lunes, 23 de diciembre de 2013

Demanda, oferta y especulación

La demanda y la oferta son la piedra basal de la economía de mercado. Es a partir de ellas que uno puede entender cómo funciona la economía y evadir las dificultades lingüísticas a las que nos someten los especialistas para explicar algo que debería ser básico (por cierto, tendencia alcista quiere decir que algo está subiendo, por las dudas).
La dinámica, a grosso modo, es relativamente simple: si hay mucho de un producto pero poca gente lo pide, entonces ese producto costará menos. Si hay poco de un producto, y mucha gente lo pide, entonces el producto costará más. Un ejemplo es el dólar en la Argentina: ¿por qué el dólar es caro?, porque hay pocos dólares en la calle. ¿Por qué el peso es barato?, porque hay muchos pesos en la calle.

Sin embargo, saber cómo sube o baja el precio en función de la oferta y la demanda no sirve de nada si no se analizan cuáles son los factores que producen variantes en la oferta y la demanda, y por lo tanto en el precio de los productos.
Normalmente, se presenta al mercado como una pintura abstracta de Picasso (sí, es el único artista abstracto que conozco y sí, no le entiendo un pito): es una cosa amorfa, invisible, autónoma, como si fuese un gusano que repta debajo de cada transacción comercial, haciendo cumplir su voluntad. Pero lamentablemente no hay nada mágico detrás del mercado. El mercado somos nosotros, cuando compramos o vendemos algo, ni más ni menos.
La variación del precio, entonces, obedece a nuestra voluntad para comprar o vender. Bueno, decir “nuestra” en la economía capitalista es ingenuo. Mejor sería decir “ellos”, salvo que entre los cuatro o cinco lectores de este blog se encuentre algún formador de precios.
Ellos son los grandes comerciantes, especuladores o fabricantes que manejan las leyes de oferta y demanda, y por lo tanto manejan la economía, que tienen intereses concretos y utilizan su poder en su provecho. No hay nada mágico detrás de ello, ni mucho menos una ley natural. Porque esa es otra de las patrañas sobre el mercado: la presunta inevitabilidad de los hechos. Como si fuesen leyes de la naturaleza, que no se pueden torcer por ningún motivo. Sin embargo, es bueno aclarar que el mercado es un fenómeno social, y como tal depende de una suma de voluntades. Como la democracia, o las mismas sociedades, cuando el poder está mal distribuido, la consecuencia de esa distorsión se manifiesta en la toma de decisiones. Los que tienen más poder toman decisiones por los demás, mudos y sordos en el juego del poder.
En la economía pasa lo mismo: como los mercados de todos los países del mundo están concentrados, poca gente tiene un enorme poder de decisión. Así, por ejemplo, cuando los capitales especulativos se volcaron hacia las materias primas, aumentó el valor de la energía y de los alimentos, causando crisis, muerte, violencia y sufrimiento en millones de personas.
Un ejemplo revelador que deja en manifiesto el verso de la oferta y la demanda y sus variables es el petróleo. En 2008, la cotización del crudo comenzó a trepar hasta romper récords históricos. Vale aclarar que si el petróleo aumenta, aumenta la energía que utilizan casi todas las fábricas del mundo y los grandes medios de transporte. Si aumenta el precio de la fabricación y del transporte, aumentan los precios de los productos, obviamente.
El petróleo, entonces, llegaba a los 147 dólares en julio de2008. En 2003, el costo era de 25 dólares. En cinco años, el barril se multiplicó casi por seis.
Los argumentos para explicar semejante aumento apuntaban a desastres naturales, o conflictos armados. Así, los huracanes en el golfo de México, donde se encuentra la mayoría de las refinerías norteamericanas, o los ataques terroristas contra oleoductos en Medio Oriente fungían de argumentación. Otros eran más apocalípticos: el petróleo se está acabando, y ya sabemos, a menor oferta, mayor precio. En la misma línea corrió la demanda de China: de golpe, los chinos habían empezado a comprara petróleo, y como subió la demanda, subió el precio.
Pero, ¡oh sorpresa!, la cotización del oro negro pasó de 147 dólares en julio de 2008, a 35 dólares a fin de año. Aparentemente, la desaceleración económica hizo que las empresas utilizaran menos energía, y en consecuencia la materia prima de esa energía perdió valor.
Lo curioso fue que en cinco meses, ya no hubo problemas de abastecimiento, se acabaron los ataques terroristas, se solucionó la escasez y los chinos no encendieron ni un auto... ¡un milagro!
Bueno, no hubo milagros, lo que pasó en realidad fue que los que tenían el petróleo escondido en el garage de su casa lo vendieron de golpe y ganaron una fortuna. Eso produjo un aumento repentino de la oferta y, en consecuencia, la baja abrupta del precio.
La especulación en torno al petróleo se repite permanentemente en un sistema mundial dominado por la especulación financiera (por eso la formación de burbujas). Se los llama inversores, pero les quedaría mejor “especuladores hijos de puta que quieren ganar mucha plata en poco tiempo y les importa un carajo las consecuencias de sus actos”.
Lo que hacen es simple de explicar, pero complicado de imitar o al menos de anticipar. Vuelcan enormes sumas de capitales a una rama productiva, comprando acciones o producción a futuro en los mercados bursátiles o de materias primas. Con su acción, generan una ola de imitación: los inversores ven que el precio de una actividad determinada está subiendo porque mucha gente está comprando (sube la demanda) y empiezan a comprar. El precio sube y sube hasta superar el límite de lo real (es lo que pasó, por ejemplo, con las empresas de Internet a principios del milenio: aumentaron su valor debido a la demanda de acciones en el mercado bursátil, pero en la realidad no valían tanto). Cuando los principales especuladores ven que el precio ya está lo suficientemente alto, y el interés todavía no ha decaído, entonces empiezan a vender, de golpe, y la cotización se desploma. En el medio, ellos compraron barato, y vendieron carísimo: la hicieron toda sin esforzarse en lo más mínimo, sólo compraron, esperaron, y vendieron.
En el medio de todo ese ejercicio especulativo, el aumento es real. Si la especulación se volcó sobre, por ejemplo, la producción de arroz, el arroz en las góndolas va a aumentar. Si lo hizo sobre el petróleo, aumentará la nafta y el transporte y el costo de fabricar.
Toda acción en ese mundo tan abstracto llamado mercado financiero tiene repercusiones en la vida real, en la calle, digamos. Entonces, a aquellos que compran acciones para ganar buena guita, ojo, piensen en las consecuencias.
En la próxima entrega, la variable que domina a los especuladores: la variable codicia.








1 comentario:

halman dijo...

La verdad que no comprendo bien los mercados financieros. Siempre me hubiera gustado, pero por ahora sigo con la ropa de mujer por mayor que es mi rubro. Y más adelante por ahí, si algún día llego a entender cómo funciona esto, puedo dedicarme a otro tipo de inversiones.