miércoles, 8 de agosto de 2007

Medio lleno... o medio vacío


La indefinición en la Asamblea Constituyente, las críticas de algunos por la falta de transformaciones “profundas” y los reclamos sectoriales empañaron los festejos que el presidente Evo Morales había planeado para el 182º aniversario de la independencia de Bolivia, que se cumplió el lunes. Lejos de los actos masivos y con vítores, el mandatario en este caso tuvo que tolerar algunos abucheos cuando se presentó, varias horas más tarde, en el desfile cívico preparado por el gobierno de Sucre.
Pero lo de los abucheos es lo de menos, puesto que provinieron de un sector mínimo de la concurrencia. Lo más preocupante para el presidente es precisamente la pérdida de, podríamos decirle, empuje que registró su gobierno luego de un inicio por demás optimista, cuando cumplió a rajatabla todas las promesas electorales que había cumplido, con el llamado a una Asamblea Constituyente y la nacionalización de los hidrocarburos como banderas. Sin embargo, un año y medio después de la asunción del gobierno vemos que la Asamblea lleva ya un año estancada y que la nacionalización de los recursos naturales no fue tan extrema como algunos exigían. Y es que, luego de 18 meses, el presidente Morales y su trouppe tal vez descubrieron que no es lo mismo hacer política desde la oposición, mucho menos desde una mesa de café, que desde el gobierno. Porque cuando expropió las tierras a las grandes empresas privadas, se encontró con que uno de los principales perjudicados por la medida era nada menos que Petrobras, la empresa brasileña principal compradora de gas. Y decirle que no a Petrobras significaba además decirle que no a Brasil, el país más importante y poderoso de la región. También enfrentó problemas con su gigantesco vecino y la Argentina por la venta de gas, ya que Bolivia exportaba ese recurso natural a precios irrisorios. Ni qué hablar de la resistencia de los capitales bolivianos, concentrados en la separatista Santa Cruz, que han hecho y hacen lo posible por mantener el sistema que otrora gobernaba al país.
De todos modos, el primer año de la gestión Morales en el poder también se puede analizar desde un costado positivo, como si se tratase del vaso medio lleno.
Si bien es cierto que las transformaciones prometidas no tuvieron la profundidad deseada, también es cierto que era utópico o ingenuo pensar que se podía desarticular el funcionamiento completo de un país en tan sólo 18 meses. Y es que Bolivia nunca jamás gozó de una integración social, ni de algún vestigio de igualdad, y mucho menos de una democracia participativa. La mayoría indígena nunca fue tenida en cuenta seriamente, y aún muchos habitantes hacen diferencia entre en blanco y el indígena.
Ante este panorama, que a decir verdad apenas enumera algunas características de la “Bolivia histórica”, la gestión del Movimiento al Socialismo (MAS) puede entenderse como más que aceptable, siempre y cuando continúe con las transformaciones que realizó a medias hasta el momento.
En efecto, todo depende del punto de vista con que se lo mire. Porque en estos momentos puede entenderse que el gobierno boliviano transita hacia el camino de la integración y la justicia social, o bien que ya se bajó de la ruta para dejar que todo siga igual que antes, que siempre.

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