
En periodismo gráfico, a veces, la inevitable tiranía del espacio nos impide explayarnos como desearíamos sobre un tema. Y por temor a no poder abarcarlo por completo, en ocasiones tendemos a omitirlos. Algo de esto sucede con muchos procesos históricos, que por muy complejos o extensos no pueden ser explicados en detalle, pese a que ese sea nuestro deseo. Sin embargo, siempre hay una buena razón para sacarlos a la luz, aunque sea como una humilde introducción hacia un tema por demás interesante.
En este caso, esa especie de pretexto llega a través de la fecha, pues un 16 de julio de 1947 el Parlamento británico dictaba la independencia de una de sus colonias más importantes: la India. Hecho que, a su vez, nos abre la puerta hacia uno de los procesos independentistas más particulares de la historia, pues su mayor fuerza no provino de las armas, pese a que las hubo, sino de la paciencia, la movilización popular y la desobediencia civil, en una notable expresión de ciudadanía de parte de un pueblo que precisamente no la tenía, sino que la buscaba.
Los primeros pasos
Si bien sería imposible detallar la cantidad de invasiones y cambios que sufrió una civilización que nació hace unos 3.000 años, podemos afirmar que la relación entre la India y el Imperio Británico comenzó en 1.619, cuando el ejército británico comandado por Robert Clive derrotó al nabab de Bengala, estableciendo en esa región a la Compañía Británica de las Indias Orientales. A partir de allí, el Reino Unido regentearía la región imponiendo un rey obediente en el poder.
Pero, tarde o temprano, las ansias de independencia comenzarían a cobrar fuerza. Y ese momento fue casi 250 años después, más precisamente en 1857, a través de la revolución de los cipayos, comandados por Rani Lakshmi Bai, reina de Jhansi. Pese a que el intento duró apenas un año, cuando los británicos derrotaron a la reina y restauraron el orden, la llama ya se había encendido.
En ese entonces, la estrategia elegida por Londres fue la de endurecer su posición hacia los indios. Primero, tomaron directamente las riendas del país, instaurando la figura del virrey nombrado por el Parlamento británico y aboliendo la Compañía Británica de la India Oriental, que había funcionado por dos siglos y medio. Paralelamente, se premiaría a aquellos indios leales a la corona, reconociéndoseles el mismo trato bajo la ley que a los británicos. Pero la semilla de la desconfianza ya había germinado.
La tímida estabilidad entre invasores e invadidos luego de la revolución de los cipayos perduró hasta 1919, cuando la paranoia británica terminó por destrozar el equilibrio en la India. En ese año, una comisión especial promovió la creación de la Ley Rowlatt, creada para investigar una supuesta conspiración contra la corona. Ella otorgó al virrey poderes extraordinarios para reprimir cualquier acto que pudiese ser considerado sedicioso, lo cual incluía el silenciar la prensa, detener a activistas políticos sin orden judicial y arrestar a cualquier persona que fuese sospechosa de rebeldía.
Paradójicamente, el chispazo que encendió el inicio de la revolución fue precisamente el dictado de la norma, pues en protesta se llamó a una huelga general que derivó en la masacre de Amristsar en Panyab, cuando el comandante británico, el general de brigada Reginal Dyer, ordenó disparar contra una multitud de 10.000 indios, quienes se habían congregado en un jardín amurallado llamado Khallianwala Bagh para celebrar el festival hindú de Baisakhi, sin estar conscientes de la existencia de una orden marcial. Los muertos ascendieron a 379 y los heridos a1.137. El daño ya estaba hecho.
Ghandi, conductor e ideólogo
Pocos podrían haber adivinado que aquel joven y tímido abogado se convertiría en el mentor de una revolución única en su especie, por su carácter pacifista. Fue en Sudáfrica, en 1893, cuando comenzó a representar a trabajadores indios, con el objetivo de que sean tratados igualmente ante la ley. Esa experiencia profesional poco a poco cobró mayor repercusión, y el abogado transformó una simple representación legal en una cuestión de principios. Su principal misión fue eliminar la discriminación racial contra los indios y el trato abusivo que recibían los trabajadores por parte de los patrones. Y luego de varios meses de protestas pacíficas y de miles de detenciones, logró su cometido, pues el regente de Sudáfrica, General Jan Smutts, liberó a los prisioneros y abolió la legislación que permitía el abuso a los trabajadores.
Ya de regreso a la India, Ghandi en un principio no abogaba por la total independencia de su país, sino por una mayor protección por parte del imperio, porque en plena Primera Guerra Mundial era necesaria la protección británica. Pero fue bajo la tutela de Gopal Krishna Gokhale que el joven Mohandas (más tarde sería llamado Mahatma o “Alma grande”) comenzó a recorrer el país y a adentrarse en los verdaderos problemas de una población sometida al yugo británico. Pese a no contar con apoyo de los líderes indios, Ghandi creía que era necesario recurrir a la desobediencia civil, llamada satyagraha. Es decir, echar mano a grandes manifestaciones, huelgas y a quitar toda cooperación con un Estado corrupto, pero sin violencia. Fue después de la masacre de Amristsar y de algunas victorias concretas cuando la estrategia de Mohandas comenzó a ganar adeptos.
Sin embargo, al poco tiempo algunos actos de violencia como el linchamiento de policías durante las protestas despertaron temores en el líder pacifista, porque su revolución corría peligro de descontrolarse por completo. Luego, fue arrestado por dos años debido a su desobediencia civil, tras lo cual se marchó hacia Ahmedabad, a las orillas del río Sabarmati, donde fundó un periódico llamado "Joven India", y vivió unos años virtualmente retirado.
Durante su corta ausencia, el ejemplo de Ghandi conquistó a millones de adeptos, varios de ellos decididos a tomar la posta dejada por el Mahatma. Paralelamente, el espectro político indio se amplió considerablemente con la aparición de varios partidos provenientes de diferentes ideologías. Al mismo tiempo Gran Bretaña admitió implementar reformas civiles, que darían a los ciudadanos indios mayores derechos, similares a los de los británicos. Pero no fue suficiente, porque la movilización hacia la independencia era ya incontenible.
A tal punto de madurez había llegado el movimiento independentista, que el Partido del Congreso nombró al 26 de enero de 1930 como el día de la independencia India. Mientras, Ghandi salía de su reclusión para liderar la célebre Marcha de la Sal, que uniría a pie los 400 kilómetros que separaban a su comuna Ahmadabad, de Dandi, en la costa de Gujarat. El motivo de la protesta fue precisamente el que le dio el nombre, pues se realizaba contra los impuestos sobre la sal. La ola de protestas culminó con una violenta represión y la detención de 100.000 personas, entre ellas, claro, el propio Ghandi.
Un año después el líder sería puesto en libertad y viajaría al Reino Unido para una conferencia con el poder británico realizada en Londres, que terminaría con un rotundo fracaso y el retorno a la desobediencia civil en la India. En los años siguientes, el Partido del Congreso y el gobierno se enfrentaron en diferentes conflictos y negociaciones hasta que se logró la Ley del Gobierno de la India en 1935.
Ya en 1939 el gobierno británico decidió el ingreso de la India en la Segunda Guerra Mundial, cuestión que dividió las aguas en el país, pues algunos creían que con al cooperación en la guerra se obtendría a cambio la independencia, mientras que otros opinaban que no conduciría a ello.
El golpe de gracia
El movimiento Bharat Chhodo Andolan (Abandonen la India) fue la acción más organizada y definitiva para lograr la independencia a través de la desobediencia civil. Este movimiento fue iniciado por Gandhi el 8 de agosto de 1942, y tuvo un mayor impacto pues Gran Bretaña estaba envuelta en la Segunda Guerra Mundial y, por otra parte, el objetivo era directamente la salida de los británicos de India. La movilización cobró vigor luego de que el Reino Unido rechazara el ofrecimiento del Partido del Congreso: participar en la guerra, pero a cambio de la independencia.
La medida engendró una violenta reacción británica, que temía por el avance japonés hacia la colonia y la huelga generaba inconvenientes para conseguir reclutas. Además de una brutal represión, la corona encarceló a Ghandi y a toda la cúpula del Partido del Congreso por tres años. Pero esta decisión fue en realidad la más cara, porque no hizo otra cosa que avivar la desobediencia civil de los indios, inclusive con algunos severos actos de violencia callejera como los atentados contra objetivos británicos.
Ya por ese entonces la guerra había diezmado considerablemente los recursos económicos británicos, y si bien podría deducirse que esta situación empujaría a los británicos a sostener el carácter colonial de la India, en el país la revolución ya estaba en camino, y su concreción era sólo cuestión de tiempo.
A principios de 1946 todos los detenidos políticos habían sido liberados y los británicos adoptaron una política de negociación con el Partido Nacional del Congreso. En esta ocasión ayudó en gran medida la victoria en el Reino Unido del Partido Laborista en 1945, ya que esta corriente era más propensa a facilitar la independencia.
Y así fue, pues el 16 de julio de 1947 el Parlamento británico votó por la independencia, que se hizo efectiva el 15 de agosto de ese mismo año.
Mountbatten, el otro libertador
Si Ghandi fue el hacedor de la independencia India, Louis Mountbatten, conde de Burma, fue el líder británico que facilitó esa empresa. Mountbatten, designado por el primer ministro Clement Attlee como último virrey de la India, en menos de dos meses logró entablar un diálogo con los jefes de la India, sentar las bases de un acuerdo, persuadir a sus interlocutores para que lo aceptasen, y, por último, persuadir a todos los líderes británicos para apoyar la independencia india. “Necesitaba forzar el acontecimiento. Sabía que debía obligar al Parlamento británico a votar la ley concediendo la independencia antes de sus vacaciones de verano si quería continuar controlando la situación. Estábamos sentados encima de un barril de pólvora al borde de un volcán. No sabíamos cuándo se produciría la explosión”, diría más tarde sobre aquel proceso. Incluso la fecha de la independencia tuvo un significado para Mountbatten, quien eligió el 15 de agosto porque coincidía con la capitulación japonesa en Birmania, cuando él lideraba el Comando Aliado del Sureste Asiático.
En este caso, esa especie de pretexto llega a través de la fecha, pues un 16 de julio de 1947 el Parlamento británico dictaba la independencia de una de sus colonias más importantes: la India. Hecho que, a su vez, nos abre la puerta hacia uno de los procesos independentistas más particulares de la historia, pues su mayor fuerza no provino de las armas, pese a que las hubo, sino de la paciencia, la movilización popular y la desobediencia civil, en una notable expresión de ciudadanía de parte de un pueblo que precisamente no la tenía, sino que la buscaba.
Los primeros pasos
Si bien sería imposible detallar la cantidad de invasiones y cambios que sufrió una civilización que nació hace unos 3.000 años, podemos afirmar que la relación entre la India y el Imperio Británico comenzó en 1.619, cuando el ejército británico comandado por Robert Clive derrotó al nabab de Bengala, estableciendo en esa región a la Compañía Británica de las Indias Orientales. A partir de allí, el Reino Unido regentearía la región imponiendo un rey obediente en el poder.
Pero, tarde o temprano, las ansias de independencia comenzarían a cobrar fuerza. Y ese momento fue casi 250 años después, más precisamente en 1857, a través de la revolución de los cipayos, comandados por Rani Lakshmi Bai, reina de Jhansi. Pese a que el intento duró apenas un año, cuando los británicos derrotaron a la reina y restauraron el orden, la llama ya se había encendido.
En ese entonces, la estrategia elegida por Londres fue la de endurecer su posición hacia los indios. Primero, tomaron directamente las riendas del país, instaurando la figura del virrey nombrado por el Parlamento británico y aboliendo la Compañía Británica de la India Oriental, que había funcionado por dos siglos y medio. Paralelamente, se premiaría a aquellos indios leales a la corona, reconociéndoseles el mismo trato bajo la ley que a los británicos. Pero la semilla de la desconfianza ya había germinado.
La tímida estabilidad entre invasores e invadidos luego de la revolución de los cipayos perduró hasta 1919, cuando la paranoia británica terminó por destrozar el equilibrio en la India. En ese año, una comisión especial promovió la creación de la Ley Rowlatt, creada para investigar una supuesta conspiración contra la corona. Ella otorgó al virrey poderes extraordinarios para reprimir cualquier acto que pudiese ser considerado sedicioso, lo cual incluía el silenciar la prensa, detener a activistas políticos sin orden judicial y arrestar a cualquier persona que fuese sospechosa de rebeldía.
Paradójicamente, el chispazo que encendió el inicio de la revolución fue precisamente el dictado de la norma, pues en protesta se llamó a una huelga general que derivó en la masacre de Amristsar en Panyab, cuando el comandante británico, el general de brigada Reginal Dyer, ordenó disparar contra una multitud de 10.000 indios, quienes se habían congregado en un jardín amurallado llamado Khallianwala Bagh para celebrar el festival hindú de Baisakhi, sin estar conscientes de la existencia de una orden marcial. Los muertos ascendieron a 379 y los heridos a1.137. El daño ya estaba hecho.
Ghandi, conductor e ideólogo
Pocos podrían haber adivinado que aquel joven y tímido abogado se convertiría en el mentor de una revolución única en su especie, por su carácter pacifista. Fue en Sudáfrica, en 1893, cuando comenzó a representar a trabajadores indios, con el objetivo de que sean tratados igualmente ante la ley. Esa experiencia profesional poco a poco cobró mayor repercusión, y el abogado transformó una simple representación legal en una cuestión de principios. Su principal misión fue eliminar la discriminación racial contra los indios y el trato abusivo que recibían los trabajadores por parte de los patrones. Y luego de varios meses de protestas pacíficas y de miles de detenciones, logró su cometido, pues el regente de Sudáfrica, General Jan Smutts, liberó a los prisioneros y abolió la legislación que permitía el abuso a los trabajadores.
Ya de regreso a la India, Ghandi en un principio no abogaba por la total independencia de su país, sino por una mayor protección por parte del imperio, porque en plena Primera Guerra Mundial era necesaria la protección británica. Pero fue bajo la tutela de Gopal Krishna Gokhale que el joven Mohandas (más tarde sería llamado Mahatma o “Alma grande”) comenzó a recorrer el país y a adentrarse en los verdaderos problemas de una población sometida al yugo británico. Pese a no contar con apoyo de los líderes indios, Ghandi creía que era necesario recurrir a la desobediencia civil, llamada satyagraha. Es decir, echar mano a grandes manifestaciones, huelgas y a quitar toda cooperación con un Estado corrupto, pero sin violencia. Fue después de la masacre de Amristsar y de algunas victorias concretas cuando la estrategia de Mohandas comenzó a ganar adeptos.
Sin embargo, al poco tiempo algunos actos de violencia como el linchamiento de policías durante las protestas despertaron temores en el líder pacifista, porque su revolución corría peligro de descontrolarse por completo. Luego, fue arrestado por dos años debido a su desobediencia civil, tras lo cual se marchó hacia Ahmedabad, a las orillas del río Sabarmati, donde fundó un periódico llamado "Joven India", y vivió unos años virtualmente retirado.
Durante su corta ausencia, el ejemplo de Ghandi conquistó a millones de adeptos, varios de ellos decididos a tomar la posta dejada por el Mahatma. Paralelamente, el espectro político indio se amplió considerablemente con la aparición de varios partidos provenientes de diferentes ideologías. Al mismo tiempo Gran Bretaña admitió implementar reformas civiles, que darían a los ciudadanos indios mayores derechos, similares a los de los británicos. Pero no fue suficiente, porque la movilización hacia la independencia era ya incontenible.
A tal punto de madurez había llegado el movimiento independentista, que el Partido del Congreso nombró al 26 de enero de 1930 como el día de la independencia India. Mientras, Ghandi salía de su reclusión para liderar la célebre Marcha de la Sal, que uniría a pie los 400 kilómetros que separaban a su comuna Ahmadabad, de Dandi, en la costa de Gujarat. El motivo de la protesta fue precisamente el que le dio el nombre, pues se realizaba contra los impuestos sobre la sal. La ola de protestas culminó con una violenta represión y la detención de 100.000 personas, entre ellas, claro, el propio Ghandi.
Un año después el líder sería puesto en libertad y viajaría al Reino Unido para una conferencia con el poder británico realizada en Londres, que terminaría con un rotundo fracaso y el retorno a la desobediencia civil en la India. En los años siguientes, el Partido del Congreso y el gobierno se enfrentaron en diferentes conflictos y negociaciones hasta que se logró la Ley del Gobierno de la India en 1935.
Ya en 1939 el gobierno británico decidió el ingreso de la India en la Segunda Guerra Mundial, cuestión que dividió las aguas en el país, pues algunos creían que con al cooperación en la guerra se obtendría a cambio la independencia, mientras que otros opinaban que no conduciría a ello.
El golpe de gracia
El movimiento Bharat Chhodo Andolan (Abandonen la India) fue la acción más organizada y definitiva para lograr la independencia a través de la desobediencia civil. Este movimiento fue iniciado por Gandhi el 8 de agosto de 1942, y tuvo un mayor impacto pues Gran Bretaña estaba envuelta en la Segunda Guerra Mundial y, por otra parte, el objetivo era directamente la salida de los británicos de India. La movilización cobró vigor luego de que el Reino Unido rechazara el ofrecimiento del Partido del Congreso: participar en la guerra, pero a cambio de la independencia.
La medida engendró una violenta reacción británica, que temía por el avance japonés hacia la colonia y la huelga generaba inconvenientes para conseguir reclutas. Además de una brutal represión, la corona encarceló a Ghandi y a toda la cúpula del Partido del Congreso por tres años. Pero esta decisión fue en realidad la más cara, porque no hizo otra cosa que avivar la desobediencia civil de los indios, inclusive con algunos severos actos de violencia callejera como los atentados contra objetivos británicos.
Ya por ese entonces la guerra había diezmado considerablemente los recursos económicos británicos, y si bien podría deducirse que esta situación empujaría a los británicos a sostener el carácter colonial de la India, en el país la revolución ya estaba en camino, y su concreción era sólo cuestión de tiempo.
A principios de 1946 todos los detenidos políticos habían sido liberados y los británicos adoptaron una política de negociación con el Partido Nacional del Congreso. En esta ocasión ayudó en gran medida la victoria en el Reino Unido del Partido Laborista en 1945, ya que esta corriente era más propensa a facilitar la independencia.
Y así fue, pues el 16 de julio de 1947 el Parlamento británico votó por la independencia, que se hizo efectiva el 15 de agosto de ese mismo año.
Mountbatten, el otro libertador
Si Ghandi fue el hacedor de la independencia India, Louis Mountbatten, conde de Burma, fue el líder británico que facilitó esa empresa. Mountbatten, designado por el primer ministro Clement Attlee como último virrey de la India, en menos de dos meses logró entablar un diálogo con los jefes de la India, sentar las bases de un acuerdo, persuadir a sus interlocutores para que lo aceptasen, y, por último, persuadir a todos los líderes británicos para apoyar la independencia india. “Necesitaba forzar el acontecimiento. Sabía que debía obligar al Parlamento británico a votar la ley concediendo la independencia antes de sus vacaciones de verano si quería continuar controlando la situación. Estábamos sentados encima de un barril de pólvora al borde de un volcán. No sabíamos cuándo se produciría la explosión”, diría más tarde sobre aquel proceso. Incluso la fecha de la independencia tuvo un significado para Mountbatten, quien eligió el 15 de agosto porque coincidía con la capitulación japonesa en Birmania, cuando él lideraba el Comando Aliado del Sureste Asiático.
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