Pascualregresa a su barrio, luego de quince años de exilio en la ciudad deLima. ¿Por qué se escapó del país en los años ´90?
Curiosamente, nadie lo espera en el aeropuerto. Una razón lo
devuelve a Córdoba: recuperar lo perdido. Las plazas, el club, la
primera novia, los viejos amigos. El paso implacable de los años ha
borrado huellas en su querido barrio, General Paz. Aquel de calles
anchas, bares tradicionales, viviendas amplias y luminosas, quioscos
copados de adolescentes, ya no existe. Hoy está lleno de edificios
con impuestos altos, tiendas de ropa de marca, inmobiliarias y
locales gastronómicos. Hay un poder descriptivo asombrosamente
detallista en cada escenario de la novela. Aquel que sólo conservan
los exiliados, aquellos que extrañan cada retazo. Tranquilamente
quien la lea, aún sin pisar la ciudad de Córdoba, puede
representársela en su cabeza. La ciudad, más allá del cemento, es
historia en carne y hueso. No queda tiempo para lamentos en la vida
de Pascual. Debe buscar de inmediato a sus afectos. Recomponer las
relaciones que, al partir, dejó atrás. En este contexto, se
producen encuentros intensos -intercambios crudos de reproches y
consejos y advertencias-, en mesas de café y puchos aplastados.
Pascual intenta darle un nuevo giro a los hechos que lo alejaron de
su lugar, repentinamente, un día. Hallar explicaciones, perdones,
Mea culpas, abrazos, soluciones. Las páginas encierran un suspenso
narcótico hasta el final. No tiene mucho que perder, y lo sabe,
Pascual. Si algo sale mal, si acaso el entorno le niega una
oportunidad, trae en su maleta un plan B: boleto de avión ida y
vuelta, sin fecha fija, en la compañía aérea Lan.
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