jueves, 15 de enero de 2015

Charlie Hebdo: Van ganando

Las reacciones posteriores al ataque contra la revista Charlie Hebdo confirmaron el triunfo de los fascismos, tanto el musulmán como el occidental. Porque, si algún análisis consideró que el atentado tenía por único objeto masacrar a los dibujantes, pues estaba equivocado. El ataque a Charlie Hebdo, como casi todos los ataques terroristas, tuvo un doble objetivo: la víctima concreta, aquella que sufre en carne propia la descarga violenta, y la repercusión del hecho en las sociedades, es decir, su carácter simbólico y político.

En este caso, el objetivo no era más que extremar la islamofobia e impulsar a los fascismos occidentales, cuya acción favorece a los fascismos islámicos. Un extremo impulsa al otro, acción/reacción.
El extremismo islámico se alimenta de la islamofobia occidental, de las políticas aberrantes de Occidente y sus aliados en las regiones musulmanas, mientras el extremismo occidental se alimenta de la brutalidad de los movimientos armados islámicos.
Las agresiones a las mezquitas, la apropiación occidental del valor simbólico libertad, la exacerbación de los valores occidentales, el nacionalismo, la militarización de las zonas musulmanas, la ploriferación de movimientos antimusulmanes, la asociación entre violencia e islamismo, empujan a las comunidades musulmanas hacia los extremismos, al igual que el ataque impulsa el fascismo occidental.

Francia para los franceses
SantiagoAlba Rico observó un aspecto clave del discurso post ataque: la nacionalización de la libertad de expresión.
Mientras el mundo se escandalizaba por las imágenes de los encapuchados disparando a sangre fría a un policía, los primeros mensajes políticos mencionaron la necesidad de “defender los valores de Francia”, como si de esa forma se defendiera la libertad de expresión. De algún modo, afirma Alba Rico, es el mismo razonamiento de los islamistas, cuando asesinan a periodistas diciendo que defienden el islamismo.
Porque resulta que Francia no es la libertad de expresión en sí misma, es un país que en muchos casos a violado de forma flagrante la libertad de expresión y en otros la ha defendido.
La libertad de expresión es, entonces, un valor universal, no nacional. Es un bien que debe ser defendido en todos los países del mundo, no un aspecto que pertenezca a una región, ni a un país. Asociar a Francia con la libertad de expresión, y en consecuencia excluir al resto del mundo, en especial al mundo islámico, ya es un acto político, que puede justificar la barbarie.
El caso estadounidense post 11 de septiembre es quizá el ejemplo más evidente de cómo pueden tergiversarse los valores universales, al transformarlos en una virtud nacional y exclusiva.
La Casa Blanca se situó como el paladín de la democracia, adoptando la misión religiosa de llevar los valores democráticos al resto del planeta. Con ese argumento (que cobró más protagonismo cuando se cayó lo de las armas de destrucción masiva en Irak), desató las peores masacres del siglo XXI.

¿Poner la otra mejilla?, no
La reacción no es “poner la otra mejilla”, ni ahogarse en oratorias de bar, que evitan la acción. Antes que nada, es necesario “desislamizar” el ataque, en el sentido de reconocer que no es un ataque islámico, sino de facciones fascistas del islamismo que buscan aumentar el caos para sacar rédito de él. La violencia no es propia de una religión, ni de un país, es transversal al género humano. Asociar el islam a la violencia es tan injusto como asociar Francia al fascismo (por Le Pen) o Alemania al antiislamismo (Pegida).
En Francia hay cinco millones de musulmanes, y en Europa son una comunidad enorme, y obviamente no todos son terroristas (si todos fueran terroristas estaríamos ante el ejército más numeroso del mundo: 2.000 millones de personas en todo el mundo). Pero sí hay que analizar cuáles son los fenómenos que fomentan el extremismo.
No cabe duda de que los ataques religiosos, la burla racista, la exclusión, la violencia, la guerra, son caldos de cultivo para la proliferación del fascismo musulmán, así como las agresiones guerrilleras, los atentados y los mensajes agresivos son caldo de cultivo para el fascismo Occidental.
Hay que tener en cuenta que la violencia del fascismo musulmán afecta, sobre todo, a los propios musulmanes, que viven en países desgarrados por la guerra, el extremismo, el hambre, la violencia y la intolerancia, .
La memoria es otro valor universal, porque permite comprender mejor los procesos históricos y por lo tanto el presente. No hay que olvidar que Estados Unidos armó y apoyó a Saddam Hussein, a los talibanes en Afganistán y a los Hermanos Musulmanes en Egipto. La propia Francia hizo lo propio en Argelia, con los harkis, mientras que Israel prestó su apoyo a Hamas, para reducir el poder de la OLP. Y todas las potencias occidentales armaron al EI en Siria.

En la medida en que Occidente distinga al mundo entre civilización y barbarie, mientras los extremismos occidentales sigan proliferando, si las políticas belicistas siguen siendo el principal acto político hacia el mundo musulmán, si continúa la asociación islamismo/violencia, entonces el fascismo islámico persistirá y se volverá cada vez más poderoso.  

No hay comentarios: