lunes, 28 de junio de 2010

¡Botonazos!

En Buenos Aires, se mencionan como “códigos de barrio”. En otras partes del país, donde el centro y la periferia no guardan diferencias tan profundas, simplemente se los claisifica como “códigos”.
 Lo cierto es que ambas designaciones hacen referencia a determinadas pautas de conductas no escritas que deberían respetarse a rajatabla para mantener una buena convivencia.
Una de esas leyes de oro dice que uno no puede actuar en contra de manifestaciones realizadas por pares. Si alguien actúa en contra de esta norma, usualmente se lo califica como “botonazo”, término cordobés para la designación “botón”.
Claro que esta pauta no es rígida, pero sí guarda cierta realidad. Por ejemplo, limitar toda crítica porque puede violar los códigos es un error gravísimo. Si un periodista no critica a otro periodista porque es un periodista, pese a que ese periodista haya actuado de mala manera, entonces el código no escrito está desvirtuando una pauta de buen comportamiento.  Pero si se da el caso contrario, si la crítica se formula no por el hecho en sí, sino por otros motivos quizás espurios, entonces la ley no escrita cobra valor.
En los últimos días, los naranjitas, nucleados en distintas cooperativas de trabajo iniciaron un plan de lucha porque exigen al Ejecutivo municipal mejores zonas para cuidar coches, es decir, para realizar su labor. Concretamente, afirman que pese a estar regularizados, el municipio les dejó para explotar lugares con poca circulación y, en consecuencia, un menor flujo de ingresos. La protesta consistió en tapar los parquímetros, movilizarse y hasta tomar el cuarto piso del Palacio 6 de Julio.
Al margen de realizar un análisis cualitativo y de opinión sobre los modos de protesta elegidos por los cuidadores de vehículos, quizá con la salvedad de la toma del edificio municipal, no hubo irregularidades constitucionales en el modo de protesta.  Mucho menos si ese análisis se realiza desde otros sectores gremiales, por caso el Sindicato Unión de Obreros y Empleados Municipales (SUOEM).
Sin embargo, y lamentablemente, tenemos una sociedad acostumbrada a mirar la paja en el ojo ajeno y a reservarse opiniones puristas que no condicen con las conductas, con los hechos. Recuerdo, por ejemplo, una volanteada de la que participé con el Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación (Cispren) en la calle Alvear, frente a Cadena 3. Para realizar esa actividad, demoramos el tránsito aproximadamente diez minutos, tiempo suficiente como para recibir insultos y amenazas por parte de un par de taxistas y otros tantos remiseros. ¡Taxistas y remiseros! Nos dio gracia, pues ese sector poco tiempo antes había sitiado el centro de la ciudad por diversos reclamos.
Volviendo al ejemplo que nos trae, hoy se produce una situación similar, pero mucho más grave.  La reacción de los inspectores de tránsito del  SUOEM, actualmente y por lejos el gremio más combativo de Córdoba, que protagonizó un paro de más de 40 días con serios incidentes en el medio, fue realizar asambleas “porque los naranjitas no nos dejan trabajar”. En otras palabras, se llevó a cabo una protesta para protestar contra la protesta de los naranjitas. Todavía no fueron claros, pero evidentemente piden que se ponga fin al plan de lucha iniciado por las cooperativas de trabajo que agrupan a los cuidadores de coches.
Esa conducta, en mi barrio, en otro barrio, en mi ciudad o en la China, se llama traición. Porque el inspector de tránsito municipal es un trabajador acostumbrado a movilizarse para reclamar lo que cree justo movilizado para que las autoridades pongan fin a la movilización de otros trabajadores que se movilizan para reclamar algo que creen justo. Si reducimos el hecho a un diccionario argentino, podríamos llamarlo de otro modo, aunque el sentido sea el mismo. Me tomo unos segundos para respirar hondo, muy hondo, aclarar mi garganta y gritar bien fuerte a los inspectores de tránsito municipales; ahora sí, estoy listo: ¡BOTONAZOS!

No hay comentarios: