miércoles, 29 de diciembre de 2010

La pelusa en el pupo (1ra parte)

Un hombre camina por la calle con saco y corbata. Busca un bar en donde tomar un café, pretexto perfecto para pasar al baño. No tiene oficina, pues es un vendedor, y vive lejos del centro de la ciudad. Cuando la necesidad lo abruma, no tiene más remedio que un baño público.

Llega al bar más cercano, ordena un café y pasa rápidamente al baño. Se para ante un migitorio y hace lo suyo. Pero mientras desagota los desechos de su cuerpo se levanta levemente la camisa y toca su ombligo, en donde reposa una enorme pelusa. Es de color gris y bastante grande, ocupa prácticamente todo el ombligo.
Otro hombre disfruta de su día libre tirado sobre un sofá viendo televisión. Considera que esa es la mejor manera de aprovechar el tiempo libre. Tiene una musculosa y unos shorts cortos, de color azul. Su mano derecha descansa sobre el sillón, con el control remoto sobre la palma. Y la izquierda se mueve en sentido circular por su estómago. Juguetona, la mano levanta la musculosa y inspecciona el ombligo. Sorpresa, una pelusa, enorme y gris reposa sobre esa pequeña cavidad.
Un tercer hombre se encuentra en el patio de su vivienda haciendo un asado. Hace calor y hay un sol radiante. Para matar dos pájaros de un tiro, el hombre se quita la camiseta blanca para broncearse. Odia tomar sol, pero le gusta cómo se ve tras el efecto de los rayos ultravioletas sobre su cuerpo. El asado, entonces, es el mejor pretexto para cumplir con su objetivo final: el bronceado.
Mientras acomoda las brasas debajo de la parrilla, siente que algo le hace cosquillas en el estómago. En el ombligo, más precisamente.
Deja los utensilios de asador y hurga en su cuerpo para quitar ese objeto extraño que no debería pertenecer allí. Toma con los dos dedos, el índice y el pulgar, el elemento y no puede ocultar su sorpresa: una pelusa gris que ocupaba prácticamente toda la cavidad.
El doctor Bob big Lebowski, especialista en genética de la Universidad de California, se interesó particularmente por el fenómeno de las pelusas en el pupo. Como otros genios, su vocación surgió de un conflicto personal: tenía las pelotas por el piso de tanta pelusa que se sacaba del ombligo.
A diferencia de los casos citados, Lebowski era un científico. Y, a medida que comenzó a observar la proliferación de pelusas, su curiosidad fue en aumento y comenzó a experimentar.
La primera hipótesis, y las más lógica, sugiere que las pelusas se generan a partir de pequeños trozos de tejido de las prendas que usa el hombre. ¿Por qué en los hombres y no en las mujeres?, esa fue la pregunta más sencilla de responder: las mujeres no tienen vello en el ombligo.
Decíamos, entonces, que Lebowski se preparó para comprobar empíricamente la primera respuesta tentativa al problema: el tejido de las prendas se pega al vello del ombligo.
El experimento sería sencillo: buscó un pullover, de lana gruesa, de esos que pierden pelusas por todos lados, y se lo puso sobre el torso desnudo. Sufrió un poco, pues estaba en california y era julio, pero se sobrepuso, por el bien de la ciencia.
El resultado fue el esperado: aproximadamente cada dos o tres horas sacaba abundante pelusa de su pupo. Lo curioso fue que el color de la pelusa no coincidió con el color del pullover. La prenda era de un salmón chillón, mientras que la pelusa tenía un tono grisáceo bastante desagradable, como sucio.
Lebowski se rascó la cabeza, volvió a mirar con atención la pelusa y la comparó otra vez con el pullover, por las dudas, y recordó que era daltónico. Pero pese a ese defecto, en el tono de grises que dominaba su visión notó que los colores no eran los mismos. Volvió a rascarse la cabeza, tomó la pelusa y se dispuso a analizarla al detalle.
No era tiempo de lamentos. Tenía mucho trabajo por delante; lo que comenzó como una curiosidad, poco a poco se iba transformando en una obsesión.

En futuras entregas, habrá más de la increíble historia de Bob big Lebowski y su odisea para descubrir el origen de las pelusas en el pupo.  

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