martes, 14 de enero de 2014

La variable codicia

Las leyes de demanda y oferta son el corazón de la economía, dos normas basales para empezar a entender una ciencia bastante compleja e inexacta. En el último post se explicaba no sólo su importancia, sino la cínica utilización que hacen de ellas los dueños de las economías, situando a ambas leyes a la altura de leyes de la naturaleza humana, como comer, ir al baño, dormir o ver un partido de fútbol echado en un sillón con una mano rascando las pelotas.

No, señores, las leyes de demanda y oferta no tienen nada de naturales, sí mucho de artificiales. ¿Por qué?, porque son manipulables por el hombre, y si no existieran, la humanidad seguiría su curso como si nada: nadie puede dejar de dormir, pero un sistema puede subsistir sin regirse por las leyes de demanda y oferta.
La especulación, como se dijo en el último post, es un ejemplo de manipulación que distorsiona a la angelical ley. Utilizar las cantidades ofrecidas para manejar los precios, no tiene nada de natural, y mucho de artificial. Y como ley artificial, obedece a variables concretas, puntuales y sobre todo modificables.
Poco tiempo atrás, se produjo un importante aumento de precios de lacarne de pollo en el Perú. Muy sueltos de cuerpo, los periodistas y economistas explicaban que como había aumentado la demanda de pollos, era natural que aumentara el precio. El argumento era perfecto, desde el punto de vista económico, pero carecía de fundamentos para explicar a la gente por qué carajos aumentaba el pollo, puesto que como ley artificial, mencionar un simple aumento de la demanda no bastaba para explicar un fenómeno de precios.
Si uno dice “equis comió porque tenía hambre”, no necesita más argumentos puesto que el hambre es una necesidad natural y se satisface comiendo. Pero si uno dice “aumentó el precio porque aumentó la demanda” o “aumentó el precio porque bajó la oferta”, no explica todo el problema, falta la variable. Y en el caso de los pollos, como de tantos otros, la variable se llama codicia.
Una persona, por ejemplo, planta tomates. Necesita vender 100 tomates a 1 peso cada uno para reinvertir, enfrentar gastos fijos y ocasionales, y ganar dinero para subsistir. Pero viene un temporal y arrasa con la mitad de la producción. Esa persona entonces contará con 50 tomates, con los que deberá hacer frente a los mismos gastos. Podrá ganar un poco menos para sí mismo, pero no cambiará la lógica: tendrá que juntar casi la misma plata con la mitad de la oferta, y por lo tanto intentará vender los tomates a 1,80 o 2 pesos.
En este caso, la variable climática afectó la oferta, y como dicta la ley, a menor oferta, mayor precio. Al productor casi no le queda más remedio que aumentar los precios.
Pero supongamos ahora que otra persona tiene cinco departamentos en Nueva Córdoba. En febrero y marzo, como es habitual, los estudiantes universitarios que no residen en Córdoba acuden en masa a inmobiliarias y a los diarios para alquilar departamentos.
Como aumenta la demanda, el propietario sube los precios de los alquileres. Pero, a diferencia del productor de tomates, no hay ninguna variable que explique el aumento más que la voracidad por ganar plata. Como sabe que la gente va a estar pujando para alquilar departamentos, porque hay mucha demanda, el propietario juega con la desesperación para aumentar los precios.
El caso de los pollos es el mismo: no varió la cantidad de pollos, ni es una época especial con la que los vendedores de pollos cuentan cuando planifican los ingresos del año (como puede pasar con el pescado en Semana Santa), nada de eso. El pollo aumentó porque había mucha gente comprando pollo. Entonces los productores, los intermediarios y vendedores minoristas aprovecharon el fervor para ganar más guita.
Los sojeros en nuestro país guardan la producción en silos para bajar la oferta mundial y provocar un aumento del precio de la soja, y recién ahí la venden a un valor más elevado. ¿Por qué lo hacen?, de puros golosos, nomás.


Power for the people

Es importante conocer estos fenómenos porque somos nosotros, los compradores, quienes representamos la demanda en la mayoría de los casos. Y somos nosotros los que aceptamos comprar algo que está por encima de su precio.
En procesos inflacionarios, como el argentino, el comportamiento como comprador se vuelve fundamental. Porque la inflación es una gran oportunidad para ganar plata fácil a través de la variable codicia.
Detectarlo es fácil. En 2012 la yerba mate desapareció de las góndolas. Medios de comunicación advertían sobre faltantes por fenómenos meteorológicos, económicos, políticos o esotéricos. Y la gente mordió el anzuelo: corrieron a los supermercados a clamar por la yerba que no podía faltar en sus mesas, como si tomando un mate protegiesen el ser argentino o ingiriesen la energía para ganar una maratón... pocos días después, ¡oh sorpresa!, la yerba volvió a las góndolas, numerosa, verde y llena de palos, con un aumento de casi el 100%. Eso se llama manipular la demanda mediante la cantidad ofertada utilizando la variable codicia para ganar más guita.

O, en mejores palabras, eso se llama ser un insensible reverendo hijo de una camionada de putas salidas del averno, y espero que las putas me entiendan que no quise insultarlas, pero es una de las mejores puteadas que conozco.

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