Pulp Fiction fue la película más
celebrada de Quentin Tarantino. El modo en que el director construyó
el relato, la originalidad de los diálogos y la violencia mezclada
con humor permitieron a Pulp Fiction ganar una innumerable cantidad
de premios internacionales y el sincero reconocimiento del público.
Sin embargo, oculto detrás de sus
laureles, el film tiene un mensaje curioso que puede ser leído de
modos contradictorios, demostrando que las obras de artes están
abiertas a tantas conclusiones pelotudas, como pelotudos las miramos
o las escuchamos. Pero, aún así, analizar los mensajes de una obra
de arte no deja de ser divertido. Y si por algún motivo al autor
llegara a molestarle, que se cague. Si pretende que no se saquen
conclusiones de su obra, que no la haga pública.
Bien, volviendo a lo importante (o no),
el caso es que Jules, el personaje interpretado por Samuel L.
Jackson, tiene una carga mística bastante interesante, que revela
dos lecturas curiosamente contrapuestas.
Si la película se ordena
cronológicamente (los que no la vieron no sigan leyendo... no digan
que no lo advertí), hay cuatro situaciones que son clave y van en
este orden: Vincent (Travolta) y Jules entran a un departamento junto al soplón que les pasó el dato para recuperar un maletín para su jefe. En el departamento, un
sujeto dispara a los dos matones y el soplón unas cinco o seis
veces, pero milagrosamente todos se salvan. De regreso en el aut,o
Travolta dispara por accidente al joven soplón y le revienta la
cabeza.
Después de zafar de esa situación,
Vincent y Jules se van a un bar a desayunar. Jules le comunica que va
a dejar esa vida de asesino: entiende el hecho de que ninguna bala lo
haya herido como un mensaje divino y cree que debe peregrinar por
todo el país para difundir el mensaje de Dios y ayudar a los pobres y desvalidos. Más allá de la quejas de su amigo, un ateo irredimible,
Jules termina por abandonar su trabajo.
La última situación importante se
produce casi al final de la película, cuando Vincent va solo a
buscar a Butch, un boxeador que estafó al jefe mafioso y debe morir
por ello. Vincent está en el departamento de Butch, pero como no lo
encuentra deja el arma en la cocina y se va a cagar. El boxeador
(interpretado por Bruce Willis) regresa a su departamento, encuentra
el arma y lo mata al otro mientras defeca.
Esas son las situaciones místicas de
la película de Tarantino. Nótese que de los tres personajes que
recibieron los balazos en el primer departamento, sólo sobrevivió el que
se entregó a Dios, Jules. El soplón, un personaje pequeño en la
película, ni siquiera participa de esa revelación mística que
tiene Jules. Y Vincent, reniega de ella. Los dos terminaron muertos.
Ahora bien, ¿qué hubiese pasado si
Vincent seguía a Jules (el más inteligente y el líder del dúo)
en su peregrinaje, abandonando su trabajo como matón para un
mafioso? Habría salvado su vida, porque no habría ido al
departamento de Butch, en donde lo mataron cagando, literalmente.
Entonces, el ateísmo de Vincent y su incapacidad para entender el
mensaje de Dios, que sí vio Jules, terminó por provocarle la
muerte.
Pero, ¿qué hubiese pasado si Jules
tampoco dejaba su trabajo porque no hallaba ningún mensaje divino en
el primer departamento? Si Jules hubiese estado junto a su amigo, Butch no
podría haber encontrado un arma solitaria y por lo tanto no podría
haber matado a Vincent. Al contrario, Jules lo habría visto entrar y
habría acabado con él. Desde este punto de vista, el hecho de que
Jules haya seguido el camino de Dios fue lo que provocó la muerte de
Vincent.
Ahora, que cada uno saque su propia conclusión pelotuda.
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