
La desclasificación de documentos secretos realizada por la CIA la semana pasada puede definirse como una guía práctica y completa de cómo una organización es capaz de romper absolutamente todas las leyes existentes en tan sólo 14 años. Asesinatos, intentos de asesinatos, espionaje a personas y medios de comunicación; experimentos con seres humanos; intervención en la soberanía de países independientes; derrocamiento de gobiernos para preservar los intereses propios; en fin, toda una gama de delitos de cualquier índole que fueron desclasificados por el director de la CIA, Michael Hyden, “ante la presión de leyes nacionales sobre información federal”, según indican los medios norteamericanos.
Pero si esta información es sorprendente, o bien reveladora, más lo será saber que en realidad estos documentos fueron previamente censurados por las autoridades gubernamentales, ya que sus partes más sensibles están tachadas. En consecuencia, si la porción de los informes publicados admite los intentos de asesinato de Fidel Castro, Patricio Lumumba -ex premier del Congo, asesinado en 1961, aunque sin “responsabilidad de la CIA”- y Rafael Trujillo –dictador pronorteamericano de República Dominicana-; la experimentación en soldados estadounidenses de drogas que alteran facultades mentales como el LSD, y el espionaje de medios de comunicación como The Washington Post; ¡Dios mío!, ¿qué dirá entonces la parte que no fue enseñada al público en general? o bien, ¿qué prácticas llevará a cabo la CIA actualmente? Tal vez nos enteremos en unos 40 años, siempre y cuando, claro, la ocasión lo obligue.
Pero, más allá de lo que podemos saber o no sobre la agencia de espionaje estadounidense, la información desclasificada nos ratifica que hasta el “país más libre del mundo”, como ellos mismos se definen, es capaz de hacer cualquier cosa con tal de mantener el dominio sobre uno, dos, diez o doscientos países. Nos ratifica que todo vale si la meta es mantener el “american way of life”, aunque viole la propia Constitución estadounidense, porque el funcionamiento de la CIA lejos está de respetar los derechos de los ciudadanos o las soberanías de los países o los principios de la democracia que tanto defienden.
Por supuesto que estos conceptos son archiconocidos por todo el mundo, especialmente en estas latitudes. Ya el ex presidente Bill Clinton pidió perdón a latinoamérica por el apoyo estadounidense a los militares golpistas de la región, y los documentos que ratifican el apoyo del entonces secretario de Estado Henry Kissinger a Augusto Pinochet para derrocar a Salvador Allende en Chile fueron publicados hace tiempo; por citar sólo dos ejemplos. Pero es bueno tener presente que la tierra de la libertad se mantiene de esa manera con la sangre de los que no tienen la suerte de vivir allí. Y también es bueno tener plena conciencia de que cualquier política que promueva la integración y la independencia latinoamericana será contrarrestada desde nuestros vecinos del norte, porque para ellos su poder proviene precisamente de la dominación, y bajo ningún punto de vista les conviene perderla.
Pero si esta información es sorprendente, o bien reveladora, más lo será saber que en realidad estos documentos fueron previamente censurados por las autoridades gubernamentales, ya que sus partes más sensibles están tachadas. En consecuencia, si la porción de los informes publicados admite los intentos de asesinato de Fidel Castro, Patricio Lumumba -ex premier del Congo, asesinado en 1961, aunque sin “responsabilidad de la CIA”- y Rafael Trujillo –dictador pronorteamericano de República Dominicana-; la experimentación en soldados estadounidenses de drogas que alteran facultades mentales como el LSD, y el espionaje de medios de comunicación como The Washington Post; ¡Dios mío!, ¿qué dirá entonces la parte que no fue enseñada al público en general? o bien, ¿qué prácticas llevará a cabo la CIA actualmente? Tal vez nos enteremos en unos 40 años, siempre y cuando, claro, la ocasión lo obligue.
Pero, más allá de lo que podemos saber o no sobre la agencia de espionaje estadounidense, la información desclasificada nos ratifica que hasta el “país más libre del mundo”, como ellos mismos se definen, es capaz de hacer cualquier cosa con tal de mantener el dominio sobre uno, dos, diez o doscientos países. Nos ratifica que todo vale si la meta es mantener el “american way of life”, aunque viole la propia Constitución estadounidense, porque el funcionamiento de la CIA lejos está de respetar los derechos de los ciudadanos o las soberanías de los países o los principios de la democracia que tanto defienden.
Por supuesto que estos conceptos son archiconocidos por todo el mundo, especialmente en estas latitudes. Ya el ex presidente Bill Clinton pidió perdón a latinoamérica por el apoyo estadounidense a los militares golpistas de la región, y los documentos que ratifican el apoyo del entonces secretario de Estado Henry Kissinger a Augusto Pinochet para derrocar a Salvador Allende en Chile fueron publicados hace tiempo; por citar sólo dos ejemplos. Pero es bueno tener presente que la tierra de la libertad se mantiene de esa manera con la sangre de los que no tienen la suerte de vivir allí. Y también es bueno tener plena conciencia de que cualquier política que promueva la integración y la independencia latinoamericana será contrarrestada desde nuestros vecinos del norte, porque para ellos su poder proviene precisamente de la dominación, y bajo ningún punto de vista les conviene perderla.
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