Meritocracia suele ser descripta como
el concepto que legitima las inequidades que produce el capitalismo, mediante la individualización del éxito y el fracaso.
El esfuerzo y el talento individual son
los indicadores de éxito, excluyendo de este modo cualquier
influencia del sistema capitalista en la situación de los
individuos, limitando las injerencias colectivas.
Al contrario, si el mérito es el
indicador, la línea que divide a los que tuvieron éxito de los que
fracasaron, entonces el capitalista es un sistema que brinda
oportunidades a quienes lo merecen.
Sin embargo, el premio al esfuerzo y el
talento sería el mérito, no la meritocracia. Lo mismo en el caso de
la argumentación conservadora/capitalista para defender al sistema.
Es mérito.
Meritocracia es la utopía que subyace
detrás del mérito. Es el sistema imaginario que premiaría
solamente al mérito individual. Es la concreción de ese sistema
utópico o imaginario y en consecuencia, es la nafta, la gasolina que
empuja a la argumentación justificante del capitalismo, que
transforma el defecto en una virtud.
La diferencia no es menor, por cuanto
la aspiración a la meritocracia tiene más de idealismo que de
argumento maquiavélico. El ultraliberalismo, o neoliberalismo, o
neoconservadurismo, al final de cuentas es también una ideología
que se expresa un ideal de sociedad, una idea de cómo debería
funcionar el mundo.
Para estos tipxs, el ideal es una
sociedad fundada exclusivamente en le mérito individual, basada
incluso en el mérito individual, en una especie de la ley del más
fuerte pero con algo de armonía. Una sociedad en la que los
ganadores, surgidos de una competencia justa, dominan a los
perdedores, que se dejan dominar porque perdieron.
Por supuesto que es una idea que hace
agua por todos lados, insostenible. Pero no menos insostenible que la
eliminación del individualismo como cenit social.
Sin embargo, sus bases son poderosas:
son el fundamento mismo del capitalismo. Es decir, la utopía de una
sociedad libre y sin ataduras, en la que las personas gozan de la
libertad de competir unas contra otras y en esa competencia es que se
produce el desarrollo.
Con otros nombres, con modificaciones
mínimas, con matices, al final de cuentas la meritocracia es un
término contradictorio hasta en su génesis: es nuevo, pero es
viejo. Es un viejo con la máscara de un pibe, un Dorian Gray
doctrinario.
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