
El día había comenzado como cualquier otro. Me había levantado temprano, desayuné en el lugar de siempre y me fui caminando al trabajo. En fin, la rutina de siempre.
La mañana, recuerdo, era lluviosa y con neblina, parecía Londres y no el otoño de Córdoba. Parecía que el día estaba decidido a mostrarme el clima de mi corazón.
Eran días difíciles, pues el negocio de la venta de insumos para computación estaba destinado a desaparecer luego de la inflación y mi pequeña empresa apenas si sobrevivía. Además, seguía solo. Pocos amigos y ningún amor.
Esa tarde fui a tomar un café al lugar de siempre, el bar de Tito, en el centro de la ciudad, que usualmente me fiaba cuando no tenía dinero.
Todos los días después de cerrar el negocio iba a ese antro y luego caminaba solo y despacio por la ciudad con el inconsciente fin de retrasar el momento de llegar a mi casa y encontrarla vacía; como siempre.
Sin embargo, no tenía idea de que ese no era un día como los otros. Que el destino me había deparado lo que tanto había estado esperando. Y era exactamente como lo imagina.
Estaba en lo de Tito leyendo los clasificados del diario, debía mudarme a una casa más barata, y tomando un café en jarrito cuando entró ella; la mujer más increíble que había visto en mi vida. Parecía un ángel. A decir verdad, no tiene mucho sentido describirla porque sería imposible, era demasiado bella.
Inmediatamente, con sólo verla, me di cuenta que mi vida cambiaría para siempre. Mientras su figura ingresaba al bar entré como en un estado de shock; sólo podía ver su figura envuelta en un aura brillante que la atraía acia mí.
¡Sí! Venía hacia donde yo estaba sentado; y me miraba.
Sin ninguna duda era la mujer de mi vida, jamás había sentido algo así, tan repentino, tan violento como para dejarme sin reacción. Estaba hechizado. Todos mis sentidos estaban ocupados en esa hermosa mujer. Podía ver su figura esbelta, oler su fragancia mágica, escuchar su andar pausado y mi boca ya imaginaba lo que sería sentir esos labios y mis manos abrazar su espalda.
Por primera vez en mi vida, había descubierto el amor. Y no me costó tanto como me habían contado. No necesité ni de la terapia que me recomendaron, ni era gay, como otros me habían sugerido. Simplemente no había conocido a la mujer correcta. Aquella con la capacidad de quitar mi corazón de su lugar, batirlo, golpearlo con una pared si ese era su deseo, y luego devolverlo a su lugar.
Mientras todo esto giraba por mi cabeza, la Mujer más maravillosa del mundo seguía avanzando hacia mí, como en esos sueños en los cuales uno corre y no puede avanzar. Esos cinco segundos fueron los más maravillosos de mi vida.
Lástima que a partir de allí mis recuerdos son difusos. Sólo sé que me levanté para expresarle que estaba perdidamente enamorado de ella y, de repente, una luz blanca inundó mis ojos y sentí un profundo dolor que me hizo perder el conocimiento.
Era el amor, pensé yo. El amor puede producir todas las sensaciones existentes en un santiamén. Por eso sentía dolor, éxtasis, felicidad y tantas otras cosas que no puedo describir.
Cuando recuperé el conocimiento todo era confuso. Aunque esa luz blanca y brillante no había desaparecido, sí lo habían hecho el bar y la mujer de mi vida. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba?
En medio de ese desconcierto pude descifrar la imagen de una mujer. Pero no era la mujer de mi vida, esta llevaba un atuendo blanco y su aspecto era más bien maternal. Me sentía contenido, cuidado, sentí por un momento que estaba nuevamente en el vientre de mi madre. Pero la sensación de paz era a la vez inquietante. No entendía qué era lo que pasaba.
Intenté hablarle a esa mujer, pero el dolor en mi cuerpo era insoportable. No podía mover ni un solo músculo.
Finalmente, con un esfuerzo sobrehumano, pude balbucear y preguntarle a si sabía algo de lo ocurrido. Ella, muy amablemente, aclaró todas y cada una de mis dudas.
-¡Usted debe estar loco señor!- me decía- en un bar del centro se le tiró encima a una chica de manera descontrolada. Pero cuando la pobre mujer empezó a gritar, el novio, que estaba justo detrás suyo, y es campeón sudamericano de físico culturismo, comenzó a golpearlo salvajemente. Ahora, por este arrebato de locura tiene quebrada la mandíbula, dos costillas fisuradas, moretones en todo el cuerpo y, si tiene el dinero, deberemos implantarle una dentadura nueva porque el mastodonte ese se los voló a todos. Ah, me olvidaba, cuando se recupere va a tener que comparecer ante una junta de psicólogos porque fue denunciado por disturbios, destrozos de propiedad privada e intento de abuso deshonesto. Por eso, le recomiendo que rompa el chanchito porque seguramente tendrá que hacerse cargo de todos los gastos del juicio, más una compensación a las víctimas de este bochorno y todos los destrozos que provocó, mientras el grandote lo golpeaba salvajemente, en el bar ese.
El amor, suele obrar de maneras extrañas.
La mañana, recuerdo, era lluviosa y con neblina, parecía Londres y no el otoño de Córdoba. Parecía que el día estaba decidido a mostrarme el clima de mi corazón.
Eran días difíciles, pues el negocio de la venta de insumos para computación estaba destinado a desaparecer luego de la inflación y mi pequeña empresa apenas si sobrevivía. Además, seguía solo. Pocos amigos y ningún amor.
Esa tarde fui a tomar un café al lugar de siempre, el bar de Tito, en el centro de la ciudad, que usualmente me fiaba cuando no tenía dinero.
Todos los días después de cerrar el negocio iba a ese antro y luego caminaba solo y despacio por la ciudad con el inconsciente fin de retrasar el momento de llegar a mi casa y encontrarla vacía; como siempre.
Sin embargo, no tenía idea de que ese no era un día como los otros. Que el destino me había deparado lo que tanto había estado esperando. Y era exactamente como lo imagina.
Estaba en lo de Tito leyendo los clasificados del diario, debía mudarme a una casa más barata, y tomando un café en jarrito cuando entró ella; la mujer más increíble que había visto en mi vida. Parecía un ángel. A decir verdad, no tiene mucho sentido describirla porque sería imposible, era demasiado bella.
Inmediatamente, con sólo verla, me di cuenta que mi vida cambiaría para siempre. Mientras su figura ingresaba al bar entré como en un estado de shock; sólo podía ver su figura envuelta en un aura brillante que la atraía acia mí.
¡Sí! Venía hacia donde yo estaba sentado; y me miraba.
Sin ninguna duda era la mujer de mi vida, jamás había sentido algo así, tan repentino, tan violento como para dejarme sin reacción. Estaba hechizado. Todos mis sentidos estaban ocupados en esa hermosa mujer. Podía ver su figura esbelta, oler su fragancia mágica, escuchar su andar pausado y mi boca ya imaginaba lo que sería sentir esos labios y mis manos abrazar su espalda.
Por primera vez en mi vida, había descubierto el amor. Y no me costó tanto como me habían contado. No necesité ni de la terapia que me recomendaron, ni era gay, como otros me habían sugerido. Simplemente no había conocido a la mujer correcta. Aquella con la capacidad de quitar mi corazón de su lugar, batirlo, golpearlo con una pared si ese era su deseo, y luego devolverlo a su lugar.
Mientras todo esto giraba por mi cabeza, la Mujer más maravillosa del mundo seguía avanzando hacia mí, como en esos sueños en los cuales uno corre y no puede avanzar. Esos cinco segundos fueron los más maravillosos de mi vida.
Lástima que a partir de allí mis recuerdos son difusos. Sólo sé que me levanté para expresarle que estaba perdidamente enamorado de ella y, de repente, una luz blanca inundó mis ojos y sentí un profundo dolor que me hizo perder el conocimiento.
Era el amor, pensé yo. El amor puede producir todas las sensaciones existentes en un santiamén. Por eso sentía dolor, éxtasis, felicidad y tantas otras cosas que no puedo describir.
Cuando recuperé el conocimiento todo era confuso. Aunque esa luz blanca y brillante no había desaparecido, sí lo habían hecho el bar y la mujer de mi vida. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba?
En medio de ese desconcierto pude descifrar la imagen de una mujer. Pero no era la mujer de mi vida, esta llevaba un atuendo blanco y su aspecto era más bien maternal. Me sentía contenido, cuidado, sentí por un momento que estaba nuevamente en el vientre de mi madre. Pero la sensación de paz era a la vez inquietante. No entendía qué era lo que pasaba.
Intenté hablarle a esa mujer, pero el dolor en mi cuerpo era insoportable. No podía mover ni un solo músculo.
Finalmente, con un esfuerzo sobrehumano, pude balbucear y preguntarle a si sabía algo de lo ocurrido. Ella, muy amablemente, aclaró todas y cada una de mis dudas.
-¡Usted debe estar loco señor!- me decía- en un bar del centro se le tiró encima a una chica de manera descontrolada. Pero cuando la pobre mujer empezó a gritar, el novio, que estaba justo detrás suyo, y es campeón sudamericano de físico culturismo, comenzó a golpearlo salvajemente. Ahora, por este arrebato de locura tiene quebrada la mandíbula, dos costillas fisuradas, moretones en todo el cuerpo y, si tiene el dinero, deberemos implantarle una dentadura nueva porque el mastodonte ese se los voló a todos. Ah, me olvidaba, cuando se recupere va a tener que comparecer ante una junta de psicólogos porque fue denunciado por disturbios, destrozos de propiedad privada e intento de abuso deshonesto. Por eso, le recomiendo que rompa el chanchito porque seguramente tendrá que hacerse cargo de todos los gastos del juicio, más una compensación a las víctimas de este bochorno y todos los destrozos que provocó, mientras el grandote lo golpeaba salvajemente, en el bar ese.
El amor, suele obrar de maneras extrañas.