La conciencia sobre los efectos
devastadores de lo que conocemos como civilización sobre el medio
ambiente ha modificado un paradigma histórico bajo el cual se
desarrolló la humanidad: ya no tenemos que conquistar
a la naturaleza, sino protegerla.
El
cambio obedece a una creciente conciencia ecológica que plantea el
cuidado del planeta y para ello propone algunas ideas sueltas a las
que todavía les falta pegamento (nosotros, los burros, seguimos
esperando una verdadera doctrina ecológica que haga viable un
sistema que proteja el planeta... intelectuales del mundo,
¡teléfono!).
Sin
embargo, de momento, hay una enorme hipocresía detrás del cuidado
del planeta, pues no supera la fase proclamativa. Por un lado estamos
nosotros, los seres humanos simples y de a pie, que proclamamos nuestro
activismo pero somos presas de un consumismo desenfrenado (aviso: los
productos que compramos son materia, y la materia sale de la
explotación del planeta). Por el otro, gobiernos e intelectuales:
mientras el mundo se rija bajo la relación consumo-producción, no
habrá planeta que aguante, puesto que la producción se desarrolla a
través de la explotación del planeta. Y por último, las empresas,
que gastan fortunas en difundir mensajes amigables y regalar guita a
fundaciones, pero en los hechos hacen poco o directamente no hacen
nada.
La ONG
Oxfam publicó recientemente el informe “De brazos Cruzados” sobre la contaminación que provocan las diez empresas de
alimentación y bebidas más grandes del mundo.
Según
Oxfam, si Associated British Foods, Coca Cola, Danone, General Mills,
Kellogg's, Mars, Mondelez International, Nestlé, PepsiCo y Unilever
fuesen un país, estarían en el puesto 25º de los países más
contaminantes. ¡Y estamos hablando sólo de las empresas que
producen alimentos y bebidas!
Juntas,
las diez grandes, como las denomina el informe, emiten 263,7 millones
de toneladas de gases de efecto invernadero. “Del total de las
emisiones, aproximadamente la mitad proceden de la producción de
materiales agrícolas en sus cadenas de suministro. No obstante, los
objetivos de reducción fijados por las empresas no incluyen estas
emisiones. Así, Oxfam considera que las empresas están siendo
especialmente negligentes en relación a las emisiones agrícolas”,
aseguró el documento.
Ante
este escenario, las diez grandes “deberían ser capaces de reducir
sus emisiones combinadas en 80 millones de toneladas más para 2020”.
Para tener una noción, una analogía que ayudará bastante: esa
reducción equivaldría a sacar de circulación todos los vehículos
de Los Ángeles, Pekín, Londres y Nueva York. O sea, el cambio debe
ser mayúsculo y urgente.
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