Macri pidió a los K y exK, a propósito
de la aprobación de un proyecto de Ganancias que no le ha gustado,
porque él impulsa ese que pide “un pequeño esfuerzo” a la gente
hasta el próximo mandato, que paren de mentir.
Enérgico, mientras jugaba al golf en
Córdoba (dónde más), ofreció una entrevista telefónica al
programa de Lanata en Radio Mitre (uno de los cientos de 678 que
tiene el actual gobierno) y por el minuto treinta, minuto treinta y
cinco, lanzó su oda a la verdad.
Cumpliendo lo que seguramente es una
estrategia comunicativa (desde sacarse el bigote, hasta bajar de peso
y hablarte “a vos”, pasando por el color amarillo, todo es una
estrategia comunicativa), empujó a Massa hacia el kirchnerismo,
recordándole su pasado K, y pidió sinceridad, unos segundos después
de inventar una palabra: “reducieron”.
“Basta de mentir. Basta de querer
engañar a todo el mundo y háganse responsables de proponer cosas
coherentemente, que
ayuden a salir adelante porque claramente estamos en una transición,
en un año que nos ha costado mucho a todos, que empieza a verse como
que vamos a volver a crecer el año que viene después de más de
cinco años...”
y sigue, pero no hace falta seguir, porque con estas líneas hay para
hacer dulces.
Primero que nada, al pasar lo oral a lo escrito uno ratifica que el
presidente es un espanto hablando. Pero, bueno, la palabra no es
gestión. Sí llama la atención que en el mismo pedido de
sinceridad, diga una mentira.
Si se toman los últimos cinco cierres de año (2011/2015), el PBI
argentino sí ha crecido. Según los datos del Banco Mundial (no del
Indec, del Banco Mundial), la evolución del PBI en dólares aprecios actuales fue la siguiente:
- 2012: 548,935 mil millones.
- 2013: 554,155 mil millones.
- 2014: 529,726 mil millones.
- 2015: 583,169 mil millones.
En
cinco años, el PBI creció en cuatro. Y comparando los extremos,
creció 50 mil palitos.
El PBI per cápita en dólares saltó de 12.800 en 2011 a 13.431 en
2015; o sea que también creció.
Entonces, recapitulando, el tipo arrancó con una mentira. Pero
supongamos que se sostiene en la interpretación de algún economista
que sabe mucho del tema y que mediante algunos pases mágicos hace
decrecer el PBI por cinco años. Igual miente, o al menos oculta
parte de la verdad: si el año que viene crece menos de lo que va a
decrecer este año, entonces en su gestión el PBI no va a haber
crecido, ¿se entendió el trabalenguas?
Bien. Ahora, para continuar con la cosa, en ese pequeño extracto de
algunas líneas el presidente reclamó a un sector político que deje
de mentir.
Uno trata de imaginarse al tipo con el teléfono, haciendo un alto en
el partido de golf y pidiendo a los demás que no mientan, y piensa,
¿lo dirá en serio?
Es
difícil recapitular en unas pocas líneas la cantidad de mentiras
que ha dicho el macrismo para llegar al poder, porque es obscena.
Después de descubrir que podían prometer 10km de subterráneo por
año y ganar igual las elecciones, parece que los tipos se dieron
cuenta de que podían decir cualquier pelotudez, total el refrán
nadie resiste a un
archivo
le importa un choto a todo el mundo. Y no es que alguien pueda
resistir el archivo, sino que a nadie parece importarle el archivo.
Así, en la era del registro de todo, en la época en que todo el
caudal de información puede guardarse como nunca antes, en el que
todo eventualmente puede ser documentable (al menos por capacidad de
almacenamiento), los tipos mintieron a diestra y siniestra y ganaron
las elecciones.
Fuera de las promesas abstractas (felicidad, alegría, esperanza,
etc.), hubo afirmaciones concretas que han sido transcriptas hasta el
cansancio: el segundo semestre, ¡el rechazo al ajuste en pleno
debate!, la pobreza cero y un largo, larguísmo etcétera de mentiras
verdaderamente aberrantes, de versos ideológicos a imposibilidades
teóricas (pobreza cero).
Ese presidente, padre de mentiras difíciles de digerir, pide basta
de mentiras. Y lo dice en serio... al menos en el tono de su voz,
porque, quién sabe, tal vez mientras sostiene el teléfono, en el
soleado campo de golf, se esté cagando de risa. Quién sabe.
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