viernes, 22 de febrero de 2008

cero sentidos

Mis ojos están cerrados contra su voluntad, pero permiten que los otros sentidos tomen un protagonismo inusual.
El olor es nauseabundo, propio de quienes viven entre sus heces.
Los ruidos, dan miedo. No sé de dónde vienen. No sé en dónde estoy. Ni siquiera sé quién soy.
¿Qué he hecho para merecer esto?
Mi gusto está como negado. Es como si poco a poco mis sentidos me abandonaran. Uno por uno.
Primero fue la vista. Luego, el gusto. En poco tiempo, el tacto, pues mis manos están sometidas a mis espaldas.
Sólo el dolor perdura, el padre de todas las sensaciones en este lugar.
Los pasos se acercan, acechando a los que estamos aquí. Rezo para que no me toque. No puedo evitar sentirme mal porque se llevaron a quien estaba a mi lado. Tampoco puedo disimular mi alivio.
Mas el fin está cerca, y sólo deseo que mi hijo me recuerde.

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