
Años después de fortalecer en diversos ámbitos su revolucionaria teoría de la geopolítica humana con los ensayos de la Argentina y Estados Unidos, el genial y tenaz profesor británico John Hardsword se animó a publicar su primer libro, bautizado con el nada original nombre de Teoría de la Geopolítica Humana.
Siempre con sus analogías humanas, fue capaz de caracterizar a la perfección a 75 naciones independientes y de obtener un merecido reconocimiento entre los pares de su último hogar: el hospital neuropsiquiátrico doctor León Morra.
La publicación contaba con algunas perlas de la geografía moderna como la descripción de Chile, que pasamos a detallar a continuación en las palabras del valeroso profesor Hardsword:
“Chile tuvo un nacimiento complejo. Podríamos decir que nació de casualidad y que todavía no tiene bien en claro quién fue su padre, sin San Martín o el general O'Higgins, o los dos al mismo tiempo.
Tampoco tuvo una adolescencia feliz. Era demasiado flaco y demasiado petiso como para seducir a cualquiera. Encima, para peor, tenía a semejante espécimen a su lado, la Argentina, una rubia preciosa pero bastante estúpida que lo tenía todo pero no sabía que hacer con tantos atributos.
Chile no. Chile era inteligente y había aprendido a sobrevivir con lo poco que la naturaleza le había dado pero no se contentaba con ello. Ambicionaba más porque creía merecerlo. Por lo menos por inteligente.
Con el correr del tiempo, sus avances fueron trascendentes. Primero, hacia finales del Siglo XIX, se sometió a un tratamiento especial de crecimiento llamado Guerra del Pacífico que le permitió estirarse unos centímetros. Varios centímetros. Sus vecinos, Perú y especialmente Bolivia, jamás lo perdonarán, pero a Chile no le importaba. Estaba demasiado ocupado mirándose el ombligo y tratando de crecer aún más.
Ya era alto, tan alto como la Argentina, pero quería engordar. Necesitaba más espacio porque tenía la sensación de que en cualquier momento se caería al mar.
Miraba el culo de la Argentina con deseo y en varias ocasiones planeó quedarse con él, mas nunca lo logró. Se alió con el gordo más poderoso de la aldea, Estados Unidos, y con la vieja Inglaterra, y logró progresar en su primera adultez. Fue alabado por sus empleadores y hasta se creyó la verdadera perla del Pacífico. Tuvo algunos problemas, pero los arregló sin muchos contratiempos de un golpe, un golpe de Estado.
Hoy, es alabado por sus patrones, quienes lo consideran un empleado ejemplar. Mira a sus vecinos con un relativo desdén, pero no superior al desdén con que el resto de los países sudamericanos lo miran a él. Admitámoslo, no es exactamente popular entre sus pares, pero así y todo logra sobrevivir. En definitiva, es el mejor alumno de la clase, aunque tal calificación no necesariamente sea un buen augurio, y se frota las manos y se relame porque sabe que, alguna vez, tendrá en sus manos el precioso culo de su vecina”.