miércoles, 31 de octubre de 2007

¡La que le espera!


La era Cristina Fernández supone en principio la continuación de la gestión K por cuatro años más, aunque irremediablemente la primera mandataria electa deberá imponer algunos cambios con respecto a su marido.En el plano internacional, ya en la campaña electoral quedaba claro que Cristina transitaría otros senderos que su predecesor. Al menos el largo periplo realizado durante los últimos meses por Estados Unidos (recordemos aquél encuentro con el matrimonio Clinton) y la Unión Europea (sendas reuniones con Nicolas Sarkozy, Angela Merkel y José Luis Rodríguez Zapatero) supone el fin de aquél lema "la Argentina puede sola" que Néstor Kirchner repitió hasta el cansancio cuando el contexto mundial y la economía local lo permitían. Pero, con un 2008 que no resulta tan prometedor como el quinquenio anterior la presidenta electa deberá afilar su capacidad para tejer alianzas provechosas que le aseguren, al menos, un mandato tranquilo, porque además así lo esperan desde el exterior. Sin embargo, con ello también surgen algunos interrogantes que apuntan hacia una dirección: el Mercosur. En efecto, el tan publicitado paseo por el Viejo Continente y la primera potencia mundial generan incertidumbre sobre los canales por los cuales navegará la mandataria, pues la mera posibilidad de concretar acuerdos por fuera del bloque supone el alejamiento argentino de la integración regional. Si bien ya lo adelantó en algún discurso, cuando se proclamó a favor de la "Patria grande, con el pueblo latinoamericano", Cristina deberá cambiar la magnificencia de Nueva York y las tiendas de París por Brasilia, Caracas, Asunción o Montevi-deo, si es que pretende fortalecer de una vez por todas el Mercosur. O bien acercar a Estados Unidos al bloque, toda una utopía con Hugo Chávez como presidente de Venezuela, incluso si gana la demócrata Hillary Clinton el año que viene. Pero ese es el papel que escogió para su mandato y ese es el mensaje que ha enviado en cada viaje por el exterior que realizó durante la campaña electoral, claramente desplegada con más fuerza fuera del país que fronteras adentro. Incluso, muchos dirigentes así lo esperan, como el senador ítalo argentino Luigi Pallaro, quien afirmó: "Argentina necesita abrirse al mundo, atraer capitales, cerrar los asuntos pendientes derivados del crack del 2001, y salir también, definitivamente, de un cierto aislamiento político: la señora Kirchner es capaz de imprimir una aceleración para salir de esta fase". En fin, si bien uno de sus propósitos será incluir de lleno a la Argentina en el contexto internacional, deberá equilibrar la balanza entre el glamour del primer mundo y la realidad sudamericana.

martes, 30 de octubre de 2007

¡Cuidado! Bebé curioso


Su pequeñez no le permitía comprender el significado del peligro. El niño sólo veía un cable negro que descendía como un tobogán de la pared para terminar en un aparato desconocido, del cual salía una voz extraña.
Siempre le había llamado la atención, pero cada vez que se acercaba a él algún adulto le impedía el paso con rapidez y con los ojos saltados por el temor, advirtiéndole que nunca toque esa cosa negra y extraña que hablaba por sí misma.
Aunque intentaba obedecer a sus mayores, no sabía bien por qué, pero lo hacía, la aventura le cantaba en su oído como las sirenas lo hacen con los marinos solitarios. La seducción era fuerte, porque incluso la ubicación de aquella radio suponía un desafío, ya que había que escalar hasta la mesada de la cocina para llegar a ella.
Y sabemos, la mesada de una cocina para un chico de tres años es acaso la cúspide del Monte Everest para los espíritus aventureros: enigmática, seductora e inalcanzable. Sólo había que esperar el momento oportuno, cuando ningún mayor estuviera cerca.
Y no faltaría mucho, pues en una calurosa tarde de enero papá y mamá se encontraban reposando sobre la pelopincho del patio, junto a sus dos hijos: El niño, nuestro héroe, y su hermanito, que apenas tenía unos meses y reposaba en un cochecito, correctamente ubicado bajo la sombra de una parra de uvas.
Rápidamente, El niño comprendió que era tal vez su única oportunidad para investigar el extraño aparato y se decidió a hacerlo, sin dudarlo ni un segundo.
De a poco, aprovechó ese segundo de distracción fatal que puede tener cualquier padre y se acercó a la cocina. Miró para arriba y dio con la radio, que lo observaba con la altanería de las cosas inalcanzables. Burlona.
Buscó una silla, con sumo esfuerzo la arrimó a la mesada y se trepó en ella. Ya en la cúspide de su imaginario Monte Everest no se detuvo a regodearse por su triunfo, pues esos segundos podrían ser valiosos ya que sus padres en cualquier momento se percatarían de su travesura.
Tomó la radio entre sus manos, que seguía hablando sin cesar, y comenzó a operarla. Primero tocó los botones y las perillas con la curiosidad de un arqueólogo cuando descubre el dinosaurio más grande de la historia. Pero se aburrió rápidamente, porque recordemos que los aparatos de aquél entonces no ofrecían demasiadas alternativas para la investigación. Eran más bien rudimentarios.
Sin embargo, como la luz que ilumina a los genios, vio el pequeño cable que salía de la radio y culminaba su escalada hacia un extraño agujero enclavado en la pared.
Sin más, tomó con firmeza aquella extraña cuerda y la tiró con fuerza, quedándose con uno de los extremos en su mano. El extremo que estaba pegado al aparato, vale destacar.
En su observación, procedió a aplicar el típico método analítico utilizando los cinco sentidos. Primero la miró con detenimiento, luego notó que la voz que salía de la radio se había apagado, posteriormente la tocó para conocer su textura, incluso llegó a olerla. Pero el momento fatídico llegaría cuando fue el turno del gusto. Con la inocencia de un chico de tres años, El niño se metió aquel cable en la boca para averiguar a qué sabía.

Los gritos podrían haber alertado a Beethoven en sus últimos días, cuando era sordo. Se trataba de un chillido indescriptible, seguido por un silencio intenso, para iniciar un nuevo chillido.
Los padres, saltaron de la pelopincho alarmados por el llanto de su hijo, quien afortunadamente había podido sacar el cable de su boca, mas no pudo evitar el daño que la electricidad había hecho en él.
Fueron dos semanas sin probar alimentos con textura además de una considerable penitencia. Sólo a base de leche, postres y puré. La aventura había terminado con una importante lesión en la boca y un aprendizaje: los hilos negros que salen de la pared y culminan su recorrido en algún aparato son peligrosos.
Habrá que investigar otros aspectos de la misteriosa cocina, como ese extraño fluido azul que sale de la hornalla de la cocina.

lunes, 29 de octubre de 2007

Por siempre dependientes


La amenaza turca sobre el Kurdistán iraquí revivió un debate que tiene ya 30 siglos: la independencia kurda. En efecto, este pueblo ha sufrido repetidas invasiones y ha visto cómo los sucesivos levantamientos independentistas fueron aplastados por el poder de turno de cada época. Pese a que fueron conocidos como valientes guerreros, y hasta su propio nombre hace honor a ello (la palabra kurdo significa héroe en persa) su histórica falta de organización les impidió forjar un destino común cuando aún podían hacerlo. Porque, claro, hoy se sabe que el Kurdistán tiene en su suelo las mayores reservas petrolíferas de Medio Oriente, y con ello, su mayor condena, ya que ningún gobierno en su sano juicio aceptará la independencia con la pérdida económica y de territorio que representa. Así reaccionó Turquía a la avanzada independentista llegada del norte iraquí, que podría representar un peligro para la estabilidad de los 14 millones de kurdos que habitan tierras turcas. Ni siquiera la desaprobación estadounidense, acaso su principal aliado, pudo con la convicción de mantener a raya a una numerosa minoría. No dudaron ni un segundo en lanzar ataques aéreos y amenazar con una incursión armada contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que al parecer tiene ahora sus bases asentadas en Irak. Pero aquí es donde la situación se complica, porque la decisión del gobierno turco constituye también un desafío intencional a la Casa Blanca, temerosa de que un ataque en el Kurdistán iraquí erosione las relaciones con su principal aliado dentro del país invadido e impida a sus empresas la extracción de petróleo en el único lugar de Irak en el que pueden hacerlo de manera más o menos pacífica. En consecuencia, Estados Unidos se encuentra en un profundo dilema, porque si las presiones que seguramente aplicará sobre Turquía no son suficientes deberá tomar cartas en el asunto si no quiere perder definitivamente a Irak. Otro motivo de disenso entre turcos y norteamericanos es la proclama tomada por el Congreso en Washington sobre clasificar como genocidio a la matanza de armenios por parte del imperio otomano a comienzos del siglo pasado. Sabemos que pese al paso de los años este tema aún es delicado para Turquía, que se niega a aceptar una responsabilidad mayor sobre aquél hecho que sin ninguna duda se trató de un genocidio.En fin, intereses políticos a un lado, lo cierto es que el Kurdistán no será una nación independiente mientras se encuentre enclavado en la región más volátil de la historia de la humanidad y encierre dentro de sí las innumerables riquezas que posee. Porque, como decíamos al principio, su mayor virtud es acaso su peor desgracia.

jueves, 18 de octubre de 2007

En mil pedazos


Los conflictos internos en un país o región tienen componentes en común que los caracterizan, independientemente del contexto y los pormenores en los cuales se desarrollan. Primero, e indispensable, necesitan de una fuerte enemistad entre la clase en el poder y otra que puja por obtenerlo. Y segundo, el correspondiente azuzamiento externo movido por intereses puntuales. Con estos dos elementos básicos se consigue un buen conflicto interno, que si provoca la caída del poder de turno, normalmente deriva en la división de aquella región o país. Para comprobarlo, basta con mencionar el caso de Yugoslavia, uno de los países más grandes de Europa luego de su creación tras la Segunda Guerra Mundial. En sus primeros años fue el mariscal Tito el encargado de establecer un delicado equilibrio en una región, los balcanes, multiétnica y plurirreligiosa por excelencia. Pero la caída de la Unión Soviética traería nuevos trastornos para Yugoslavia, pues las tensiones regionales y confesionales saldrían a la luz con violencia y respectivos movimientos independentistas, con el correspondiente e infaltable apoyo externo. Tanto que en sólo dos años, Yugoslavia pasó a llamarse Serbia y Montenegro, Eslovenia, Croacia, Bosnia Herzegovina y Macedonia, y 15 años más tarde sería el turno de Montenegro. La gran nación había sido reducida a pequeños estados empobrecidos, pero por sobre todo había fracasado de manera rotunda el sueño de algunos sobre la existencia de un país multiétnico basado en la tolerancia. Jamás ocurrió.Siempre, desde esta columna, condenamos las injerencias externas en países soberanos porque, insistimos, son violatorias de todo derecho internacional, además de que apuntan a debilitar al país en cuestión y no a favorecerlo. Pero también hay que admitir que esa injerencia necesita de un sustento interno que saque provecho de los conflictos para alcanzar el poder. La frase divide y reinarás siempre está en el manual de las potencias que intervienen en terceros para solventar su dominio, mas cuentan con aliados nacidos desde la misma semilla que siempre ponen por encima sus propios intereses a los de la nación y, claro está, obran en ese sentido. En estos días, ya se está discutiendo la independencia de Kosovo para 2008, una provincia serbia poblada de musulmanes albanos, pese a que un acuerdo previo firmado con Serbia en la ONU disponía que Kosovo continuaría formando parte del país pero administrada por Naciones Unidas. Nada importó, el año que viene, seguramente, la antigua Yugoslavia quedará atomizada en siete pequeños países, cuyo factor común será uno solo: la pobreza.
Patricio Ortega

sábado, 13 de octubre de 2007

El señor de los anillos


Posaba sus ojos en el infinito horizonte del atardecer brasileño embelezado con la perfección del paisaje. Sentado sobre la arena fina como la sal, el mar le producía sentimientos encontrados. Estaba solo; la extrañaba, y por fin había entendido que nada sería perfecto sin ella.
Había pasado varios días pensando en cómo expresarle su amor en su regreso a Córdoba. Había pensado demasiado; todos los días, a cada minuto. Pero no lo sabía.
Imaginaba que un simple regalo de ocasión, un regalo de vacaciones, sería poco. Necesitaba que tuviese una connotación que fuese mucho más allá del objeto en sí mismo. Que su carga simbólica representara al menos en una mínima porción aquél amor inexplicable.
Casi regresando, sin haber sacado una conclusión válida sobre su dilema, vio dos pequeños anillos de coco posados sobre la alfombra negra de un puesto callejero. “Es perfecto”, imaginó. Qué mejor que expresar un sentimiento tan excelso como el amor que un par de anillos iguales. Uno para ella, y el otro para él. Qué mejor simbolismo que aquellos dos pequeños objetos, que juntos representaban el futuro entrelazado de dos almas. La de ella y la de él.
Sin vacilarlo, hurgó en sus bolsillos para rascar los últimos reales de sus vacaciones y los invirtió acaso en lo más importante de aquél viaje: ella. El regalo era humilde, sí; pero su significado trascendía cualquier barrera económica.
Lo pensó todo. Incluso el momento en que le daría su declaración de amor más importante, disfrazada de dos pequeños anillos. Conocedor de la psiquis femenina, estaba conciente de que si se los entregaba inmediatamente podía generar sospechas en su amada. Pues sólo quien obró erróneamente puede arrojar un regalo apenas sus pies tocaron suelo propio.
No. Él no caería en ese error. Esperaría, paciente, algunos días para entregar el presente. Uno, dos o diez. Aún no lo sabía. Pero esperaría.

El reencuentro fue mejor de lo que imaginaba. Ella también lo había extrañado, y a montones. Apenas se vieron, se fundieron en un beso tan tierno como profundo. No había palabras para expresar lo que ambos sintieron con aquel beso eterno.
Pasaron algunos días y él actuó según lo previsto. Esperó a que ella reventara de impaciencia y recién después le ofreció el presente a modo de adelanto de lo que pronto llegaría: un altar, él en un elegante traje negro y ella avanzando con la candidez que tienen las futuras esposas.
Pero ese momento todavía no había llegado, sólo reposaba en su mente enamorada. “Son dos anillos. Uno para vos y el otro para mí. Representa todo lo que te amo y, por lo tanto, no quiero que lo pierdas. Yo, lo cuidaré como a mi vida”, dijo.
Quizás fueron horas. Quizás días. Quizás meses. Lo cierto es que ella perdió el presente mientras realizaba un quehacer doméstico. Un lamentable accidente. El presente resbaló de su delicado anular buscando algún resumidero ingrato, que con su garganta del diablo engulló al pequeño anillo para no devolverlo jamás.
Él reaccionó como se esperaba: indignado. Sobreactuado. Hasta llegó a poner en duda el nivel de compromiso de su amada, ante tal flagrante herejía: perdió el anillo que le había entregado con todo su amor. Dejó caer el símbolo de sus sentimientos hacia ella en el pozo de la desgracia, pensaba. Aunque sabía que su enojo no duraría demasiado, le hizo saber con firmeza que no toleraría otra conducta de este tipo. No toleraría que descuide su amor una vez más.

Varios días después, él seguía con su teatro. “Tengo que amedrentarla”, pensaba. Y parte de esa actuación era negarle sus momentos libres y entregárselos a sus amigos en exclusividad.
El primer fin de semana de distanciamiento lo halló en casa de uno de ellos, en medio de una fiesta. Entre su poca resistencia y la necesidad de ahogar penas, el alcohol no necesitó demasiado trabajo para invadir su mente por completo. Apenas podía caminar y ya balbuceaba con la mirada perdida cuando salieron de la fiesta para recalar en un local nocturno.
Le faltaba ella, lo sabía, pero no daría el brazo a torcer. Al menos no por ahora.
La noche pasaba y su estado se tornaba calamitoso, pero en ningún momento dejó de tener un vaso lleno de quitapenas en su mano. Era la única manera de tolerar el dolor intenso que atravesaba su alma con la intensidad de una flecha envenenada. Era la única forma de que su rostro pudiese esbozar un atisbo de sonrisa. Y lo logró, porque fue una noche divertida, aunque no había terminado.
El regreso a su casa lo encontró solo, en medio de la calle, sin dinero y con unas veinte cuadras por caminar. Emprendió el regreso con la valentía de los corazones puros, o la inconciencia de los borrachos. Depende del cristal con que se lo mire.
Lo cierto fue que volvió caminando, pese al peligro que ello supone a esas horas de la noche y con su zigzagueante andar. Por precaución, guardó el reloj en un bolsillo, y su anillo en el otro. Aunque sabía que en dinero no valía demasiado, moriría si a alguien se le ocurriera robárselo.
Casi sin memoria ni fuerzas llegó a su casa. Parecía una víbora arrastrándose por las penas del amor ahogadas en un vaso de alcohol. Por suerte, el sueño llegó rápido. El balanceante equilibrio que arremolinaba su vientre le dio paso al profundo cansancio que sufría entre el dolor de su alma, la caminata y las consecuencias de la embriaguez.
Al día siguiente, despertó con un profundo dolor de cabeza que apenas si le dejaba abrir sus ojos. Se bañó, se vistió y fue a almorzar para quitarse de su boca esa sensación pegajosa que dejan las noches largas.
Tomó el pantalón que había usado la noche anterior. Tomó el reloj de uno de los bolsillos y, luego, el mundo se paralizó como en las películas. Sólo podía escuchar el latido de su corazón y sentir una lágrima rodando por su mejilla izquierda… ¡El anillo había desaparecido!
Volvió a buscar en el bolsillo. Buscó en los otros. Hurgó los bolsillos de todos sus pantalones. Quitó todos los muebles de su habitación. Luego pasó varias horas requisando el resto de la casa. Pero nada. La tierra se había tragado a ese bendito anillo y no había manera de dar con él.

Al rato, tomó el teléfono, agachó la cabeza y, tras contarle lo sucedido, pidió perdón a su amada. Una vez más, había sobredimensionado un conflicto menor. Aunque, quiero decirles a todos, no había aprendido la lección.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Soberanías pisoteadas


A grandes rasgos, la soberanía tiene dos definiciones: soberanía popular y soberanía nacional. La primera surge de Jean Jacques Russeau, quien menciona que cada ciudadano es soberano y súbdito al mismo tiempo, ya que contribuye tanto a crear la autoridad como a formar parte de ella. Según Russeau, el poder soberano está bajo la voluntad general, es decir, las mayorías. Poco después apareció Abate (Emmanuel Joseph) Sieyés, para quien la soberanía está en la nación y no en el pueblo. Es decir, la autoridad no obrará solamente tomando en cuenta la voluntad de la mayoría, sino que además deberá obedecer a la historia, la cultura y los valores de un país. Pero independientemente de las definiciones, la soberanía de un país siempre fue un tema demasiado delicado de comprender y, fundamentalmente, de defender. Por lo tanto, ante la dificultad para establecer pautas claras, y en especial luego de la Segunda Guerra Mundial, los países crearon las Naciones Unidas, constituida como una especie de regente de la soberanía mundial. Así las cosas, en la actualidad, suponemos que la soberanía es un derecho y a la vez una obligación que tiene cada nación que se precie de tal. No sólo tienen el derecho de exigirla, sino la obligación de respetarla, tanto en el plano interno -ante sus ciudadanos- como en el externo -ante terceros países-. Siguiendo esta línea, sólo en casos de excepción puede ponerse en duda la soberanía de un país, una facultad que únicamente tiene la ONU. Hasta aquí, la teoría resulta sin fisuras, pero, como siempre, en la práctica la situación difiere del papel escrito sencillamente porque en muchos casos resulta muy dificultoso determinar cuándo es necesario violar la soberanía de un país y cuándo no hace falta hacerlo. Entonces, por ejemplo, ¿cuándo un país viola la soberanía de otro? Pues cuando interfiere en los asuntos internos de una nación soberana. Pero, siguiendo con este razonamiento, ¿cuándo se da una situación de este tipo? Bueno, aquí aparecen las complicaciones, porque entran a jugar los conceptos que cada uno tiene de soberanía. En otras palabras, la subjetividad.Desde aquí, esta humilde columna, consideramos que el fin de semana, pocas horas antes del referéndum vinculante en Costa Rica sobre la validez del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos o CAFTA, que se desarrolló el domingo, Washington violó la soberanía costarricense al advertir públicamente que si no vencía el Sí habría represalias comerciales contra ese país centroamericano. Y pese a que los sondeos arrojaban una ajustada victoria del No, finalmente los costarricenses aprobaron el tratado apenas por unos votos. Como ya dijimos, los casos en los cuales un país viola la soberanía de otro son muy difíciles de determinar, pues juegan las concepciones particulares que tiene cada persona sobre el tema. Por lo tanto, luego de plasmar una opinión, dejamos que cada lector saque su propia conclusión al respecto.

martes, 2 de octubre de 2007

La expresión correcta


Si estuviésemos en una charla de café, alguno seguramente lo calificaría como a un "enano fascista". Pero, claro, estamos en un diario en cual es preciso explicar ciertos conceptos para que el lector saque sus propias conclusiones sobre un tema en particular, o al menos esa es nuestra intención. Y en ese ejercicio es en donde se dificulta leer cuál es la estrategia de la política exterior del presidente francés, Nicolas Sarkozy.Que pretende implementar medidas de neto corte neoliberal en Francia no es ningún secreto. Es bastante claro si toda su retórica sólo apunta hacia el peligro que supone la invasión inmigrante y los desmanes económicos que causa el Estado de bienestar francés, instalado desde la quinta república. En consecuencia, y aunque no estemos de acuerdo, obra de manera coherente cuando anuncia medidas de flexibilización laboral y el recorte de beneficios sociales, especialmente dirigidos a coartar el poder del sindicalismo. Pero, nos preguntamos, en materia de política internacional, ¿por qué su alianza con George W. Bush?, ¿acaso nadie le recuerda que José María Aznar, Silvio Berlusconi y Tony Blair siguieron al mandatario norteamericano en su política belicista y terminaron virtualmente echados a patadas de sus cargos? Más en estos tiempos, porque, al fin y al cabo, aquellos siguieron a Bush cuando éste gozaba de su máxima popularidad. Pero, ¿hoy, ¿que es poco más que un cadáver político, perdió a sus principales asesores y el respaldo de buena parte de su partido?Resulta cuanto menos extraño que Sarkozy haya decidido aliarse a Bush en esta nueva cruzada contra Irán, cuando el mundo entero tiembla ante la sola posibilidad de una nueva invasión tras los lamentables ejemplos de Afganistán e Irak. También es llamativa su proclama más reciente, de pasar por alto a la ONU para decidir de manera unilateral la imposición de sanciones contra la República Islámica por su programa nuclear, cuando en 2002/03 la Francia de su compañero de partido, Jacques Chirac, fue la abanderada opositora contra la invasión unilateral a Irak, encabezada justamente por Estados Unidos. Pero más extraño resulta que los franceses lo sigan, acaso cegados por el pánico que les produce aquello de la invasión de los inmigrantes africanos y los desmanes económicos que causa el Estado de bienestar francés, cuando poco antes toda la población gritaba a los cuatro vientos que una acción armada contra el país del entonces presidente iraquí Saddam Hussein era tan injusta como ilegal. Hoy, Francia optó exactamente por el camino contrario al recorrido hace apenas cuatro años, aquél que opta por la fuerza antes que la negociación para cumplir con sus objetivos, a la manera de Bush. En fin, no es correcto en un diario decir que Sarkozy tiene a "un enano fascista" dentro suyo… pero que dan ganas, dan ganas.