miércoles, 2 de julio de 2014

Suiza y un planteo "a los patadones"

Los analistas del fútbol cometen un gran pecado: no usan las estadísticas como sí lo hacen otros deportes (es abismal la diferencia de rigurosidad entre un análisis de un partido de la NBA y uno de cualquier partido de fútbol).

Cuando se pondera un sistema y no se observan las estadísticas, es fácil caer en errores. Ayer se habló mucho y bien de cómo "Suiza controló a la Argentina", regalándole la pelota y apostando a un contragolpe. En contrapartida, se criticó mucho a la Selección porque “no tuvo ideas y careció de juego asociado”.
Sin embargo, una rápida y precaria mirada sobre las estadísticas desmintió esos comentarios, basados más en corazonadas de tablón que en un poco de rigurosidad profesional.
En 120 minutos de juego (en realidad fueron más de juego “en bruto” y mucho menos de juego efectivo, pero para los efectos del cálculo es mejor redondear), Suiza cometió 29 faltas, un foul cada 4,13 minutos. Pero, en un principio, no es un cálculo exacto.
Normalmente, las faltas se cometen cuando el otro equipo tiene la pelota. Teniendo en cuenta que la Argentina tuvo el 63,5% de la posesión, Suiza cometió las 29 faltasen 76,2 minutos, es decir, una falta cada 2,62 minutos de juego “enbruto” (si se contempla el hecho de que de los primeros 14 partidos del Mundial, el encuentro que tuvo un mayor porcentaje de juego efectivo fue Italia – Inglaterra, con poco menos del 60%, entonces los suizos habrían cometido una falta cada menos de dos minutos, aproximadamente).
El sistema de juego sin pelota, presión en determinados lugares del campo y contragolpe veloz y con pocos pases que utilizó Suiza para “controlar a la Argentina” fue una falacia absoluta; el recurso fue el foul sistemático y repetitivo para cortar el circuito de juego y evitar que el rival diera más de dos pases seguidos. No hubo tal efectividad ni tampoco es aconsejable hablar de “un gran planteo suizo”, cuando en una situación normal tendrían que haber terminado con dos o tres jugadores menos, y recibieron apenas dos amarillas.
No es para defender el papel de la Selección, que no fue del todo bueno. Pero sí para entender que es muy difícil triangular y tocar la pelota si te pegan una patada cada dos minutos. 
Este último dato destaca también la necesidad de una mesa de control en el fútbol (como la mayoría de los deportes) que ayude al árbitro a controlar ciertas contingencias (tiempo y cantidad de faltas, por ejemplo) y evitar que aspectos tan importantes del juego queden supeditados a la percepción de una sola persona, que además tiene que aplicar las reglas del juego.
Más allá de los gustos, plantear un partido sin la posesión del balón es válido y muchas veces efectivo. Y no tiene nada de malo. Sobran los ejemplos de equipos que se han defendido muy bien, que optaron por jugar con poca posesión y han tenido mucho éxito.
Pero el análisis es totalmente diferente si para aplicar con efectividad ese sistema de juego se recurre a la falta sistemática y repetitiva. Entonces no hay “un gran trabajo para controlar al rival”, sino la apelación a infracciones que arruinan el juego, ante la permisividad de un juez.  

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