El licenciado Kyle K. Keywhite fue un prominente representante del conservadurismo norteamericano en la década de los setenta. En plena efervescencia por los derechos civiles de las minorías, y cuando el país se aprestaba a entregarse al poder financiero, Keywhite defendía el libremercado en lo económico, y la conservación del orden establecido en lo social.
“Una economía libre de presiones estatistas forjará un país libre”; “que los negros, los homosexuales, los chinos y los latinos se vayan a la mierda”, son algunas de sus frases más célebres. KKK, como le decían sus críticos, era un político en franco ascenso, y amenazaba con candidatearse como presidente en las internas republicanas. Defensor de la familia tradicional, el libremercado y las buenas costumbres morales, no era extraño verlo en cruzadas contra la pornografía, las películas liberales o la integración racial, por nombrar algunos aspectos de su quehacer político.
Pero estos intereses eran nimios al lado de su aversión contra la homosexualidad. Los odiaba con todo su ser. Propuso, según trascendió, un ataque masivo contra El Castro, el famoso barrio de San Francisco en el cual comenzaron a sentirse los reclamos por los derechos de esta minoría. Según él mismo decía en público, ver a un homosexual le provocaba urticarias. Y cuando un periodista osó preguntarle qué haría si le sale un hijo gay, se llevó una brutal paliza que lo dejó en el hospital, festejada por las viejas bien peinadas estadounidenses.
Sin embargo, Kyle K. Keywhite no fue la excepción de una regla que persigue a los homofóbicos más enconados: era puto; un puto reprimido que nunca salió del placard pero que, en secreto, probó el sabor de otros hombres.
En una de esas aventuras, el mismo periodista al que había golpeado salvajemente le tendió una trampa: contrató a un joven apuesto y se lo entregó en bandeja al bueno de Kyle. Luego lo fotografió y publicó las imágenes menos pornográficas en todos los medios posibles. En ellas podía verse, con absoluta claridad, a Kyle metiendo la lengua con lascivia en la boca del jovencito mientras le manoseaba las nalgas. El resto no se mostró nunca, aunque se dice que en la actualidad navega por la red.
Ese fue, por supuesto, el final de la carrera de Keywhite , según dicen, el ascenso de un ex actor que terminó convirtiéndose en presidente. Pero antes, aún en su cenit, Kyle publicó un análisis discursivo de la canción Rapsodia Bohemia, poco tiempo después de que Freddie Mercuri admitiese su homosexualidad.
A continuación, transmitimos sólo algunos párrafos del análisis de Keywhite:
“La primera estrofa dice lo siguiente:
¿Es esto vida real?
¿Es solo fantasía?
Atrapado en un derrumbamiento
No hay escape de la realidad
Abre tus ojos
Mira los cielos y ve
Soy solo un pobre muchacho, no necesito simpatía
Porque fácilmente vengo, fácilmente voy
Un poco arriba, un poco abajo
De la manera que sopla el viento, realmente no me importa.
El escritor, Freddie Mercury, se pregunta si es verdad o fantasía y se manifiesta atrapado en un derrumbamiento. Evidentemente, se trata de una de las prácticas promiscuas de los homosexuales: la orgía. El señor este, a quien no quiero nombrar más, se encuentra atrapado entre varios cuerpos masculinos, fibrosos y peludos, haciendo el sexo “arriba y abajo”.
Mamá, solo maté a un hombre
Puse un arma contra su cabeza
Presioné mi gatillo, ahora él está muerto
Mamá, la vida ha comenzado
Ahora me he ido y lo tiré todo
Mamá, ooo
No quise hacerte llorar
Si no vuelvo de nuevo esta vez mañana
Sigue, sigue, como si no importara nada.
Se trata de una metáfora. No mató a un hombre, sino que reconoció su homosexualidad. Grita, contento este señor, que ahora es puto. No hace falta que explique qué entiende por gatillo, y cuál fue el objetivo de esa pistola que disparó. Sí puedo explicarles que, al final de la estrofa, le pide perdón a su madre por su elección pecaminosa. Es evidente que la mujer es de buenas costumbres, y no pudo evitar que le salga un hijo torcido.
Demasiado tarde, mi tiempo ha venido
Envía escalofríos debajo de mi espina
Mi cuerpo me duelo en todo momento
Adiós a todos - Me tengo que ir
Tengo que dejarlos a todos y enfrentar la verdad
Mamá, ooo - (de la manera que sopla el viento)
No quiero morir
A veces deseo nunca haber nacido
Empecemos por el final: quiere hacernos creer que es puto porque no puede evitarlo (a veces deseo nunca haber nacido). ¡Un error! Es puto porque se entregó a la promiscuidad, porque fue débil a la carne. Puto no se nace, se hace. Segundo: le dice adiós a todo porque vive en una sociedad con valores, que no soporta a la gente como él. Si quiere ser homosexual, entonces que se esconda en algún bar de mala muerte a hacer orgías.
(Por buen gusto, saltamos algunas estrofas de la canción y sus respectivos análisis):
Pues tu piensas que puedes apedrearme y escupirme en el ojo
Pues tu piensas que puedes amarme y dejarme para morir
Oh nena - no puedes hacerme esto nena
Simplemente tengo que salir - solo tengo que salir de aquí
Quiere salir de su casa, en donde posiblemente tenía a una buena mujer, para hacer orgías. Acá está admitiendo el momento exacto en el que se hizo puto. Y al final, admite que nada le importa. Está claro. Si respetase a su madre, a quien le hizo daño al inicio de la canción, y a la mujer a la que le habla al final, y a la sociedad en general, no se habría hecho puto. Habría tenido una familia, como Dios y la Biblia mandan, hijos, nietos, y habría compuesto música decente.
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