La victoria del Partido de los
Trabajadores en las últimas elecciones brasileñas fue de vital
importancia para la nueva configuración política mundial. Si bien las diferencias entre la
izquierda y la derecha brasileñas no son tan profundas como parecen,
Brasil juega un papel crucial en el teatro mundial, en tanto
integrante del BRICS y sostén del Mercosur y la Unasur.
El gigante sudamericano es uno de los
pilares del BRICS, quizá la organización que discute más
seriamente la hegemonía estadounidense (que ya no es tal, aunque su
dominio militar lo mantienen como la superpotencia).
Una victoria de Aécio Neves,
socialdemócrata y rival de Dilma en los últimos comicios, hubiera
supuesto un paulatino acercamiento a Estados Unidos, y en
consecuencia un alejamiento del bloque alternativo liderado por
China. Aunque no implicaría, necesariamente, romper con el bloque,
al menos sí un compromiso más relativo.
Para el BRICS, un distanciamiento de Brasil
no sólo implica quedarse sin la séptima economía mundial,
sino perder la base de apoyo en Sudamérica (o Latinoamérica), una
región que juega un papel crucial por sus recursos naturales y su
producción alimentaria.
Aunque la Unasur fue un triunfo
histórico para nuestra región, igual que algunas votaciones
notables en la OEA, no hay que confundirse, Latinoamérica está
partida al medio. La alianza del Pacífico reúne a México, la
segunda economía de la región, además de Chile, Perú y Colombia,
y está buscando la entrada de Costa Rica, Panamá y Guatemala.
A diferencia del Mercosur (que es una
alianza que depende de la coyuntura), la Alianza del Pacífico es una
asociación ideologizada desde sus cimientos: es una alianza
netamente neoconservadora, en la que la mano estadounidense es hasta
palpable.
La llegada de Neves al poder también
hubiera supuesto un alejamiento brasileño del Mercosur, hiriendo de
muerte a la alianza sudamericana (y causando un daño gravísimo a la
Argentina), y perjudicando seriamente a la Unasur, en favor de la
OEA, una organización históricamente dominada por Estados Unidos.
La permanencia de Dilma, entonces, no
sólo garantizó la salud del Mercosur y de la Unasur, sino que
habría desbalanceado el nuevo escenario mundial, que tiende a la
multipolaridad de la mano de los gigantes.
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