jueves, 13 de noviembre de 2014

El día que Brasil decidió el mundo

La victoria del Partido de los Trabajadores en las últimas elecciones brasileñas fue de vital importancia para la nueva configuración política mundial. Si bien las diferencias entre la izquierda y la derecha brasileñas no son tan profundas como parecen, Brasil juega un papel crucial en el teatro mundial, en tanto integrante del BRICS y sostén del Mercosur y la Unasur.


El gigante sudamericano es uno de los pilares del BRICS, quizá la organización que discute más seriamente la hegemonía estadounidense (que ya no es tal, aunque su dominio militar lo mantienen como la superpotencia).
Una victoria de Aécio Neves, socialdemócrata y rival de Dilma en los últimos comicios, hubiera supuesto un paulatino acercamiento a Estados Unidos, y en consecuencia un alejamiento del bloque alternativo liderado por China. Aunque no implicaría, necesariamente, romper con el bloque, al menos sí un compromiso más relativo.
Para el BRICS, un distanciamiento de Brasil no sólo implica quedarse sin la séptima economía mundial, sino perder la base de apoyo en Sudamérica (o Latinoamérica), una región que juega un papel crucial por sus recursos naturales y su producción alimentaria.
Aunque la Unasur fue un triunfo histórico para nuestra región, igual que algunas votaciones notables en la OEA, no hay que confundirse, Latinoamérica está partida al medio. La alianza del Pacífico reúne a México, la segunda economía de la región, además de Chile, Perú y Colombia, y está buscando la entrada de Costa Rica, Panamá y Guatemala.
A diferencia del Mercosur (que es una alianza que depende de la coyuntura), la Alianza del Pacífico es una asociación ideologizada desde sus cimientos: es una alianza netamente neoconservadora, en la que la mano estadounidense es hasta palpable.
La llegada de Neves al poder también hubiera supuesto un alejamiento brasileño del Mercosur, hiriendo de muerte a la alianza sudamericana (y causando un daño gravísimo a la Argentina), y perjudicando seriamente a la Unasur, en favor de la OEA, una organización históricamente dominada por Estados Unidos.

La permanencia de Dilma, entonces, no sólo garantizó la salud del Mercosur y de la Unasur, sino que habría desbalanceado el nuevo escenario mundial, que tiende a la multipolaridad de la mano de los gigantes.  

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