
Paco se paró sobre la punta de la mesa y observó lentamente a cada uno de los comensales. Prácticamente todos sus seres queridos estaban sentados delante suyo en esa habitación larga y rectangular, adornada sólo con algunas fotos de Pablito, su hijo, en las blancas paredes.
Los observó con melancolía; sabía que le quedaban apenas unos minutos por delante y debía explicarles el motivo de esa reunión. Los había invitado con insistencia pero ocultando las verdaderas razones. Y como si todos supiesen algún secreto, no había un clima festivo en ese comedor. Parecía una especie de funeral, en el cual los reencuentros y las anécdotas coinciden cruelmente con el dolor que los trajo.
Él sólo se quedó mirando hasta que sus invitados finalmente le prestaron atención. Con paciencia, esperó a que se generara un absoluto silencio y recién después habló:
-Amigos, como todos saben, mi hijo se está debatiendo entre la vida y la muerte- señaló con un dolor que le atravesaba la garganta. Mas necesitaba firmeza porque era el momento más importante de su vida.
-Los médicos dijeron que necesita urgente un transplante–prosiguió-, pero no hallamos donantes. Sólo Dios y mi esposa saben lo que estoy sufriendo por su vida. Es apenas un adolescente y confío en que tiene un futuro brillante por delante. Brillante en el sentido de que puede transformarse en un hombre de bien. Sé que va a transformarse en un hombre de bien.
Paco debió dejar de hablar abruptamente porque las lágrimas le surcaban los ojos como el río destroza la piedra. Bebió un sorbo de agua y prosiguió:
-Ese es el motivo por el cual los he invitado a todos. He llegado a la encrucijada de mi vida y debo tomar una decisión urgente. Siempre dije que daría la vida por mi hijo, y ha llegado el momento, pues mis palabras jamás fueron metafóricas, sino más bien literales. Les digo a ustedes, los que me quieren, que estoy dispuesto a dar la vida por mi hijo. Y así lo haré. La ambulancia debe estar por llegar, pues la llamé hace algunos minutos. No se preocupen por nada. Los amo a todos y les agradezco por acompañarme durante todos estos años. Hicieron que mi vida fuese maravillosa. Les agradezco, sinceramente, desde lo más profundo de mi corazón.
La gente estaba muda. No terminaba de entender las palabras de Paco. De hecho, ninguno atinó a reaccionar cuando el hombre sacó un arma de su cintura y apuntó directamente a su boca.
El ruido enmudeció a todos. Nadie lloró, no hubo gritos ni desesperación. Se quedaban sentados viendo cómo el pesado cuerpo de Paco se desplomaba al suelo y la bala se llevaba parte de su humanidad hacia la pared.
A los pocos segundos, como si se tratase de una obra ensayada, llegó la ambulancia con el médico que atendía a Pablito. El doctor Fernández entró rápidamente a la casa acompañado de dos enfermeros y una camilla. Entre los tres, levantaron el cuerpo de Paco y, sin explicaciones, se lo llevaron al hospital inmediatamente. El doctor Fernández lloraba, pero no podía hablar. Sólo atinó a hacer su trabajo.
A la mañana siguiente Pablito recibió el transplante que tanto necesitaba y vivió hasta llegar a viejo.
Una vida por otra; ese es el equilibrio que mantiene en paz al universo.
3 comentarios:
John Q? una buena película, con todos los estereotipos del cine yanqui, pero buena al fin. Tu relato me gustó y a modo de sugerencia, estaría bueno que lo profundices, puede ser la punta de una historia...
un abrazo!
Estimado, a logrado que ponga su blog dentro de mis favoritos.
Seguiré disfrutando de sus análisis y relatos.
Muchas gracias Scootie. Espero estar a la altura.
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