Los analistas del fútbol cometen un
gran pecado: no usan las estadísticas como sí lo hacen otros
deportes (es abismal la diferencia de rigurosidad entre un análisis
de un partido de la NBA y uno de cualquier partido de fútbol).
Cuando se pondera un sistema y no se
observan las estadísticas, es fácil caer en errores. Ayer se habló
mucho y bien de cómo "Suiza controló a la Argentina",
regalándole la pelota y apostando a un contragolpe. En
contrapartida, se criticó mucho a la Selección porque “no tuvo
ideas y careció de juego asociado”.
Sin embargo, una rápida y precaria
mirada sobre las estadísticas desmintió esos comentarios, basados
más en corazonadas de tablón que en un poco de rigurosidad
profesional.
En 120 minutos de juego (en realidad
fueron más de juego “en bruto” y mucho menos de juego efectivo,
pero para los efectos del cálculo es mejor redondear), Suiza cometió
29 faltas, un foul cada 4,13 minutos. Pero, en un principio, no es
un cálculo exacto.
Normalmente, las faltas se cometen
cuando el otro equipo tiene la pelota. Teniendo en cuenta que la
Argentina tuvo el 63,5% de la posesión, Suiza cometió las 29 faltasen 76,2 minutos, es decir, una falta cada 2,62 minutos de juego “enbruto” (si se contempla el hecho de que de los
primeros 14 partidos del Mundial, el encuentro que tuvo un mayor
porcentaje de juego efectivo fue Italia – Inglaterra, con poco
menos del 60%, entonces los suizos habrían cometido una falta cada menos de
dos minutos, aproximadamente).
El sistema de juego sin pelota, presión
en determinados lugares del campo y contragolpe veloz y con pocos
pases que utilizó Suiza para “controlar a la Argentina” fue una
falacia absoluta; el recurso fue el foul sistemático y repetitivo
para cortar el circuito de juego y evitar que el rival diera más de
dos pases seguidos. No hubo tal efectividad ni tampoco es aconsejable
hablar de “un gran planteo suizo”, cuando en una situación
normal tendrían que haber terminado con dos o tres jugadores menos, y recibieron apenas dos amarillas.
No es para defender el papel de la
Selección, que no fue del todo bueno. Pero sí para entender que es
muy difícil triangular y tocar la pelota si te pegan una patada cada dos minutos.
Este último dato destaca también la
necesidad de una mesa de control en el fútbol (como la mayoría de
los deportes) que ayude al árbitro a controlar ciertas contingencias
(tiempo y cantidad de faltas, por ejemplo) y evitar que aspectos tan
importantes del juego queden supeditados a la percepción de una sola
persona, que además tiene que aplicar las reglas del juego.
Más allá de los gustos, plantear un
partido sin la posesión del balón es válido y muchas veces
efectivo. Y no tiene nada de malo. Sobran los ejemplos de equipos
que se han defendido muy bien, que optaron por jugar con poca
posesión y han tenido mucho éxito.
Pero el análisis es totalmente
diferente si para aplicar con efectividad ese sistema de juego se
recurre a la falta sistemática y repetitiva. Entonces no hay “un
gran trabajo para controlar al rival”, sino la apelación a
infracciones que arruinan el juego, ante la permisividad de un juez.
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