miércoles, 30 de abril de 2014

Oda a la libertad (de hacer plata)

El debate por la nueva ley universitaria peruana ha quitado algunas caretas, sincerado a ciertos personajes y generado algunas animaladas tan cuestionables como peligrosas.
La discusión, en general, se basó en la nociones como libertad y autonomía, ambas fundamentales para cualquier sistema educativo, estatal o privado. Pero algunos confundieron (por ignorantes o perversos, yo creo que por perversos) estos términos con la libertad para hacer plata, como si abrir una universidad fuera lo mismo que vender zapatillas, con todo respeto a los zapateros.

“La universidades particulares sonnegocios y solo se deben supervisar como empresas”, fue la última bestialidad, pronunciada en este caso por César Ferradas, director de CENTRUM online (centro de estudios de la Universidad Católica, es decir, la creme de la creme... o sea que el bestia este se supone que es de la creme de la creme).
En una entrevista concedida al diario Gestión, Ferradas apeló de una manera brutal al razonamiento económico para defender un sistema educativo. Y ni siquiera lo hizo de forma lúcida.
En primer lugar, porque la ley peruana prohíbe el lucro en las universidades, por eso algunos directores ganan más de un millón de soles por mes, de ese modo disfrazan las ganancias de salarios (lo cual es un robo escandaloso). Entonces las universidades no son “un negocio”, sino más bien algún tipo de servicio sin fines de lucro que se le ocurrió prestar a una empresa privada porque es muy, pero muy buena y ama a la gente, como la Iglesia Católica para la que Ferradas trabaja.
Antes del pronunciamiento, este filósofo barato había pedido “separar la paja del trigo” entre las entidades públicas y las privadas. Bajo una mirada insoportablemente economicista, consideró que las públicas deben ser regidas por el Estado porque “los fondos son estatales”, mientras que las privadas, como sus capitales son particulares, “deben emitir sus títulos como quieran”. En otras palabras, como a la plata la pone una empresa o una organización, no interesa la calidad educativa, “que el público decida”.
Esta última es de las frases más crueles de todas, o sea que un chico de 18 años debe saber por sí mismo sobre la calidad de una carrera universitaria que no ha cursado, puesto que esa carrera no tiene absolutamente ningún respaldo de ninguna entidad imparcial, entonces en vez de medicina pueden enseñar carpintería avanzada. Pero además omite que el Estado sí participa en las universidades, porque no les cobra impuestos, y más con la Iglesia Católica, la dueña del establecimiento para el que trabaja.
Para que quede claro, Ferradas está en contra de que una entidad estatal esté a cargo de la acreditación de las carreras universitarias. Es como si una empresa alimenticia protesta porque hay un ente bromatológico que supervisa la calidad de sus alimentos. “Si yo quiero vender mayonesa vencida o carne con salmonella es mi problema porque soy un negocio privado, que el público decida”... impresentable.
Por último, Ferradas argumentó que el control estatal es peligroso porque “si llega un gobierno autoritario” podría eliminar universidades privadas. Maestro, si llega un gobierno autoritario puede hacer lo que quiera, porque es autoritario, lo contrario a democrático, una ley no te va a ayudar.
Ferradas, como tantos otros, no pudo huir al cliché del neoconservador (mal llamado neoliberal) que reduce impunemente el concepto de libertad, a la libertad empresarial y económica. Habrá libertad, siempre y cuando exista la libertad para hacer dinero, no hay otra libertad en esta vida.

Y lo peor, es que este tipo está en una institución académica, o sea que está enseñando.  

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