamos lo mismo todos los sábados. Nos juntábamos después de cenar, tomábamos el colectivo nunca después de las 11 de la noche, para llegar a Carlos Paz antes de las 12. Despuntábamos el vicio un rato en City Game y buscábamos a Dady para que nos dé los descuentos.
Luego, regresábamos un rato más a City Game y cerca de la 1 de la madrugada emprendíamos el recorrido a Molino Rojo con el fin de llegar apenas terminaba el matinée. Es que nos gustaba entrar al boliche cuando estaba prácticamente vacío y escoger el lugar de siempre, en el balconcito que estaba frente a la pista más pequeña, delante de los nueve televisores en los cuales pasaban los video clips de moda.
Y, claro, parte del ritual de ingreso era salir corriendo hacia la barra para cambiar la consumición por algún trago. Esos tragos horribles que uno toma en su adolescencia: nafta súper, séptimo regimiento dulce o seco, piña colada con cuantas cosas nos imaginemos, etcétera. Y como frutilla del postre, el balde, que no era otra cosa que un montón de bebidas alcohólicas de escasa calidad rebajadas con durazno o granadina. En resumen, un espanto. Pero nosotros lo tomábamos. Con gusto y, especialmente, con velocidad, así nos emborrachábamos más rápido.
Pero, esa noche, Camilo estaba particularmente excitado. Es como si, antes de salir, hubiese planeado dejar de ser perfecto por un rato y comportarse como el peor de todos. Y lo hizo, pues apenas empezó la noche ya estaba completamente borracho, con devolución de brebajes por vía oral (vómitos) incluidos.

Pasaba la noche y Camilo estaba en su salsa, absolutamente excitado, pasado de vueltas, diría. Corría, quería pelear con todo el mundo y pretendía sobrepasarse con su novia, pero siempre, de alguna extraña manera, frenaba sus instintos justo antes de cometer el pecado.
Hasta que apareció Mariela.
Mariela era una chica de escasa belleza que debido a un par de deslices se había ganado el injusto mote de chica fácil. A causa de ello, tenía que renegar continuamente con adolescentes tapados hasta los ojos de hormonas que pretendían hallar en ella el favor que todos buscamos en la vida, especialmente a esa edad: sexo.
Sin embargo, ella no era así, aunque debía cargar con ello.
Camilo, como todos nosotros, estaba al tanto de la fama de Mariela y apenas la divisó se abalanzó sobre ella, pero con el aparente fin de entablar una charla amistosa. Y ella le creyó, pues Camilo era el hombre más caballeroso del mundo. Nadie imaginaba que podría pretender siquiera sobrepasarse con una dama.
Nadie lo imaginaba hasta esa noche.
Con los ojos salidos de su órbita, Camilo comenzó a buscar un acercamiento físico con Mariela, que no veía con malos ojos aparearse con quien en esos días era el galán del barrio. Pasaban los minutos y el espacio entre los dos se esfumaba como el aire entre las manos. Ambos ya podían sentir la respiración del otro, mientras el sexo de Camilo crecía y crecía. En ese momento, el deseo podía palparse hasta con las manos.
Pero el problema era que Ella, la mujer de su vida, estaba apenas a unos metros de distancia y en cualquier momento podía divisarlo en esa actitud pecaminosa. Afortunadamente, su escasa visión le impedía observar aquella lamentable escena, pues no salió con sus anteojos, pero era cuestión de minutos que decidiera salir a buscarlo y encontrarse con él.

Mucha gente tiene una concepción errónea de las amistades de un adolescente. Como si el grupo al cual pertenece un joven fuera necesariamente la razón de su perdición, o sus errores. Mas en algunos casos esa influencia puede ser positiva, al punto de salvar la pareja más perfecta del universo. Porque nosotros, sus amigos, fuimos más rápidos que Ella y divisamos a Camilo a punto de cometer el error de su vida. Rápidamente, bajamos las escaleras de Molino Rojo y nos abalanzamos sobre él para cortar la conversación con Mariela. Sin explicaciones, pusimos cualquier excusa y nos lo llevamos de los pelos, pues aún los tenía.
Ya en sí, aunque en apariencia, Camilo entró en razón y regresó a los brazos de su novia. Y ella lo cobijó mientras él sufría las consecuencias de la borrachera más justa de la historia.

Y aún lo cobija.

lunes, 10 de diciembre de 2007

El principio del principio

La siesta de abril de 2007 me encuentra sentado ante la computadora con el firme propósito de comenzar el humilde relato de un viaje que para mí, con 29 años, ocho meses y 20 días, fue el mejor de mi vida.
La historia comienza hace exactamente cuatro meses, cuando uno de mis mejores amigos me dio dos opciones, que serían los destinos a seguir durante las vacaciones que se avecinaban: Río de Janeiro o Cuzco. Ambas asomaban interesantes, pero la posibilidad de conocer la cuna de la historia latinoamericana y mi inconveniente ante la exposición solar, por el blanco extremo de mi piel, me terminaron por decidir. Perú era el destino.
Poco después comenzó el camino de la diagramación del viaje, que al menos para mí incluía conocer más de aquél maravilloso lugar. En otras palabras, desburrarme un poco. Y lo logré, porque descubrí que la zona no se limitaba a Cuzco y el Machupicchu, sino que era mucho más extensa, más rica, más interesante.
Entre discusiones, posibilidades y el sabio manejo de Chiquito Reyes, mi compañero de ruta, el periplo quedó diagramado de la siguiente manera: avión hasta La Paz, donde dormiríamos dos noches; luego partiríamos rumbo a Copacabana, ubicado en la frontera con Perú; posteriormente cruzaríamos la frontera hacia Puno y finalmente Cuzco, desde donde tomaríamos el avión de regreso a Córdoba.
Pero lo que en ese momento no sabíamos era que la aventura recién comenzaba.

martes, 4 de diciembre de 2007

La región mesiánica

A juzgar por algunos datos preocupantes, Venezuela estaría cerca de perder la gran oportunidad de hacer realidad un proyecto muy interesante que podría, por fin, generar el desarrollo de un socialismo democrático y positivo. Los pecados propios de una región mesiánica y los errores de un líder invadido por un exceso de poder podrían tirar por la borda años de esfuerzo. Lamentablemente, hay características que unen de una manera notable a latinoamérica y el mesianismo es una de ellas. No hay dudas, pues quienes vivimos por estos lares no podemos evitar el deseo de que un ser superior nos saque de nuestra amarga realidad. Como si no tuviésemos la madurez suficiente como para hacer algo por nosotros mismos y necesitemos volcar responsabilidades hacia algún iluminado. Y así nos va, porque si repasamos rápidamente la historia latinoamericana hallaremos que absolutamente todos los proyectos políticos se agotaron en unos años. Y esto sucedió no sólo porque en muchos casos eran inviables (recordemos el neoliberalismo de la década pasada), sino porque somos incapaces de sostener un proyecto más allá de los nombres propios. Hoy, la República Bolivariana de Venezuela se debate entre la aprobación o no de un texto constitucional que si bien intensifica la entrada del país al denominado socialismo del Siglo XXI y tiene algunas cuestiones muy interesantes, propone además la entrega de una desmedida cuota de poder al presidente, en este caso Hugo Chávez. Tan es así, que las voces opositoras sólo apuntan hacia apartados como la reelección indefinida y no a otros aspectos que son mucho más importantes y positivos para la vida del país. Desde esta columna siempre decimos que independientemente de la ideología que escogimos, latinoamérica se encuentra en una situación ideal para alcanzar una relativa estabilidad política, pero equivoca el camino. Cuando la fórmula debería ser el fortalecimiento de las instituciones democráticas, con el objetivo de que el poder no recaiga sobre una sola persona o entidad, elegimos basándonos en las promesas de un solo líder, y no podemos o no queremos ver más allá de nuestras narices, especialmente ante un proyecto interesante. Mientras, los opositores a esos líderes paternales son aún peores, pues representan a pequeños grupos enviciados por siglos de poder que otrora encabezaron las matanzas más aberrantes desde que los españoles acabaron con los indígenas del continente. Si bien la idea es plantear un problema y que cada uno saque sus propias conclusiones, tal vez no sería mala idea leer la propuesta de una democracia parlamentaria confeccionada por el juez de la Suprema Corte de Justicia Eugenio Zaffaroni (Le Monde Diplomatique del mes de septiembre).
Patricio Ortega

lunes, 12 de noviembre de 2007

El bien supremo


Aunque lo sospechaba y lo intuía, Winston Smith tomó real conciencia de cómo funcionaba el sistema bajo el cual vivía recién cuando fue atrapado por el Partido. Antes, se había preguntado quiénes eran los enemigos capturados por el ejército que desfilaban por las cales de Eurasia. De qué guerra provenían, porque ni siquiera estaba seguro de que las guerras que cronicaban con tanto detenimiento fuesen reales. Pero lo cierto es que existían y, de hecho, su mera existencia se transformaba en un paso más hacia el autocontrol de una sociedad en la cual los propios ciudadanos eran la herramienta perfecta para mantenerse a raya a sí mismos. Si bien la maravillosa 1984 de George Orwell plantea un mundo dominado por el comunismo y el nazismo ofrece también algunas coincidencias escalofriantes con la realidad actual. Porque, así como a Winston Smith -el personaje central de la novela- le resultaba difícil calificar a los enemigos que desfilaban por las calles de su ciudad, hoy a todos nos cuesta definir al enemigo número uno del mundo: Al Qaeda. ¿Realmente alguien puede definir con relativa certeza qué es y cómo funciona la omnipresente red dirigida desde alguna parte por Osama ben Laden? O más aún, ¿alguien se atreve a realizar una definición específica de terrorismo? Porque si nos centramos en los conceptos más corrientes, terrorismo es infundir terror mediante determinados actos. Entonces, tan terrorista es aquél grupo que pone una bomba en Atocha o las Torres Gemelas, como el ejército que invade un país o asesina indiscriminadamente con el mero fin de aterrorizar a una población. ¿Acaso son tan diferentes los fines que persigue uno y otro bando? No, ambos quieren precisamente infundir terror. Pero, yendo un poco más allá en el análisis, otra coincidencia con el libro de Orwell radica en la despersonificación del enemigo de turno, en este caso el radical islámico. Su deshumanización. El constante bombardeo mediático y/o publicitario lo muestra como un loco envuelto en un turbante, con sus ojos rojos de ira y su barba negra y abundante, capaz de hacer cualquier cosa en pos de un objetivo maléfico: destruir el mundo. El mal por el mal en sí mismo, sin justificaciones, sin una historia que lo explique, pero que gracias a su maldad permite legitimar cualquier medida en su contra. Como la que tomó el dictador Pervez Musharraf en Pakistán: en nombre del combate al terrorismo limitó todas las instituciones democráticas (que, a decir verdad jamás respetó) para acallar a una oposición cada vez más numerosa y poderosa. Las potencias occidentales, que tan rápido actuaron en contra del dictador Saddam Hussein o que atacan a los dictadores Fidel Castro y Hugo Chávez, bien gracias.

Rebelde por naturaleza


Martín Lutero (o Martin Luther, o Martin Luder) fue de esas personas capaces de cambiar por completo su sistema de creencias a partir de las convicciones adquiridas con el estudio, la observación y el paso del tiempo. Y como cualquier etapa de cambio, primero sufrió un quiebre interno –en este caso una profunda decepción- y luego expresó públicamente su nuevo parecer, con las consecuencias que todos sabemos produjo su obra.
Pero, antes de cambiar al mundo, el joven Martín era el hijo de Hans y Margarette Lutero, y fue concebido en la ciudad alemana de Eisleben, donde nació el 10 de noviembre de 1483, 31 años después de que la imprenta de Gutenberg iniciara el trabajo de edición de la primera Biblia. Su padre, quien dirigía varias minas de cobre, realizó ingentes esfuerzos para darle la mejor educación, ya que soñaba con que su hijo se transformara en funcionario público. Y ese fue el camino que siguió Martín, pues se inscribió en la Universidad de Derecho de Erfurt. Mas todo cambiaría en 1505, cuando Lutero tenía 22 años, pues regresando de la casa de sus padres quedó atrapado en una tormenta eléctrica y ante el temor de perder su vida, se juró a sí mismo que si salía con vida se convertiría en monje. Y así lo hizo.
Contradiciendo los deseos paternos, Martín abandonó la universidad y entró en el monasterio agustino de Erfurt el 17 de julio de 1505. Su dedicación fue absoluta, a tal punto que Johann von Staupitz, el superior de Lutero, concluyó que el joven necesitaba más trabajo para distraerse de su excesiva reflexión, y le ordenó que comenzara una carrera académica. Entonces, estudió con intensidad las Escrituras hasta recibirse en Doctor en Teología.
En esos días fue enviado a Roma, donde pudo observar desde el interior las conductas de la Iglesia Católica y donde precisamente comenzaría el cambio.

La procesión va por dentro



Fue a través de sus estudios sobre los inicios del cristianismo que Lutero comenzó a sacar algunas conclusiones polémicas para la Iglesia. En primer lugar, el hecho de ir a las fuentes le permitió extraer conclusiones propias, más allá de la doctrina vaticana. Por ejemplo, entendió que la Iglesia caía en una incorrecta interpretación de la Ley de Moisés (entendida como el conjunto de preceptos que incluyen la ley moral, la ley ceremonial y la ley civil que Dios dio a Moisés) con los Evangelios y que ese era el principio del error teológico católico. Allí desarrolló su teoría de la gracia, que básicamente consistía en que “sólo la fe en Dios hace justos a los hombres. Esta justificación por la fe implica que la fe del cristiano no puede darse a través de un agente externo, sea eclesiástico o político. La fe es una predisposición interna del individuo que lo inclina hacia Dios” (1). En consecuencia, para él la esencia del cristianismo no se encuentra en la organización encabezada por el Papa, sino en la comunicación directa que cada uno establece con Dios. Y el único canal válido para establecer esa comunicación es la Biblia y la interpretación que cada persona hace de ella, y no el entendimiento de un agente externo, en este caso la Iglesia.
Pero más allá de estas reflexiones que en un principio eran internas, el punto de partida del enfrentamiento entre Lutero y la Iglesia Católica surgió a partir de su desacuerdo con las indulgencias. La indulgencia es un perdón otorgado sobre el castigo temporal, después de que la culpa haya sido eliminada por la absolución. En ese entonces, las indulgencias se compraban y consistían en un importante ingreso para la Iglesia, a tal punto de que se organizaban expediciones para otorgar estos perdones, con el fin de financiar, por ejemplo, la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma.
Lutero observó cómo a partir del tráfico de indulgencias se desvirtuaban la confesión y el arrepentimiento verdadero, que en sí mismos representaban la verdadera forma de pagar por los pecados cometidos. Y fue en esos años cuando sus desacuerdos pasaron de lo privado a lo público, pues ya en sus sermones expresaba sus discrepancias con el mando central, es decir, el Papa.

Llegó la hora de revolucionar



Transformado ya en un activo crítico de las prácticas de la Iglesia, el 31 de octubre de 1517 cambiaría por siempre su relación con la institución a la que perteneció por años, pues escribió sus 95 tesis y luego las colocó en la puerta de la Iglesia de Wittenberg, con el objeto de generar un debate a partir de ellas. Y no sólo generó un debate, sino que puso la piedra basal del cambio por el cual lucharía el resto de su vida, porque fue desde las 95 tesis que su condición de opositor a la autoridad papal cobró estado público.
Lutero jamás imaginó que lograría semejante repercusión con sus pensamientos, pero, bondades de la imprenta mediante, pronto su mensaje se extendió por gran parte de Europa.
En ellas, el sacerdote expresaba todos sus puntos de vista sobre los deberes que debería tener la Iglesia Católica como institución y recortaba los poderes del Papa, con el fin de “despolitizar a la religión”, especialmente en torno a las facultades de otorgar el perdón y de ordenar la permanencia de un alma en el Purgatorio, pues entendía esas tareas como de competencia exclusiva de Dios.
También proponía que la Iglesia dejase de ser una autoridad máxima en el sentido en que estaba concebida en ese entonces, para transformarse en “una comunidad de creyentes, una reunión de corazones en una sola fe, el único fundamento para constituir una Iglesia”. En consecuencia, el ministerio ya no era una mediación necesaria, sino que todos los hombres podrían ser sacerdotes y mensajeros de la gracia.

Reacción tardía



En un principio, el Vaticano menospreció a Lutero al calificarlo de “borracho alemán que escribió las tesis”. Grueso error, porque cuando quiso reaccionar ya era demasiado tarde: las tesis del sacerdote rebelde se habían expandido por toda Europa generando fuertes debates entre los creyentes. La Reforma, de hecho, ya había comenzado.
Un año después de la publicación de las tesis, el papa León X ordenó al profesor de teología Silvestre Mazzolini investigar el tema, con el objeto de refutar las críticas expresadas por Lutero. La primera conclusión de Mazzolini fue de denuncia, pues concluyó rápidamente que el sacerdote alemán se oponía a la autoridad del Papa, razón suficiente para declararlo hereje y desarrollar una teoría para refutar cada una de las tesis. Pero no hizo más que alimentar la polémica al mismo tiempo que le dio la oportunidad a Lutero para que continúe publicando sus conceptos críticos hacia la Iglesia. Y lo transformó en una celebridad en Europa a punto tal que estudiantes de todo el continente viajaban a Wittenberg para escucharlo.
Ya a estas alturas, las diferencias entre el sacerdote rebelde y Roma eran insalvables y acaso la única salida para Lutero era la creación de una nueva corriente, independiente de la Iglesia Católica, pues ésta nunca dejaría de reconocer al Papa como una autoridad suprema y absoluta. En 1520, Lutero era excomulgado por la Iglesia y llegó a comparar al Sumo Pontífice con el Anticristo. En su escrito A la Nobleza Cristiana de la Nación Alemana esbozó una teoría completamente diferente a la católica, con el objeto de fundar una nueva iglesia, idea que terminaría de perfeccionar en el Castillo de Wartburg, en donde permaneció oculto durante más de un año a causa de la persecución papal.
El resto ya es historia conocida. Lutero se casó, tuvo seis hijos y murió en 1546. Lideró la Reforma protestante, sufrió las consecuencias de la Contrarreforma lanzada por el catolicismo y fue uno de los protagonistas excluyentes del final del Medioevo, o el oscurantismo científico.

Repercusiones de una obra



Si bien su intención era despolitizar a la religión, parte del éxito de su doctrina se basó precisamente en razones políticas. En aquel entonces, el feudalismo estaba dando sus últimos pasos y nacía una nueva ideología, conocida más tarde como capitalismo. La Iglesia estaba perdiendo su poder y los Estados ya tenían intenciones de dirigirse a sí mismos, lejos del control eclesiástico. Lutero y sus teorías fueron un pilar fundamental para aquella transición, pues precisamente propugnaba la separación del pensamiento religioso y el pensamiento político, acaso el argumento más importante que podían utilizar los nobles para dirigir sus reinos lejos de la Iglesia Católica. A partir de Martín Lutero podríamos decir que el poder secular se hizo cargo en Europa.
También hizo grandes aportes al idioma, el alemán, pues sus traducciones de la Biblia ayudaron a construir una versión estándar de la lengua alemana, al tiempo que dejó enseñanzas sobre la autoridad, la obediencia y el orden.
Su rebeldía ya se expresaba desde su juventud, cuando desoyó a su padre para ingresar al sacerdocio. Pero su pensamiento religioso lo convirtió en uno de los rebeldes con causa más importantes de la humanidad, que como pocos dividió la historia en un antes y un después de su existencia.

(1) Tomás Varnagy: "El pensamiento político de Martín Lutero".



martes, 6 de noviembre de 2007

Basado en hechos reales


Una frase cargada de sabiduría afirma que la realidad supera a la ficción, es decir, que ni la más imaginativa mente creadora puede siquiera igualar los hechos que ocurrieron y aún ocurren en la vida real. Para apoyar este concepto, sería bueno hurgar en todas las obras literarias y cinematográficas para averiguar si algún escritor pudo unir en una trama a la CIA, la logia Propaganda Due (P2), el gobierno italiano, el Vaticano, el papa Juan Pablo I, la Red Gladio, el Banco Ambrosiano, las acciones paramilitares apoyadas por Estados Unidos, la lucha contra el comunismo en la Guerra Fría, Francis Ford Cóppola, golpes de Estado y la mafia italiana, entre otros.
Aunque todos estos actores parecen imposibles de unir entre sí, una extraña trama que nos brindó la historia reciente atenta contra la lógica al mencionar un solo nombre: Roberto Calvi, muerto en circunstancias dudosas el 18 de junio de 1982; hace 25 años. Más conocido como el Banquero de Dios, Calvi fue la cabeza visible del Banco Ambrosiano, cuyo accionista mayoritario es nada menos que el Vaticano.
La película comienza el día que Calvi fue hallado sin vida, colgado del puente Blackfriars, de Londres. Inmediatamente, los investigadores cerraron el caso bajo el rótulo de suicidio, pero las dudas no se aclararían nunca. Allí fue cuando comenzaron a tejerse todo tipo de teorías que tenían un comienzo en común: Calvi había sido asesinado. Más de 20 años después, la reapertura del caso y una nueva autopsia sobre el cuerpo del banquero demostraron que éste no podría haberse quitado la vida, pues su cuello no presentaba las lesiones que suelen tener aquellos que deciden ahorcarse.
En el medio, comenzaron a descubrirse las conexiones que Calvi tenía con los sectores más poderosos del mundo y, por lo tanto, la gran cantidad de secretos que conocía, cuestión que lo convertía en alguien que sabía demasiado.

En algunas ocasiones, para explicar algunos hechos es mejor remontarse al pasado. En este caso a la post guerra y el inicio de la Guerra Fría, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética se disputaban el mundo y en Occidente comunismo era una mala palabra; a tal punto que todos los esfuerzos estaban orientados a acabar con la amenaza que crecía tras la cortina de hierro. Para ello, minaron el mundo de movimientos orientados a proteger el capitalismo, y en Europa hicieron centro en Italia, donde el Partido Comunista Italiano (PCI) era el más popular del país y había grupos más extremos, como las Brigadas Rojas, que también pregonaban por el marxismo. Este contexto llevó a la CIA a operar con fuerza en Roma y a encontrar un aliado fundamental en el Vaticano y la logia P2, a la cual pertenecía el propio Calvi. La logia se encargaría de infiltrar a sus integrantes en todo los estamentos del Estado, mientras el Banco Ambrosiano haría lo propio con el lavado de dinero para subvencionar campañas para mantener el sistema, tales como golpes de Estado, lucha antiguerrillera y atentados que luego serían adjudicados a grupos de izquierda. La mafia, en tanto, se encargaba del trabajo sucio, como limpiar Sicilia de comunistas o asesinar personalidades. Y en el medio, Calvi, director de la entidad crediticia y prominente integrante del grupo secreto. Definitivamente, un hombre que sabía demasiado. Según esta teoría, la mafia efectivamente estuvo implicada con el asesinato del banquero, pero no por una deuda sino por un encargo superior; el mismo que estuvo relacionado con el deceso de Juan Pablo I. Este hecho no sólo llegó a los investigadores periodísticos, sino al cine, con la película El Padrino III, en la cual el mítico mafioso Michael Corleone estaba mezclado con toda esta trama siniestra, obviamente, nunca declarada.
Pero volviendo a la trama de la película, lo cierto es que toda la red de corrupción y las relaciones ilegales saltarían por los aires con la quiebra del Banco Ambrosiano y la muerte de Juan Pablo I.

La P2 y la CIA

La P2 fue fundada por Licio Gelli, un empresario textil que anteriormente había luchado contra las fuerzas Republicanas en España, luego fue reclutado por las SS nazis para terminar recalando en la CIA. Gracias a su logia, Gelli fundó una base de poder increíble, que incluso llegó hasta Sudamérica, y estuvo relacionado con cuanto acto ilícito y conspirativo haya ocurrido en Italia. Tenía el poder de derrocar gobiernos, organizar atentados, favorecer el escape de nazis hacia otros países (la Argentina incluida) y todo bajo el ojo observador de la inteligencia norteamericana, a la cual le convenía tener a un hombre de esas características en Europa para mitigar el avance del comunismo en el continente y del PCI en Italia. Uno de sus más importantes colaboradores era Michele Sindona, miembro relevante de la logia, banquero de la Cossa Nostra desde 1957 y consejero financiero del Vaticano. A través de las finanzas del Vaticano –el Banco Amrosiano- se tejió una amplia red de lavado de dinero para llevar a cabo las actividades ilícitas de la CIA. Allí es donde entraba en juego Calvi, quien apadrinado por Sindona lograría una meteórica carrera en el banco de la Santa Sede hasta convertirse en su director. Esta posición que parecía de privilegio, en realidad era un lugar harto complicado, pues Calvi estaba al tanto absolutamente de todas estas actividades. La reacción en cadena que disparó la quiebra fraudulenta del Ambrosiano arrastró consigo a Sindona, quien fue enjuiciado en Estados Unidos y luego extraditado a Italia, donde moriría de un aparente infarto, que para muchos se trató de cianuro. Esta circunstancia también se llevó a Gelli, otro que fue investigado y a quien le secuestraron documentos secretos de la P2 que incriminaban a todo el aparato político italiano, excepto a los miembros del PCI, claro. Pero Gelli, el dueño de todo el circo, pudo evitar la cárcel e incluso continuó con su actividad en los últimos años de la Guerra Fría, a punto tal que estaría relacionado con un atentado en Bolonia, en 1980, que acabó con la vida de 85 personas, y con el ataque que casi acaba con la vida de Juan Pablo II en 1981. Ambos hechos fueron atribuidos a grupos comunistas y, por el primero de ellos, Gelli fue encarcelado pero luego sería beneficiado con la libertad provisional por sus problemas de salud.
En este extraño y confuso rompecabezas es donde entra Calvi, quien como buen director quedó seriamente implicado en la quiebra del banco, por la que fue detenido el 20 de mayo de 1981, apenas siete días después de que la policía descubriese los documentos secretos en propiedad de Gelli. El hecho de ser un hombre que tenía su base de poder en el puesto que ocupaba, pero que en realidad era sólo el representante de un orden superior (Gelli, la CIA, etcétera), lo convertía en un hombre muy peligroso para sus superiores, pues sabía mucho y estaba en manos de la Justicia. Así fue como un año después de ser condenado y puesto en libertad bajo fianza, Calvi vuela a Londres. Hay sospechas de que busca ayuda en una logia de Londres, a la que decía pertenecer y a la que atribula poderosas influencias financieras. Sea corno fuere, su cadáver fue hallado colgado de un puente londinense, con los bolsillos repletos de piedras.

20 años no es nada

Casi 24 años después del deceso de Calvi y a pocos días de conocerse el fallecimiento de Juan Pablo II, el diario La Reppublica afirmaba: “el ex cajero de la mafia Pippo Calo, el negociante Flavio Carboni y su amiga Manuela Kleinzig así como el jefe de la banda Magliana, Ernesto Diotavelli, han sido enviados a juicio para responder por el asesinato del presidente del Banco Ambrosiano Roberto Calvi”.
Si esta película fuera de ficción y filmada en Hollywood –donde todos los finales son felices- los acusados serían hallados culpables como los autores materiales del hecho, como mafiosos, es decir, el brazo ejecutor de una trama que si no formara parte de la realidad, sería imposible de creer.

Berlusconi, la continuidad

Pero, como todo éxito hoolywoodense, la película de Gelli, Calvi y compañía tiene su continuidad con el ex primer ministro italiano, Silvio Berlusconi. En efecto, para todos aquellos despistados que creyeron que la influencia de la P2 acabó con el bueno de Licio, es bueno contarles que Il Cavalieri se inscribió en la logia el 26 de enero de 1978 con el número de carné 1816 y a los pocos años concretó un empinado ascenso como empresario, más tarde devenido en político, gracias a los créditos para sus negocios provenientes de la Banca Nazionale del Lavoro y del Monte dei Paschi di Siena, además de ser un férreo defensor de los principios más ultraconservadores del capitalismo y el catolicismo. Otra vez, los bancos, la Iglesia y el poder.

miércoles, 31 de octubre de 2007

¡La que le espera!


La era Cristina Fernández supone en principio la continuación de la gestión K por cuatro años más, aunque irremediablemente la primera mandataria electa deberá imponer algunos cambios con respecto a su marido.En el plano internacional, ya en la campaña electoral quedaba claro que Cristina transitaría otros senderos que su predecesor. Al menos el largo periplo realizado durante los últimos meses por Estados Unidos (recordemos aquél encuentro con el matrimonio Clinton) y la Unión Europea (sendas reuniones con Nicolas Sarkozy, Angela Merkel y José Luis Rodríguez Zapatero) supone el fin de aquél lema "la Argentina puede sola" que Néstor Kirchner repitió hasta el cansancio cuando el contexto mundial y la economía local lo permitían. Pero, con un 2008 que no resulta tan prometedor como el quinquenio anterior la presidenta electa deberá afilar su capacidad para tejer alianzas provechosas que le aseguren, al menos, un mandato tranquilo, porque además así lo esperan desde el exterior. Sin embargo, con ello también surgen algunos interrogantes que apuntan hacia una dirección: el Mercosur. En efecto, el tan publicitado paseo por el Viejo Continente y la primera potencia mundial generan incertidumbre sobre los canales por los cuales navegará la mandataria, pues la mera posibilidad de concretar acuerdos por fuera del bloque supone el alejamiento argentino de la integración regional. Si bien ya lo adelantó en algún discurso, cuando se proclamó a favor de la "Patria grande, con el pueblo latinoamericano", Cristina deberá cambiar la magnificencia de Nueva York y las tiendas de París por Brasilia, Caracas, Asunción o Montevi-deo, si es que pretende fortalecer de una vez por todas el Mercosur. O bien acercar a Estados Unidos al bloque, toda una utopía con Hugo Chávez como presidente de Venezuela, incluso si gana la demócrata Hillary Clinton el año que viene. Pero ese es el papel que escogió para su mandato y ese es el mensaje que ha enviado en cada viaje por el exterior que realizó durante la campaña electoral, claramente desplegada con más fuerza fuera del país que fronteras adentro. Incluso, muchos dirigentes así lo esperan, como el senador ítalo argentino Luigi Pallaro, quien afirmó: "Argentina necesita abrirse al mundo, atraer capitales, cerrar los asuntos pendientes derivados del crack del 2001, y salir también, definitivamente, de un cierto aislamiento político: la señora Kirchner es capaz de imprimir una aceleración para salir de esta fase". En fin, si bien uno de sus propósitos será incluir de lleno a la Argentina en el contexto internacional, deberá equilibrar la balanza entre el glamour del primer mundo y la realidad sudamericana.

martes, 30 de octubre de 2007

¡Cuidado! Bebé curioso


Su pequeñez no le permitía comprender el significado del peligro. El niño sólo veía un cable negro que descendía como un tobogán de la pared para terminar en un aparato desconocido, del cual salía una voz extraña.
Siempre le había llamado la atención, pero cada vez que se acercaba a él algún adulto le impedía el paso con rapidez y con los ojos saltados por el temor, advirtiéndole que nunca toque esa cosa negra y extraña que hablaba por sí misma.
Aunque intentaba obedecer a sus mayores, no sabía bien por qué, pero lo hacía, la aventura le cantaba en su oído como las sirenas lo hacen con los marinos solitarios. La seducción era fuerte, porque incluso la ubicación de aquella radio suponía un desafío, ya que había que escalar hasta la mesada de la cocina para llegar a ella.
Y sabemos, la mesada de una cocina para un chico de tres años es acaso la cúspide del Monte Everest para los espíritus aventureros: enigmática, seductora e inalcanzable. Sólo había que esperar el momento oportuno, cuando ningún mayor estuviera cerca.
Y no faltaría mucho, pues en una calurosa tarde de enero papá y mamá se encontraban reposando sobre la pelopincho del patio, junto a sus dos hijos: El niño, nuestro héroe, y su hermanito, que apenas tenía unos meses y reposaba en un cochecito, correctamente ubicado bajo la sombra de una parra de uvas.
Rápidamente, El niño comprendió que era tal vez su única oportunidad para investigar el extraño aparato y se decidió a hacerlo, sin dudarlo ni un segundo.
De a poco, aprovechó ese segundo de distracción fatal que puede tener cualquier padre y se acercó a la cocina. Miró para arriba y dio con la radio, que lo observaba con la altanería de las cosas inalcanzables. Burlona.
Buscó una silla, con sumo esfuerzo la arrimó a la mesada y se trepó en ella. Ya en la cúspide de su imaginario Monte Everest no se detuvo a regodearse por su triunfo, pues esos segundos podrían ser valiosos ya que sus padres en cualquier momento se percatarían de su travesura.
Tomó la radio entre sus manos, que seguía hablando sin cesar, y comenzó a operarla. Primero tocó los botones y las perillas con la curiosidad de un arqueólogo cuando descubre el dinosaurio más grande de la historia. Pero se aburrió rápidamente, porque recordemos que los aparatos de aquél entonces no ofrecían demasiadas alternativas para la investigación. Eran más bien rudimentarios.
Sin embargo, como la luz que ilumina a los genios, vio el pequeño cable que salía de la radio y culminaba su escalada hacia un extraño agujero enclavado en la pared.
Sin más, tomó con firmeza aquella extraña cuerda y la tiró con fuerza, quedándose con uno de los extremos en su mano. El extremo que estaba pegado al aparato, vale destacar.
En su observación, procedió a aplicar el típico método analítico utilizando los cinco sentidos. Primero la miró con detenimiento, luego notó que la voz que salía de la radio se había apagado, posteriormente la tocó para conocer su textura, incluso llegó a olerla. Pero el momento fatídico llegaría cuando fue el turno del gusto. Con la inocencia de un chico de tres años, El niño se metió aquel cable en la boca para averiguar a qué sabía.

Los gritos podrían haber alertado a Beethoven en sus últimos días, cuando era sordo. Se trataba de un chillido indescriptible, seguido por un silencio intenso, para iniciar un nuevo chillido.
Los padres, saltaron de la pelopincho alarmados por el llanto de su hijo, quien afortunadamente había podido sacar el cable de su boca, mas no pudo evitar el daño que la electricidad había hecho en él.
Fueron dos semanas sin probar alimentos con textura además de una considerable penitencia. Sólo a base de leche, postres y puré. La aventura había terminado con una importante lesión en la boca y un aprendizaje: los hilos negros que salen de la pared y culminan su recorrido en algún aparato son peligrosos.
Habrá que investigar otros aspectos de la misteriosa cocina, como ese extraño fluido azul que sale de la hornalla de la cocina.

lunes, 29 de octubre de 2007

Por siempre dependientes


La amenaza turca sobre el Kurdistán iraquí revivió un debate que tiene ya 30 siglos: la independencia kurda. En efecto, este pueblo ha sufrido repetidas invasiones y ha visto cómo los sucesivos levantamientos independentistas fueron aplastados por el poder de turno de cada época. Pese a que fueron conocidos como valientes guerreros, y hasta su propio nombre hace honor a ello (la palabra kurdo significa héroe en persa) su histórica falta de organización les impidió forjar un destino común cuando aún podían hacerlo. Porque, claro, hoy se sabe que el Kurdistán tiene en su suelo las mayores reservas petrolíferas de Medio Oriente, y con ello, su mayor condena, ya que ningún gobierno en su sano juicio aceptará la independencia con la pérdida económica y de territorio que representa. Así reaccionó Turquía a la avanzada independentista llegada del norte iraquí, que podría representar un peligro para la estabilidad de los 14 millones de kurdos que habitan tierras turcas. Ni siquiera la desaprobación estadounidense, acaso su principal aliado, pudo con la convicción de mantener a raya a una numerosa minoría. No dudaron ni un segundo en lanzar ataques aéreos y amenazar con una incursión armada contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que al parecer tiene ahora sus bases asentadas en Irak. Pero aquí es donde la situación se complica, porque la decisión del gobierno turco constituye también un desafío intencional a la Casa Blanca, temerosa de que un ataque en el Kurdistán iraquí erosione las relaciones con su principal aliado dentro del país invadido e impida a sus empresas la extracción de petróleo en el único lugar de Irak en el que pueden hacerlo de manera más o menos pacífica. En consecuencia, Estados Unidos se encuentra en un profundo dilema, porque si las presiones que seguramente aplicará sobre Turquía no son suficientes deberá tomar cartas en el asunto si no quiere perder definitivamente a Irak. Otro motivo de disenso entre turcos y norteamericanos es la proclama tomada por el Congreso en Washington sobre clasificar como genocidio a la matanza de armenios por parte del imperio otomano a comienzos del siglo pasado. Sabemos que pese al paso de los años este tema aún es delicado para Turquía, que se niega a aceptar una responsabilidad mayor sobre aquél hecho que sin ninguna duda se trató de un genocidio.En fin, intereses políticos a un lado, lo cierto es que el Kurdistán no será una nación independiente mientras se encuentre enclavado en la región más volátil de la historia de la humanidad y encierre dentro de sí las innumerables riquezas que posee. Porque, como decíamos al principio, su mayor virtud es acaso su peor desgracia.

jueves, 18 de octubre de 2007

En mil pedazos


Los conflictos internos en un país o región tienen componentes en común que los caracterizan, independientemente del contexto y los pormenores en los cuales se desarrollan. Primero, e indispensable, necesitan de una fuerte enemistad entre la clase en el poder y otra que puja por obtenerlo. Y segundo, el correspondiente azuzamiento externo movido por intereses puntuales. Con estos dos elementos básicos se consigue un buen conflicto interno, que si provoca la caída del poder de turno, normalmente deriva en la división de aquella región o país. Para comprobarlo, basta con mencionar el caso de Yugoslavia, uno de los países más grandes de Europa luego de su creación tras la Segunda Guerra Mundial. En sus primeros años fue el mariscal Tito el encargado de establecer un delicado equilibrio en una región, los balcanes, multiétnica y plurirreligiosa por excelencia. Pero la caída de la Unión Soviética traería nuevos trastornos para Yugoslavia, pues las tensiones regionales y confesionales saldrían a la luz con violencia y respectivos movimientos independentistas, con el correspondiente e infaltable apoyo externo. Tanto que en sólo dos años, Yugoslavia pasó a llamarse Serbia y Montenegro, Eslovenia, Croacia, Bosnia Herzegovina y Macedonia, y 15 años más tarde sería el turno de Montenegro. La gran nación había sido reducida a pequeños estados empobrecidos, pero por sobre todo había fracasado de manera rotunda el sueño de algunos sobre la existencia de un país multiétnico basado en la tolerancia. Jamás ocurrió.Siempre, desde esta columna, condenamos las injerencias externas en países soberanos porque, insistimos, son violatorias de todo derecho internacional, además de que apuntan a debilitar al país en cuestión y no a favorecerlo. Pero también hay que admitir que esa injerencia necesita de un sustento interno que saque provecho de los conflictos para alcanzar el poder. La frase divide y reinarás siempre está en el manual de las potencias que intervienen en terceros para solventar su dominio, mas cuentan con aliados nacidos desde la misma semilla que siempre ponen por encima sus propios intereses a los de la nación y, claro está, obran en ese sentido. En estos días, ya se está discutiendo la independencia de Kosovo para 2008, una provincia serbia poblada de musulmanes albanos, pese a que un acuerdo previo firmado con Serbia en la ONU disponía que Kosovo continuaría formando parte del país pero administrada por Naciones Unidas. Nada importó, el año que viene, seguramente, la antigua Yugoslavia quedará atomizada en siete pequeños países, cuyo factor común será uno solo: la pobreza.
Patricio Ortega

sábado, 13 de octubre de 2007

El señor de los anillos


Posaba sus ojos en el infinito horizonte del atardecer brasileño embelezado con la perfección del paisaje. Sentado sobre la arena fina como la sal, el mar le producía sentimientos encontrados. Estaba solo; la extrañaba, y por fin había entendido que nada sería perfecto sin ella.
Había pasado varios días pensando en cómo expresarle su amor en su regreso a Córdoba. Había pensado demasiado; todos los días, a cada minuto. Pero no lo sabía.
Imaginaba que un simple regalo de ocasión, un regalo de vacaciones, sería poco. Necesitaba que tuviese una connotación que fuese mucho más allá del objeto en sí mismo. Que su carga simbólica representara al menos en una mínima porción aquél amor inexplicable.
Casi regresando, sin haber sacado una conclusión válida sobre su dilema, vio dos pequeños anillos de coco posados sobre la alfombra negra de un puesto callejero. “Es perfecto”, imaginó. Qué mejor que expresar un sentimiento tan excelso como el amor que un par de anillos iguales. Uno para ella, y el otro para él. Qué mejor simbolismo que aquellos dos pequeños objetos, que juntos representaban el futuro entrelazado de dos almas. La de ella y la de él.
Sin vacilarlo, hurgó en sus bolsillos para rascar los últimos reales de sus vacaciones y los invirtió acaso en lo más importante de aquél viaje: ella. El regalo era humilde, sí; pero su significado trascendía cualquier barrera económica.
Lo pensó todo. Incluso el momento en que le daría su declaración de amor más importante, disfrazada de dos pequeños anillos. Conocedor de la psiquis femenina, estaba conciente de que si se los entregaba inmediatamente podía generar sospechas en su amada. Pues sólo quien obró erróneamente puede arrojar un regalo apenas sus pies tocaron suelo propio.
No. Él no caería en ese error. Esperaría, paciente, algunos días para entregar el presente. Uno, dos o diez. Aún no lo sabía. Pero esperaría.

El reencuentro fue mejor de lo que imaginaba. Ella también lo había extrañado, y a montones. Apenas se vieron, se fundieron en un beso tan tierno como profundo. No había palabras para expresar lo que ambos sintieron con aquel beso eterno.
Pasaron algunos días y él actuó según lo previsto. Esperó a que ella reventara de impaciencia y recién después le ofreció el presente a modo de adelanto de lo que pronto llegaría: un altar, él en un elegante traje negro y ella avanzando con la candidez que tienen las futuras esposas.
Pero ese momento todavía no había llegado, sólo reposaba en su mente enamorada. “Son dos anillos. Uno para vos y el otro para mí. Representa todo lo que te amo y, por lo tanto, no quiero que lo pierdas. Yo, lo cuidaré como a mi vida”, dijo.
Quizás fueron horas. Quizás días. Quizás meses. Lo cierto es que ella perdió el presente mientras realizaba un quehacer doméstico. Un lamentable accidente. El presente resbaló de su delicado anular buscando algún resumidero ingrato, que con su garganta del diablo engulló al pequeño anillo para no devolverlo jamás.
Él reaccionó como se esperaba: indignado. Sobreactuado. Hasta llegó a poner en duda el nivel de compromiso de su amada, ante tal flagrante herejía: perdió el anillo que le había entregado con todo su amor. Dejó caer el símbolo de sus sentimientos hacia ella en el pozo de la desgracia, pensaba. Aunque sabía que su enojo no duraría demasiado, le hizo saber con firmeza que no toleraría otra conducta de este tipo. No toleraría que descuide su amor una vez más.

Varios días después, él seguía con su teatro. “Tengo que amedrentarla”, pensaba. Y parte de esa actuación era negarle sus momentos libres y entregárselos a sus amigos en exclusividad.
El primer fin de semana de distanciamiento lo halló en casa de uno de ellos, en medio de una fiesta. Entre su poca resistencia y la necesidad de ahogar penas, el alcohol no necesitó demasiado trabajo para invadir su mente por completo. Apenas podía caminar y ya balbuceaba con la mirada perdida cuando salieron de la fiesta para recalar en un local nocturno.
Le faltaba ella, lo sabía, pero no daría el brazo a torcer. Al menos no por ahora.
La noche pasaba y su estado se tornaba calamitoso, pero en ningún momento dejó de tener un vaso lleno de quitapenas en su mano. Era la única manera de tolerar el dolor intenso que atravesaba su alma con la intensidad de una flecha envenenada. Era la única forma de que su rostro pudiese esbozar un atisbo de sonrisa. Y lo logró, porque fue una noche divertida, aunque no había terminado.
El regreso a su casa lo encontró solo, en medio de la calle, sin dinero y con unas veinte cuadras por caminar. Emprendió el regreso con la valentía de los corazones puros, o la inconciencia de los borrachos. Depende del cristal con que se lo mire.
Lo cierto fue que volvió caminando, pese al peligro que ello supone a esas horas de la noche y con su zigzagueante andar. Por precaución, guardó el reloj en un bolsillo, y su anillo en el otro. Aunque sabía que en dinero no valía demasiado, moriría si a alguien se le ocurriera robárselo.
Casi sin memoria ni fuerzas llegó a su casa. Parecía una víbora arrastrándose por las penas del amor ahogadas en un vaso de alcohol. Por suerte, el sueño llegó rápido. El balanceante equilibrio que arremolinaba su vientre le dio paso al profundo cansancio que sufría entre el dolor de su alma, la caminata y las consecuencias de la embriaguez.
Al día siguiente, despertó con un profundo dolor de cabeza que apenas si le dejaba abrir sus ojos. Se bañó, se vistió y fue a almorzar para quitarse de su boca esa sensación pegajosa que dejan las noches largas.
Tomó el pantalón que había usado la noche anterior. Tomó el reloj de uno de los bolsillos y, luego, el mundo se paralizó como en las películas. Sólo podía escuchar el latido de su corazón y sentir una lágrima rodando por su mejilla izquierda… ¡El anillo había desaparecido!
Volvió a buscar en el bolsillo. Buscó en los otros. Hurgó los bolsillos de todos sus pantalones. Quitó todos los muebles de su habitación. Luego pasó varias horas requisando el resto de la casa. Pero nada. La tierra se había tragado a ese bendito anillo y no había manera de dar con él.

Al rato, tomó el teléfono, agachó la cabeza y, tras contarle lo sucedido, pidió perdón a su amada. Una vez más, había sobredimensionado un conflicto menor. Aunque, quiero decirles a todos, no había aprendido la lección.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Soberanías pisoteadas


A grandes rasgos, la soberanía tiene dos definiciones: soberanía popular y soberanía nacional. La primera surge de Jean Jacques Russeau, quien menciona que cada ciudadano es soberano y súbdito al mismo tiempo, ya que contribuye tanto a crear la autoridad como a formar parte de ella. Según Russeau, el poder soberano está bajo la voluntad general, es decir, las mayorías. Poco después apareció Abate (Emmanuel Joseph) Sieyés, para quien la soberanía está en la nación y no en el pueblo. Es decir, la autoridad no obrará solamente tomando en cuenta la voluntad de la mayoría, sino que además deberá obedecer a la historia, la cultura y los valores de un país. Pero independientemente de las definiciones, la soberanía de un país siempre fue un tema demasiado delicado de comprender y, fundamentalmente, de defender. Por lo tanto, ante la dificultad para establecer pautas claras, y en especial luego de la Segunda Guerra Mundial, los países crearon las Naciones Unidas, constituida como una especie de regente de la soberanía mundial. Así las cosas, en la actualidad, suponemos que la soberanía es un derecho y a la vez una obligación que tiene cada nación que se precie de tal. No sólo tienen el derecho de exigirla, sino la obligación de respetarla, tanto en el plano interno -ante sus ciudadanos- como en el externo -ante terceros países-. Siguiendo esta línea, sólo en casos de excepción puede ponerse en duda la soberanía de un país, una facultad que únicamente tiene la ONU. Hasta aquí, la teoría resulta sin fisuras, pero, como siempre, en la práctica la situación difiere del papel escrito sencillamente porque en muchos casos resulta muy dificultoso determinar cuándo es necesario violar la soberanía de un país y cuándo no hace falta hacerlo. Entonces, por ejemplo, ¿cuándo un país viola la soberanía de otro? Pues cuando interfiere en los asuntos internos de una nación soberana. Pero, siguiendo con este razonamiento, ¿cuándo se da una situación de este tipo? Bueno, aquí aparecen las complicaciones, porque entran a jugar los conceptos que cada uno tiene de soberanía. En otras palabras, la subjetividad.Desde aquí, esta humilde columna, consideramos que el fin de semana, pocas horas antes del referéndum vinculante en Costa Rica sobre la validez del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos o CAFTA, que se desarrolló el domingo, Washington violó la soberanía costarricense al advertir públicamente que si no vencía el Sí habría represalias comerciales contra ese país centroamericano. Y pese a que los sondeos arrojaban una ajustada victoria del No, finalmente los costarricenses aprobaron el tratado apenas por unos votos. Como ya dijimos, los casos en los cuales un país viola la soberanía de otro son muy difíciles de determinar, pues juegan las concepciones particulares que tiene cada persona sobre el tema. Por lo tanto, luego de plasmar una opinión, dejamos que cada lector saque su propia conclusión al respecto.

martes, 2 de octubre de 2007

La expresión correcta


Si estuviésemos en una charla de café, alguno seguramente lo calificaría como a un "enano fascista". Pero, claro, estamos en un diario en cual es preciso explicar ciertos conceptos para que el lector saque sus propias conclusiones sobre un tema en particular, o al menos esa es nuestra intención. Y en ese ejercicio es en donde se dificulta leer cuál es la estrategia de la política exterior del presidente francés, Nicolas Sarkozy.Que pretende implementar medidas de neto corte neoliberal en Francia no es ningún secreto. Es bastante claro si toda su retórica sólo apunta hacia el peligro que supone la invasión inmigrante y los desmanes económicos que causa el Estado de bienestar francés, instalado desde la quinta república. En consecuencia, y aunque no estemos de acuerdo, obra de manera coherente cuando anuncia medidas de flexibilización laboral y el recorte de beneficios sociales, especialmente dirigidos a coartar el poder del sindicalismo. Pero, nos preguntamos, en materia de política internacional, ¿por qué su alianza con George W. Bush?, ¿acaso nadie le recuerda que José María Aznar, Silvio Berlusconi y Tony Blair siguieron al mandatario norteamericano en su política belicista y terminaron virtualmente echados a patadas de sus cargos? Más en estos tiempos, porque, al fin y al cabo, aquellos siguieron a Bush cuando éste gozaba de su máxima popularidad. Pero, ¿hoy, ¿que es poco más que un cadáver político, perdió a sus principales asesores y el respaldo de buena parte de su partido?Resulta cuanto menos extraño que Sarkozy haya decidido aliarse a Bush en esta nueva cruzada contra Irán, cuando el mundo entero tiembla ante la sola posibilidad de una nueva invasión tras los lamentables ejemplos de Afganistán e Irak. También es llamativa su proclama más reciente, de pasar por alto a la ONU para decidir de manera unilateral la imposición de sanciones contra la República Islámica por su programa nuclear, cuando en 2002/03 la Francia de su compañero de partido, Jacques Chirac, fue la abanderada opositora contra la invasión unilateral a Irak, encabezada justamente por Estados Unidos. Pero más extraño resulta que los franceses lo sigan, acaso cegados por el pánico que les produce aquello de la invasión de los inmigrantes africanos y los desmanes económicos que causa el Estado de bienestar francés, cuando poco antes toda la población gritaba a los cuatro vientos que una acción armada contra el país del entonces presidente iraquí Saddam Hussein era tan injusta como ilegal. Hoy, Francia optó exactamente por el camino contrario al recorrido hace apenas cuatro años, aquél que opta por la fuerza antes que la negociación para cumplir con sus objetivos, a la manera de Bush. En fin, no es correcto en un diario decir que Sarkozy tiene a "un enano fascista" dentro suyo… pero que dan ganas, dan ganas.

jueves, 27 de septiembre de 2007

El pulpo


Él siempre había hecho lo correcto. Se graduó con honores y en el tiempo necesario. Luego comenzó a trabajar. En el medio consiguió a la chica de sus sueños y era tan, pero tan inteligente que su mayor ambición era formar una familia y ser feliz.
Siempre había hecho lo correcto. Su padre lo adoraba, sus hermanos lo respetaban y sus amigos lo querían. Con sus ojos saltones, su baja estatura y su cuerpo macizo desde la secundaria se había ganado el mote de “gordo”. Aunque, y aquí viene la reverencia, sus amigos también lo llamaban “cerebro”, simplemente porque cuando Carlos te decía algo, lo hacía con una fuerte convicción y sólidos argumentos. Y vos, en silencio, pensabas: “¡cómo sabe este tipo!”.
Pero hasta el más perfecto de los seres humanos tiene su momento de debilidad, aquél que nos hace recordar a todos que ese ser al que admiramos tanto también puede caer en excesos, errores y confusiones.
El momento de Carlos llegó en unas aisladas vacaciones en Santa Rosa de Calamuchita, allá en los comienzos del siglo que aún está naciendo. En principio, nada salía de lo normal: una carpa, cuatro amigos, un poco de carne, alcohol a raudales, un jeep para los traslados y la idea fundamental de despejar las mentes en ese paraíso lleno de gente joven… y mujeres.
El primer día no me di cuenta, pero ya en el segundo pude observar como a Carlos se le entrecerraba levemente su ojo izquierdo cada vez que íbamos a la playa. Algunas horas después, las pulsiones ya eran claramente visibles: un bikini, y el Gordo se estremecía de pies a cabeza, mas aún conservaba la cordura acaso porque dentro de su mente primaba la imagen de su amada. Pasó la playa, abundó el alcohol y la noche nos encontró con una amiga que, a su vez, tenía muchas amigas a su alrededor. El asado de presentación no pudo ser mejor, nosotros revoloteábamos como vampiros sedientos alrededor de aquellas jóvenes doncellas, que preferían mostrarse como presas cuando en realidad eran ellas las cazadoras. Pero así estaba bien.
Él, el Hombre que nunca se había equivocado, se dedicó a cocer la carne y, por todos los medios, se abstrajo de esa danza de hormonas que pululaban a su alrededor. Más tarde, ya con la confianza a pleno entre los dos grupos que tenían el destino de una noche en sus manos, Carlos comenzó a perder la compostura. Llegaron los concursos de fondos blanco, pero Carlos se mantenía al margen, aunque ya se reía con el resto. Luego comenzó la ronda de bar en bar, y Cerebro ya era definitivamente uno más del grupo. Su testosterona podía palparse. Con esos ojazos enormes seguía en detalle a cada niña que se cruzaba frente nuestro, y sólo algunos minutos más tarde ya nos comentaba en voz baja las características de las bellezas que tenía ante sí. A este ritmo, no pasó mucho para que esos comentarios se hicieran directamente sobre el destinatario. Es decir, sobre esas chicas que caminaban alegremente por la noche serrana.
La Vaca Echada, el célebre boliche de Santa Rosa, fue el destino del grupo de amigos, porque ya era uno solo. Nos tomamos unos minutos para reconocer la arquitectura del lugar y nos mezclamos con la jauría, como quienes necesitan un instante para sumarse a un banquete infernal.
A esas horas, Carlos ya estaba totalmente desbocado. Entre el deseo que nacía ferviente de sus entrañas y la peligrosa mezcla de alcohol con energizante no pudo contener las toneladas de libido acumuladas en una vida entera y se abalanzó como un predador sobre absolutamente todas las mujeres de la discoteca.
Empezó con un tímido “¿querés bailar?”, continuó con piropos de baja calidad poética: “¿qué pasa, hay huelga en el cielo que los ángeles están en la tierra?”; para finalizar ya con un lamentable “adiós corazón de arroz… ¡esta que me cuelga es para vos!”. En todas esas instancias, Carlos lo intentó todo. Fue simpático, sagaz, mentiroso, prepotente y hasta un hábil bailarín, pero no pudo obtener el favor de ninguna de las mujeres que habitaban aquel antro.
Quizás porque no tuvo suerte, quizás porque su deseo sólo era pasar una noche de desenfreno pero mantenerse fiel a su amada. Lo cierto es que, esa noche, Carlos dejó la perfección de lado. O, más bien, se comportó como lo que era: un joven brillante que cada tanto se toma la licencia de comportarse como uno más en la multitud.

Pasó la noche. Nosotros, sus amigos, que también habíamos acabado solos, debimos ayudarle a regresar al camping pues Carlos apenas si podía caminar. Al día siguiente, nos comportamos como cualquiera se comportaría cuando su amigo pasa una noche alocada, prohibida: con crueldad. Y Carlos lo aceptó con hidalguía. Sabía que él sería el centro de todas las bromas cuando el grupo se sentara a repasar las anécdotas de una noche increíble.
Sabía, sí, pero no contaba con nuestra particular manera de hacernos burla. “¡Si no nos pagás un asado le contamos a tu novia lo que hiciste!”, vociferábamos entre risas. “La próxima vez que nos juntemos, tratá de que tu novia no entienda ninguna indirecta… ¡pulpo! ¡No nos dejaste avanzar a ninguna mina!”, decía otro. Y así se sucedían las gastadas, una tras otra, hora tras hora. Carlos, que se supone un tipo inteligente, cayó en la trampa, pues en un momento hasta pensó que sus amigos de toda la vida podrían traicionarlo en serio. Temió en un momento de poca lucidez que quienes más quería podrían revelar su secreto: se había portado mal. En realidad no se había portado mal, pero lo había intentado con todas sus energías.

Terminaron las vacaciones y el regreso de Carlos fue en el más absoluto de los silencios, mientras sus amigos continuaban con las burlas de rigor. A Carlos cada palabra le entraba por sus oídos como una aguja caliente. Le dolían.
De pronto, a poco de regresar a Córdoba, un miedo indescriptible invadió su alma con la misma violencia con la que el mar golpea las rocas en algún acantilado perdido en el universo. “Mi novia no se puede enterar”, pensó. Pero tras un pequeño trabajo de deducción, entendió que se había portado bien, que no tenía nada que esconder porque fue fiel a su amada.
Ante la posibilidad de que las bromas y los chistes hicieran referencia a cosas que no habían pasado, apenas llegó a la ciudad fue a ver a su novia, la miró fijo a los ojos y le dijo, con la voz entrecortada: “Amor de mi vida, que con tus ojos iluminas mi camino, el sábado en Santa Rosa me alcé un pedo de novela. Todo lo que te digan los chicos son mentiras. Te amo”.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Agendas prioritarias


Una de las teorías más lúcidas sobre los medios de comunicación de masas es la del Establecimiento de la agenda, o la Agenda Setting (Donald Shaw). Básicamente, la Agenda Setting indica que la cantidad de información que nos brinda la realidad jamás podrá ser incluida en un diario o un informativo (radial o televisivo). Por lo tanto, normalmente se realiza una selección de los temas que serán mostrados al público, de acuerdo siempre al criterio del mass media, claro está, pues de acuerdo a esta teoría los medios masivos de comunicación no pueden decirnos cómo pensar, pero sí sobre qué pensar.Y esto es lo que nos importa, porque ya estamos acostumbrados a que los grandes medios nos impongan la agenda de acuerdo a su criterio, pues todo el mundo lo tiene. Además, esta frase nos aclara que desde el vamos la objetividad no existe, pues sólo con elegir cuál será la noticia de tapa, un medio o una persona ya está siendo subjetiva. Pero de todos modos, a conciencia de que es inevitable no opinar sobre algún tema, el quid de la cuestión pasa en saber cuál es el motivo para realizar esa selección. Y aquí ya entramos en el terreno de los intereses que manejan (a) los mass media y que los lleva a diagramar tal o cual Agenda Setting.¿Qué habría sido de la invasión a Irak de no existir ese poderoso sustento mediático que ayudó a los norteamericanos a convencerse de la amenaza nuclear que representaba Irak? Nada. Hubiese sido sencillamente imposible, pues efectivamente el único método que sostuvo aquella empresa fue la alianza con los medios de comunicación de masas más importantes del mundo. O mejor dicho la sumisión de los mass media a los intereses de la Casa Blanca, que a su vez está sumida a los intereses particulares de un grupo de personas. Hoy, cuando han pasado ya cuatro años de aquella brutal invasión, y ante la evidencia de los hechos (Irak jamás fue un peligro nuclear), el propio Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos de 1987 a 2006, admitió que la verdadera motivación de la acción armada fue el petróleo, y no la defensa de la humanidad. Tampoco tiene defensa la actualidad de las sufridas tropas norteamericanas, que vivieron en carne propia aquella mentira de "cuando derroquen a Saddam los van a tratar como a dioses". Todo lo contrario, la verdad fue "gracias por derrocar a Saddam, pero ahora vuelvan a casa o sufran las consecuencias", y sólo en algunos casos, pues en otros fue aún peor.Pero eso no es todo, y aquí va una severa advertencia: debemos estar atentos a la nueva agenda de los mass media. ¿O acaso algún lector desprevenido piensa que los reveladores informes sobre los planes norteamericanos para atacar a Irán salieron a la luz justo ahora, por coincidencia o sagacidad periodística?

martes, 18 de septiembre de 2007

Sólo una vez (por semana)


Hugo, Paco y Luis habían salido esa noche simplemente a matar el tiempo. No tenían un plan determinado, ni siquiera expectativas, sólo se sentían como aquellos que realizan alguna actividad más por costumbre o por miedo a quedarse solos entre sus pensamientos que por convicción. Era el último día de una extensa semana laboral y los tres tenían deseos de distraerse un poco. Tomar alguna cerveza, ver mujeres hermosas, hablar de la vida y luego volver a casa. Simplemente eso. Salieron al barrio estudiantil, aquél que acostumbraban visitar siempre que podían, pues contaba con una infinidad de bares que ofrecían una variada oferta, tanto de estilos como femenina. Eligieron uno de ellos, se sentaron en una mesa y se dispusieron a conversar y mirar, con la misma energía. Sin embargo, no contaban con que esa noche de verano ofrecía un intenso calor, con el inconveniente que trae consigo: cuando la temperatura es elevada uno tiende a transpirar mucho y, para recuperar ese líquido perdido, el cuerpo, esa máquina perfecta, nos lo demuestra a través de la sed. Si bien lo que acabo de explicar es lo más normal y acaso básico del mundo, en una noche de alcohol puede tornarse peligroso, pues esa demanda de líquido no se sacia con agua, sino con cerveza o fernet con coca. Así fue como pasaron algunas horas y Hugo, Paco y Luis comenzaron a sentir los primeros efectos del alcohol, esos que a uno le exaltan la felicidad y le quitan las ganas de volver a casa. Ya con las inhibiciones guardadas en algún arcón perdido, nuestros héroes comenzaron a rondar entre bar y bar como fieras hambrientas que pretenden saciar su deseo cueste lo que cueste. Bailaron, posaron para alguna cámara inexistente como si fuesen lindos, contaron chistes, recitaron poemas, mintieron en cuanto a su fortuna; en fin, intentaron toda clase de peripecias para lograr el favor de alguna bella muchacha, pero no lo lograron. A medida que pasaban las horas y el consumo de alcohol no mermaba, el concepto de belleza varió radicalmente, y para las cinco de la mañana todo aquello que se pareciese a una mujer era bello. Ya ni siquiera había un máximo entendible de kilogramos ni la más mínima pretensión de facciones o curvas. Lo que sea, literalmente, estaba bien. Tanto para Hugo, como para Paco y Luis. Pero todos los esfuerzos fueron infructuosos: nada, ni nadie quiso cuanto menos intercambiar unas palabras con ellos. El jueves hacía rato que se había hecho viernes, el sol amagaba con asomarse y ellos estaban solos. Y así tendrían que dormir. Aparentemente. Poco después, uno de ellos fue invadido por la cordura y propuso que la noche había terminado, por lo tanto, ya era hora de emprender la retirada. Estaban demasiado borrachos como para continuar en otro lado y tenían la plena certeza de que no podrían de ninguna manera conocer a una chica. Definitivamente, no era su noche. Los tres lo entendieron así, salieron del enésimo bar e iniciaron el regreso a casa. Recorrieron una cuadra, entre tropezones, para llegar al automóvil en el más absoluto silencio. Era el silencio de la derrota. Sin embargo, nunca sabremos si fue durante aquella eterna caminata o sobre el rodado que los trasladaría a casa que uno de ellos lanzó la idea a los demás: amor de alquiler. O, palabras más simples, ir de putas. Casi sin discutir, nuestros héroes pusieron manos a la obra y realizaron una rápida puesta en común para decidir, con el espíritu renovado, cuál sería el destino. Que yo conozco una wisquería con lindas chicas y buenos precios por allá, decía uno; pero la que está en aquél otro lado es mejor, retrucaba el otro. Luego de más de media hora de un debate encendido decidieron acudir al más cercano, pues, no olvidemos, estaban completamente borrachos, y no es fácil manejar en ese estado. El tugurio en cuestión estaba ubicado en calle 9 de Julio, a pocos metros de La Cañada. Quienes lo conocen, dicen que combina tres cuestiones básicas para este tipo de comercios: precio, calidad y poco tiempo de espera. A los pocos minutos, ya habían arribado al local, pero se encontraron con la sorpresa de que la disponibilidad no era la ideal; apenas una chica podría hacerles el favor y a todos juntos. Paco y Luis aceptaron inmediatamente, pero a Hugo lo remordió la conciencia, y el bolsillo, pues no era para nada accesible. Así fue como dos de nuestros héroes acudieron sin pensarlo a la habitación del amor, donde serían atendidos como lo que eran: dos borrachos absolutamente desesperados que terminarían aquella aventura más entre risas y eructos que extasiados de placer. Hugo, mientras tanto, esperó pacientemente en la sala de entradas, hasta que una de las prostitutas le pidió que fuese a otro lado porque esperaban más clientes. Entonces, Hugo, que era el encargado de sostener los bolsos de sus amigos, no tuvo más remedio que encerrarse en el baño, rodeado de bártulos, y reírse de sí mismo por la situación: estaba en sentado sobre el excusado de un prostíbulo, esperando a que Paco y Luis terminaran con aquella deliciosa prostituta. Pasada la anécdota, a la semana siguiente cuando regresaron al trabajo, los tres, entre risas, juraron que jamás volverían a hacer una cosa por el estilo. Hasta el jueves siguiente, claro.

jueves, 13 de septiembre de 2007

El mismo conflicto


La victoria de Salvador Allende en las elecciones chilenas, en 1970, polarizaron a un país que poco después decidiría su destino sobre la base del terror. Entre esos extremos se encontraba una masa desprotegida que exigía igualdad o, al menos, mayores oportunidades para progresar, mientras que en el otro podía verse a las clases medias y altas, aterradas por la llegada de un socialista al poder, con el fantasma de Cuba siempre presente. El resultado ya es conocido: el 11 de septiembre de 1973, un general, Augusto Pinochet, traicionaría a sus comandantes (entre ellos un tal Alberto Bachelet, el padre de la actual presidenta Michelle Bachelet) y tomaría el poder con la vital ayuda de Henry Kissinger. Y la historia conocida continuó: Pinochet se encargó de imponer las medidas que abrirían paso al neoliberalismo, pero en 1988 el clamor popular por democracia y la falta de apoyo norteamericano lo llevaron a tomar la difícil decisión de hacerse a un costado y llamar a elecciones. Llegaron los comicios y ganó la Concertación Democrática, una alianza entre el socialismo y la Democracia Cristiana. Hasta allí, Chile no cambió un ápice de las recetas impuestas por el viejo general, hoy fallecido. Es más, se transformaría en el orgullo del poder central, pues fue el único país de la región que no sufrió una debacle social y económica a causa de ese sistema. Sin embargo, el paso del tiempo demostraría que la población, de a poco, ya se estaba cansando de celebrar los éxitos macroeconómicos sin palpar de manera tangible sus bondades. La deuda interna hacía estragos en un país que no escapa del factor común en toda América latina: la desigualdad social. Así llegó al poder Michelle Bachelet, con un fuerte discurso que apuntaba precisamente a limar esas diferencias aunque no se atrevía a dejar de lado un camino que ya superaba los 30 años -especialmente por la fuerte resistencia dentro de la misma Concertación-. Pero los años de gobierno demostraron que la presidenta aún no cumplió con su promesa. Presa de la imposibilidad de hacerlo por la fuerte estructura creada a su alrededor o bien por incapacidad, lo cierto es que Chile poco ha cambiado y ese reclamo ya se está transformando en acción. Desde el domingo, miles de chilenos salieron a las calles para hacer sentir su voz, con la bandera de Salvador Allende entre sus manos como el pretexto ideal para hacer valer su descontento. El resultado también es conocido: fuertes enfrentamientos con la policía y hasta un muerto. Los intelectuales sostienen que la historia no es circular, y tienen razón, pero la realidad nos demuestra que pese a la sangre que tiñe los suelos, en esencia, poco ha cambiado. El sueño de Allende y de tantos otros todavía no se ha cumplido, y nosotros no aprendimos la lección.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Solo en el mundo


La última década estuvo marcada por la unipolaridad mundial, la guerra contra el terrorismo y la aparición de movimientos alternativos a ese dominio exclusivo, especialmente en latinoamérica. En 1997, Estados Unidos todavía tenía dinero para comprar el mando mundial –sin recurrir exageradamente a las armas-, en Venezuela gobernaba Rafael Caldera, Rusia aún no se había recuperado y en el Reino Unido asumía el poder un político progresista llamado Tony Blair, el primer ministro más joven de la historia británica que diez años después dejaría el cargo hostigado por su partido y convertido en un conservador.
¡Cómo pasa el tiempo!
Cuando Hoy Día Córdoba recién daba sus primeros pasos el mundo estaba acomodándose al violento cambio que significó el hundimiento de la Unión Soviética y la asunción de Estados Unidos como potencia hegemónica. En otras palabras, por primera vez en mucho tiempo teníamos un mundo unipolar, con las consecuencias que, sabemos, acarrearía. Recién salíamos de la Guerra de los Balcanes y la realidad ya era clara: la unipolaridad socavaría irremediablemente las entidades supranacionales y, al mismo tiempo, reduciría la equidad mundial, hablando del trato entre estados, claro está. Y así fue, porque a partir de 1997 se notó cada vez con más fuerza la influencia estadounidense sobre todos los países del mundo, incluso Asia y Rusia, acaso las regiones que representaban –y representan- un peligro inminente para al imperio.
Pese al contexto, durante la presidencia de Bill Clinton la Casa Blanca no había experimentado la necesidad de desencadenar todo su arsenal –léase político y militar- sobre el resto de la humanidad, bien porque no era necesario ya que había una cierta estabilidad mundial y bien porque la gestión Clinton no era especialmente belicista, pese a que había participado en varias acciones armadas, tal vez algo imposible de evitar para un estadounidense.
Pero pronto todo cambiaría, pues luego de las polémicas elecciones de noviembre de 2000 (muchos aún denuncian un decisivo fraude electoral en Florida) el Partido Republicano retornó al poder luego de ocho años, representados nada menos que por George W. Bush, la cabeza visible de un grupo de neoconservadores, una palabra que en ese entonces ya sonaba fuerte.
Si bien los primeros meses de la gestión Bush estuvieron caracterizados por un quietismo alarmante, fue después de los atentados a las Torres Gemelas y el Pentágono que el nuevo gobierno encontró su razón de ser, y el resto del planeta sufrió las consecuencias, pues esa unipolaridad de la que hablábamos se llevó hasta un extremo casi intolerable y produjo secuelas sangrientas en sus aliados, como los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid o los del 7 de junio en Londres. A tal punto, que por su propia acción desarrolló la creación de movimientos de resistencia política y hasta un Foro Social Mundial.
Pero, volviendo a lo nuestro, el 11S marcaría un antes y un después fundamental en el contexto mundial porque Estados Unidos acentuaría más que nunca su vocación de potencia hegemónica. Por ello sufrieron estamentos supranacionales creados precisamente para evitar una situación de este tipo. Y en este caso, el ejemplo más sobresaliente es Naciones Unidas (ONU), que más que nunca se reveló como una organización pluralista sólo en su apariencia, pues los temas más delicados se deciden entre las cinco naciones más poderosas con derecho a vetar cualquier medida que tome el plenario, en una tendencia que se repetirá en estos últimos años.
Cada uno defendiendo su postura particular pero de alguna manera socavados por la influencia estadounidense, los miembros con derecho a veto del Consejo de Seguridad de la ONU apoyaron sin chistar, en 2001, la invasión a Afganistán, ya que ahí supuestamente se encontraba el nuevo enemigo público número uno del mundo: Osama ben Laden y su Al Qaeda, el villano que definitivamente reemplazó a la otrora maléfica Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas como el rival a combatir.
Así las cosas, una coalición liderada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), también bajo el yugo estadounidense, desbancó rápidamente del poder al gobierno talibán, que paradójicamente pocos años antes había recibido el decisivo apoyo de la Casa Blanca para expulsar a las fuerzas soviéticas de territorio afgano.
Corría diciembre de 2001 y aquella unipolaricidad mostraba acaso su costado más cruel: el de la guerra contra enemigos fantasmas y una población civil que sufriría –y sufre- en carne propia sus consecuencias.
Pero lo peor estaba por venir, pues un año después haría su aparición protagónica un culebrón que dejaría a la ONU por el suelo: la invasión a Irak.
A mediados de 2002 la inteligencia estadounidense comenzó a buscar justificativos para cumplir con el viejo anhelo de la derecha dura norteamericana: el derrocamiento de Saddam Hussein. Pero tan poco convincentes eran esos argumentos que ni siquiera la obediente ONU podría justificarlos, en especial por la resistencia de tres países con derecho a veto como Rusia, China y Francia, apoyados por la opinión pública mundial con Alemania en la vanguardia. Fue en ese preciso momento cuando la Casa Blanca dejó los formalismos de lado y demostró quién mandaba en el mundo, pues invadió Irak sin la venia de Naciones Unidas y con una coalición un tanto dudosa, que contaba con el apoyo del Reino Unido, España e Italia como actores secundarios, países que sufrirían luego el fracaso de la guerra.
En medio de todas estas discusiones belicistas quedaron otros procesos que cobran mayor importancia hoy en día, cuando Estados Unidos se halla enfrascado en el inexorable fracaso de su aventura iraquí y bajo una crisis política y económica preocupante, que para muchos hasta puede significar el ocaso del imperio.
Decimos en el medio porque también en este decenio es preciso destacar el regreso de Rusia como un actor que amenaza al liderazgo norteamericano, al igual que China, tal vez el país que más ha crecido en estos años. Y a un costado del camino aparecen otros actores como Irán, latinoamérica y los movimientos antiglobalización europeos, que también pretenden introducirse en la discusión de un movimiento alternativo en el mundo, que equilibre el dominio unilateral que hoy ejerce la Casa Blanca.
Europa, por su parte, sufrió las consecuencias de su propia inacción y se encuentra enfrascada en la imposibilidad de llevar a los hechos el significado de Unión Europea (UE), más una unión de mercados que un bloque político, social y económico consistente, tal como lo indica su nombre. Si bien por peso específico jamás dejará de ser parte central en el juego mundial, la población del Viejo Continente está en otra lucha –especialmente la de Europa Occidental-: la de evitar el veloz avance del neoliberalismo que se traduce inmediatamente en la pérdida de viejas conquistas sociales. Pero al mismo tiempo, navega en la eterna contradicción, pues el temor a una avalancha de inmigrantes permitió la llegada de gobiernos duros y conservadores, al mejor estilo neocons estadounidense, para defenderlos del extranjero invasor. Y mientras, cede sumisa al juego estadounidense de agresión constante y Guerra contra el Terrorismo (recordemos sino los vuelos ilegales que realizaba la CIA por el continente transportando a personas sospechadas de terrorismo, ilegalmente secuestradas en Medio Oriente o en propio suelo europeo).
En fin, parece increíble que en tan poco tiempo tanto haya cambiado el mundo. Cuando este diario iniciaba su existencia en América latina todavía seguíamos las fórmulas del FMI y la mayoría de los gobiernos era de neto corte neoliberal, sólo por citar dos nuevos ejemplos. En realidad no tenemos la certeza si los procesos históricos se aceleraron en los últimos años, pero sí estamos en condiciones de afirmar que los últimos diez años encierran en sí mismos infinidad de sucesos que surcaron la historia de la humanidad. Y nosotros, afortunadamente, estuvimos para contarlo.

martes, 4 de septiembre de 2007

El falsificador del Dante Alighieri


Muchos creen que los dichos populares, o refranes, son la fuente de la verdad absoluta. Y, a decir verdad, no están muy equivocados, porque siempre, casi en toda situación cotidiana, hay un refrán para aseverar cualquier tipo de acción. Claro que para llegar a esas verdades no sólo hicieron falta cientos de años, que perfeccionaron esos dichos a las distintas situaciones que vivió el ser humano, sino que además muchos se encuentran enfrentados y significan serias contradicciones entre sí (“más vale pájaro en mano que cien volando” aconseja ser conservador en cada decisión y “el que no arriesga no gana” predica precisamente lo contrario”) que los hacen infalibles, si sabemos cuando utilizarlos. Sin embargo, muchos de ellos pueden hasta servirnos como guía ante determinadas circunstancias. Y para finalizar con este preludio que ya se está haciendo más largo de lo indicado, cerraremos con decir que la historia que hoy nos convoca parte de un conocido refrán: “la mentira tiene patas cortas”.

El Grandote Intrépido recorría el Ecuador de la enseñanza secundaria con dos certezas contradictorias: debía cumplir con su única obligación que era finalizar el año escolar sin inconvenientes mayores y, al mismo tiempo, tenía la obligación intrínseca de comportarse como un adolescente rebelde y lleno de hormonas, que sólo ve lo que está delante de sus narices y hace caso omiso a aquello tan abstracto que los adultos llaman futuro. Así, entre una certeza y otra, el Grandote Intrépido navegaba entre su inevitable fracaso escolar y el oportuno disimulo ante sus padres, muy conservadores y preocupados por la opinión del entorno, por cierto.
Ya corría el mes de octubre y el colapso era inminente: el último reporte vaticinaba una catarata de materias con bajo promedio, que irremediablemente acabarían en diciembre, aquél mes tan temido en el secundario. En ese entonces, el Grandote Intrépido sabía que le esperaban dos meses de reclusión perpetua, pues sus progenitores de ninguna manera permitirían que el primogénito fuera un desastroso estudiante. Así las cosas, el período octubre-diciembre se basó en el concepto peronista de las épocas de crisis: “De la casa al trabajo y del trabajo a la casa”, sólo que en este caso no había trabajo, sino escuela. Lejos quedaron los abril, mayo, junio, julio, agosto y septiembre de libertinaje y delirio adolescente. Con la pesada mochila de lo que ya era un mal año, nuestro héroe debía hacer caso a su conciencia y sentarse a estudiar como Dios manda. Pero, sabemos, el cerebro de un adolescente es demasiado complejo o demasiado simple como para hacer caso a las reglas, y nuestro simpático Grandote Intrépido se las ingenió para gambetear los libros y hacer realidad los presagios: diez materias a rendir en diciembre. Pero eso no era todo, pues a ello lo acompañaba una buena cantidad de amonestaciones que hasta ponían en peligro su permanencia en esa prestigiosa institución italiana en el siguiente año lectivo. En consecuencia, debía ser un ángel no tanto para pensar en su futuro, sino para salvarse de sus padres en el presente.
Llegó diciembre, el mes fatídico, y el Grandote Intrépido lo encaró con la valentía que lo caracterizaba, aquella que lo hacía un jugador de básquet de excepción, una práctica olvidada en esos momentos de intenso estudio. Con mucho encono y tesón pudo salvar nada menos que cinco materias, el cincuenta por ciento de lo que adeudaba, mas no era suficiente, ya que para marzo le habían quedado otras cinco y, sí o sí, necesitaba aprobar por lo menos tres más. Al mismo tiempo, sabía que si sus padres se enteraban de su situación escolar se perdería el verano, el mejor momento de un adolescente con novia y muchas amigas. Nuestro héroe se hallaba en una verdadera encrucijada, pues o se perdía el verano o repetía el año. Y, en ambos casos, estaba muerto.
Ante semejante panorama, el Grandote optó por la salida que elegiría cualquier adolescente: la más estúpida. El plan era simple: convencer a sus padres de que no debía tantas materias a marzo. Para lograrlo, era necesario inmiscuirse en la dirección y hurtar un reporte en blanco, para así poder llenarlo como corresponde y, ante sus padres, suplantarlo por el original. Ya con la decisión tomada, el Grandote Intrépido se acercó en cada recreo durante varios días a la Dirección de su escuela, hasta que una vez la vio vacía y se dio cuenta de que era su gran oportunidad. Sin vacilar ni un segundo, se dirigió con la mayor naturalidad posible a la sala en donde se encuentra la máxima autoridad del establecimiento y comenzó a hurgarla hasta dar con las libretas. Una vez con el reporte en su poder, buscó rápidamente el sello de la dirección y más tarde tendría la ardua tarea de llenar todo los casilleros en blanco, con calificaciones positivas, claro.
La falsificación del reporte, que en esta columna llamaremos travesura, salió a la perfección y el Grandote Intrépido pudo gozar de un verano tal cual lo había soñado. Pero los meses de placer pasaron y, nuevamente, el Grandote se encontró ante la disyuntiva de tener que estudiar cinco materias y que sus padres crean que son sólo dos. Al mismo tiempo, su conciencia comenzaba a hacer estragos en su mente, porque si no hacía algo al respecto, como pedir ayuda a sus padres, indefectiblemente perdería el año escolar. Ya transitaba febrero y el Grandote Intrépido debía hacer algo pronto.
Y como todo hombre valiente, decidió encarar el peligro mirándolo directo a los ojos. En otras palabras, le diría a sus padres que había falsificado la libreta y se pondría a disposición de cualquier tipo de castigo. Claro que, dentro de todo, había que minimizar el impacto de semejante noticia. Entonces, pensó que lo más acorde sería revelar su terrible secreto con otras personas presentes, así por lo menos el ataque de ira inicial que tendrían sus padres no se traducía en golpes directos. Y la mejor ocasión era una cena familiar que se realizaría en su casa en los próximos días.
Todo estaba perfectamente planeado. Llegó el almuerzo y el Grandote Intrépido sabía que debía revelar su secreto lo antes posible, así pasaba mucho tiempo hasta que se fueran todos y, en una de esas, no sufría demasiado castigo inmediato –sabía que en el mediano plazo era imposible salir impune-. Esperó a que se sentaran todos a la mesa y, parándose bien erguido realizó el anuncio: “Mamá, papá, hermanos, tíos, primos, debo anunciarles que les mentí a todos. Me llevé cinco materias a marzo y, para no recibir castigo alguno, falsifiqué el reporte para que ustedes creyeran otra cosa. Ahora, como un hombre, afronto mi problema pero les pido ayuda o perderé el año irremediablemente”.
En ese entonces el Grandote Intrépido ya era amigo mío, pero, recuerdo, no lo vi por dos años.