El debate por la nueva ley
universitaria peruana ha quitado algunas caretas, sincerado a ciertos
personajes y generado algunas animaladas tan cuestionables como
peligrosas.
La discusión, en general, se basó en
la nociones como libertad y autonomía, ambas fundamentales para
cualquier sistema educativo, estatal o privado. Pero algunos
confundieron (por ignorantes o perversos, yo creo que por perversos)
estos términos con la libertad para hacer plata, como si abrir una
universidad fuera lo mismo que vender zapatillas, con todo respeto a
los zapateros.
“La universidades particulares sonnegocios y solo se deben supervisar como empresas”, fue la última
bestialidad, pronunciada en este caso por César Ferradas, director
de CENTRUM online (centro de estudios de la Universidad Católica, es
decir, la creme de la creme... o sea que el bestia este se supone que
es de la creme de la creme).
En una entrevista concedida al diario
Gestión, Ferradas apeló de una manera brutal al razonamiento
económico para defender un sistema educativo. Y ni siquiera lo hizo
de forma lúcida.
En primer lugar, porque la ley peruana
prohíbe el lucro en las universidades, por eso algunos directores
ganan más de un millón de soles por mes, de ese modo disfrazan las
ganancias de salarios (lo cual es un robo escandaloso). Entonces las
universidades no son “un negocio”, sino más bien algún tipo de
servicio sin fines de lucro que se le ocurrió prestar a una empresa
privada porque es muy, pero muy buena y ama a la gente, como la
Iglesia Católica para la que Ferradas trabaja.
Antes del pronunciamiento, este
filósofo barato había pedido “separar la paja del trigo” entre
las entidades públicas y las privadas. Bajo una mirada
insoportablemente economicista, consideró que las públicas deben
ser regidas por el Estado porque “los fondos son estatales”,
mientras que las privadas, como sus capitales son particulares,
“deben emitir sus títulos como quieran”. En otras palabras, como
a la plata la pone una empresa o una organización, no interesa la
calidad educativa, “que el público decida”.
Esta última es de las frases más
crueles de todas, o sea que un chico de 18 años debe saber por sí
mismo sobre la calidad de una carrera universitaria que no ha
cursado, puesto que esa carrera no tiene absolutamente ningún
respaldo de ninguna entidad imparcial, entonces en vez de medicina
pueden enseñar carpintería avanzada. Pero además omite que el
Estado sí participa en las universidades, porque no les cobra
impuestos, y más con la Iglesia Católica, la dueña del
establecimiento para el que trabaja.
Para que quede claro, Ferradas está en
contra de que una entidad estatal esté a cargo de la acreditación
de las carreras universitarias. Es como si una empresa alimenticia
protesta porque hay un ente bromatológico que supervisa la calidad
de sus alimentos. “Si yo quiero vender mayonesa vencida o carne con
salmonella es mi problema porque soy un negocio privado, que el
público decida”... impresentable.
Por último, Ferradas argumentó que el
control estatal es peligroso porque “si llega un gobierno
autoritario” podría eliminar universidades privadas. Maestro, si
llega un gobierno autoritario puede hacer lo que quiera, porque es
autoritario, lo contrario a democrático, una ley no te va a ayudar.
Ferradas, como tantos otros, no pudo
huir al cliché del neoconservador (mal llamado neoliberal) que
reduce impunemente el concepto de libertad, a la libertad empresarial
y económica. Habrá libertad, siempre y cuando exista la libertad
para hacer dinero, no hay otra libertad en esta vida.
Y lo peor, es que este tipo está en
una institución académica, o sea que está enseñando.
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