
La amenaza turca sobre el Kurdistán iraquí revivió un debate que tiene ya 30 siglos: la independencia kurda. En efecto, este pueblo ha sufrido repetidas invasiones y ha visto cómo los sucesivos levantamientos independentistas fueron aplastados por el poder de turno de cada época. Pese a que fueron conocidos como valientes guerreros, y hasta su propio nombre hace honor a ello (la palabra kurdo significa héroe en persa) su histórica falta de organización les impidió forjar un destino común cuando aún podían hacerlo. Porque, claro, hoy se sabe que el Kurdistán tiene en su suelo las mayores reservas petrolíferas de Medio Oriente, y con ello, su mayor condena, ya que ningún gobierno en su sano juicio aceptará la independencia con la pérdida económica y de territorio que representa. Así reaccionó Turquía a la avanzada independentista llegada del norte iraquí, que podría representar un peligro para la estabilidad de los 14 millones de kurdos que habitan tierras turcas. Ni siquiera la desaprobación estadounidense, acaso su principal aliado, pudo con la convicción de mantener a raya a una numerosa minoría. No dudaron ni un segundo en lanzar ataques aéreos y amenazar con una incursión armada contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que al parecer tiene ahora sus bases asentadas en Irak. Pero aquí es donde la situación se complica, porque la decisión del gobierno turco constituye también un desafío intencional a la Casa Blanca, temerosa de que un ataque en el Kurdistán iraquí erosione las relaciones con su principal aliado dentro del país invadido e impida a sus empresas la extracción de petróleo en el único lugar de Irak en el que pueden hacerlo de manera más o menos pacífica. En consecuencia, Estados Unidos se encuentra en un profundo dilema, porque si las presiones que seguramente aplicará sobre Turquía no son suficientes deberá tomar cartas en el asunto si no quiere perder definitivamente a Irak. Otro motivo de disenso entre turcos y norteamericanos es la proclama tomada por el Congreso en Washington sobre clasificar como genocidio a la matanza de armenios por parte del imperio otomano a comienzos del siglo pasado. Sabemos que pese al paso de los años este tema aún es delicado para Turquía, que se niega a aceptar una responsabilidad mayor sobre aquél hecho que sin ninguna duda se trató de un genocidio.En fin, intereses políticos a un lado, lo cierto es que el Kurdistán no será una nación independiente mientras se encuentre enclavado en la región más volátil de la historia de la humanidad y encierre dentro de sí las innumerables riquezas que posee. Porque, como decíamos al principio, su mayor virtud es acaso su peor desgracia.
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