martes, 11 de noviembre de 2014

Los intocables de las crisis

La crisis de 2008 fue devastadora y perdurable, pues todavía no la hemos superado. Fue, sin dudas, la crisis más grave de la historia del capitalismo, y sus consecuencias resultaron nefastas para cientos de miles de personas, pero fue una oportunidad para una minoría, la minoría de siempre.

Reducción de ahorros, desaparición de fondos de pensiones, aumento de los alimentos, más desempleo, incremento de alquileres, ejecuciones de miles de hipotecas, dificultades para acceder al crédito, los efectos de la crisis sumieron al mundo en hambrunas, revueltas, miseria y desesperanza. Sin embargo, no todos la han pasado tan mal. Igual que en muchos otros casos, la crisis más grave de la historia del capitalismo, la crisis causada por la voracidad del sector financiero, la crisis provocada por unos jugosos bonos a grandes ejecutivos, cayó en las espaldas de los de siempre, y no fue tan mala para los de siempre.
Un informe de Oxfam confirmó las sospechas: los sectores más altos de las sociedades fueron favorecidos por la crisis. Sólo entre 2013 y 2014, las 85 personas más ricas del planeta aumentaron su patrimonio en 668 millones de dólares por día. Su riqueza es comparable a la que reúne la mitad más pobre de la población mundial, y buena parte de ella está escondida lejos de los tentáculos del fisco.
Según Oxfam, la evasión y la elusión fiscal son uno de los factores de desigualdad más influyentes, pues se trata de dinero que evita el pago de impuestos, perjudicando a los Estados, que podrían usar esos recursos para su redistribución.

El paraíso exclusivo
En los últimos días, la OCDE y el G20 firmaron un acuerdo para aumentar el cruce dedatos y así luchar contra la evasión de empresas e individuos, que optan por esconder sus rentas en paraísos fiscales.
El pacto, calificado con excesivo entusiasmo como un hito, contó con la firma de 51 países, que se comprometieron a mejorar el intercambio de información para combatir la evasión. Además, paraísos fiscales como Islas Caimán, Bermudas, Aruba, Suiza, Lichtenstein y Luxemburgo mostraron interés en sumarse a la iniciativa.
Sin embargo, no todo lo que reluce es oro. El acuerdo entraría en vigencia en 2017 y depende de que cada uno de los países comprometidos incluyan nuevas normativas en sus legislaciones para que el proceso tenga éxito.
Desde las organizaciones supranacionales se puede fomentar la aceptación del acuerdo, e incluso forzarla. Los entes mundiales tienen sobrados mecanismos de presión y de sanción para persuadir a los países que los integran. Sin embargo, la fuerza de la persuasión mundial nunca fue utilizada contra los países reconocidos como paraísos fiscales.
Jamás se avanzó sobre la imposición de sanciones contra Islas Vírgenes, Bermudas, Suiza o cualquier otro país que permita la creación de empresas fantasmas y oculte los datos bancarios.
Esto demuestra el poder de los paraísos, por cuanto guardan la basura de los más poderosos del mundo. Desde impuestos impagos, hasta el dinero por tráfico de armas, personas o drogas, la red de poderosos que tienen intereses en paraísos es interminable.
Para notarlo, basta sólo con observar cuántas empresas tienen accionistas en países como Islas Vírgenes, Panamá, Bermudas, entre otros muchos (ver lista de paraísos fiscales y lista de centros financieros off shore). En estos países, donde no suele pagarse impuestos a la renta, una empresa o persona puede fundar una firma fantasma (en algunos de ellos hay más empresas que habitantes) que atraiga las ganancias de otros lugares con legislaciones impositivas más duras.
El resultado es que la empresa paga menos impuestos en el país de origen (en donde genera la ganancia, porque allí vende sus productos) y envía el dinero a los paraísos, más laxos en controles y formas.
Para entender el volumen de los movimientos, Oxfan aseguró que sólo los latinoamericanos tendrían unos dos billones de dólares en paraísos fiscales, casi igual al PBI de Brasil.

Latinoamérica, el peor alumno
Pese a que en los últimos años nuestra región tuvo un crecimiento económico fabuloso, y que mucha gente pudo superar la línea de pobreza, lo cierto es que la lógica distributiva heredada del neoliberalismo no se modificó demasiado. “Mientras los más ricos captan en promedio casi 50% de los ingresos totales de la región, los más pobres reciben solo el 5%”, afirmó la organización.
En Perú, por ejemplo, Oxfam advirtió que dos millones de personas podrían volver a ser pobres, demostrando así la relatividad del crecimiento económico.
Perú, la nueva vedette del paradigma neoliberal, ha crecido a tasas chinas en los últimos diez años. Sin embargo, esa mejora macroeconómica no se tradujo en desarrollo microeconómico. Es decir, la vida de los ciudadanos no mejoró en proporción al crecimiento del PBI.
Lo de la línea de pobreza también es relativo, puesto que se trata de un índice altamente manipulado por los gobiernos. Mientras la Argentina falsificó impunemente las tasas inflacionarias, y con ello tergiversó todos los indicadores monetarios, el Perú estableció 750 soles como línea de pobreza (poco más de 250 dólares), una cifra irrisoria teniendo en cuenta el costo de vida en el país andino.
La verdad de estos dos países (y la gran mayoría, Estados Unidos, por ejemplo, no incluye el costo de la vivienda) sobre la pobreza es un verdadero misterio.

Oda a la hipocresía
Las respuestas ante la crisis de la mayoría de los gobiernos y de los think thanks más importantes fue paupérrima, por cuanto obedecieron el principio del shock tan bien desarrollado por Naomi Klein (principio que establece que las crisis son utilizadas para imponer reformas impopulares).
Europa avanzó hacia la destrucción del Estado de bienestar, se volcaron cantidades desconocidas de dinero al sistema bancario y las propuestas de reducir la presión impositiva sobre los grandes capitales pulularon por todos los medios del mundo, desempolvando la receta neoconservadora, cuyo fracaso es evidente y documentado.
Aquellos gobiernos que propusieron salir de la ortodoxia para superar la crisis o fueron vilmente desprestigiados (creando un nuevo eje del mal) o bien pasaron desapercibidos (¿cuánta gente sabe lo que hizo Islandia?). Y los pomposos acuerdos para luchar contra la evasión acumulan flashes, pero el éxito dependerá del compromiso duradero de los firmantes, toda una prueba de valor.

Mientras tanto, el mundo se dirige hacia una realidad preocupante, con tasas de desigualdad similares a las del Siglo XIX, la primera y la más salvaje fase de la historia del capitalismo.

No hay comentarios: