viernes, 2 de febrero de 2018

UTOPÍAS: Meritocracia y Equidad (Parte 2)

Meritocracia suele ser descripta como el concepto que legitima las inequidades que produce el capitalismo, mediante la individualización del éxito y el fracaso.

El esfuerzo y el talento individual son los indicadores de éxito, excluyendo de este modo cualquier influencia del sistema capitalista en la situación de los individuos, limitando las injerencias colectivas.


Al contrario, si el mérito es el indicador, la línea que divide a los que tuvieron éxito de los que fracasaron, entonces el capitalista es un sistema que brinda oportunidades a quienes lo merecen.

Sin embargo, el premio al esfuerzo y el talento sería el mérito, no la meritocracia. Lo mismo en el caso de la argumentación conservadora/capitalista para defender al sistema. Es mérito.

Meritocracia es la utopía que subyace detrás del mérito. Es el sistema imaginario que premiaría solamente al mérito individual. Es la concreción de ese sistema utópico o imaginario y en consecuencia, es la nafta, la gasolina que empuja a la argumentación justificante del capitalismo, que transforma el defecto en una virtud.

La diferencia no es menor, por cuanto la aspiración a la meritocracia tiene más de idealismo que de argumento maquiavélico. El ultraliberalismo, o neoliberalismo, o neoconservadurismo, al final de cuentas es también una ideología que se expresa un ideal de sociedad, una idea de cómo debería funcionar el mundo.

Para estos tipxs, el ideal es una sociedad fundada exclusivamente en le mérito individual, basada incluso en el mérito individual, en una especie de la ley del más fuerte pero con algo de armonía. Una sociedad en la que los ganadores, surgidos de una competencia justa, dominan a los perdedores, que se dejan dominar porque perdieron.

Por supuesto que es una idea que hace agua por todos lados, insostenible. Pero no menos insostenible que la eliminación del individualismo como cenit social.

Sin embargo, sus bases son poderosas: son el fundamento mismo del capitalismo. Es decir, la utopía de una sociedad libre y sin ataduras, en la que las personas gozan de la libertad de competir unas contra otras y en esa competencia es que se produce el desarrollo.


Con otros nombres, con modificaciones mínimas, con matices, al final de cuentas la meritocracia es un término contradictorio hasta en su génesis: es nuevo, pero es viejo. Es un viejo con la máscara de un pibe, un Dorian Gray doctrinario.

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