martes, 23 de noviembre de 2010

Cinco dólares

El cigarrillo es nocivo a la salud. Lo sabemos.
Nuevos y persistentes estudios revelan no sólo los males conocidos, sino los por conocer. Que el cigarrillo causa cáncer al pulmón o epoc no es una novedad. De hecho, es noticia vieja. Ahora, sabemos que trae impotencia, cáncer de boca, y hasta que sus residuos pueden revivir y pegarle un tiro en la cabeza a los inocentes no fumadores.

El cigarrillo hace mal, es mundialmente conocido. Y la información referida a ese mal y a los efectos que causa en terceros generó una especie de guerra contra el cigarrillo y, en consecuencia, contra los fumadores. En pocos años, andar por la calle fumándose un pucho era equivalente a portar un arma de destrucción masiva. Bastaba pararte en alguna esquina a esperar el cambio de semáforo para que alguna vieja te tosiera poniéndote cara de orto o una madre alejara a su nene del humo asesino que salía de tu boca, sin tener en cuenta que el humo que tiran los colectivos es tan nocivo como el del cigarrillo.
Acercarse a un fumador, entonces, significa un pasaje al cáncer de pulmón. Basta pasar cerca nomás del humo, y te morís. De este modo, el fenómeno provocó una saludable costumbre: la restricción de los lugares para fumar. Si el cigarrillo hace mal, especialmente en lugares cerrados porque el humo se concentra y hace que los no fumadores aspiren aún más, entonces no se puede fumar en lugares cerrados. Una lógica irrefutable.
En los aeropuertos esa medida corre desde hace mucho. En las zonas de embarque, por ejemplo, hace tiempo que no se puede fumar. Sin embargo, el maravilloso capitalismo encontró la vuelta al padecimiento de los adictos que no pueden alejarse por mucho tiempo de una buena pitada.
El sentido común invita a pensar que los aeropuertos dispusieron de algunos lugares al aire libre para fumadores. Pero no es así. Por el contrario, se construyeron ambientes bien cerrados, especiales para fumadores, con algunos extractores que poco extraen. Esos lugares se llaman “smoking bar”. Es decir, bar para fumadores. La condición para saciar el vicio es sencilla: hay que ir a los bares y consumir algo. En el aeropuerto de Lima, por ejemplo, un café sale el módico precio de cinco dólares.
Este punto de vista, revelador por cierto, deja en claro que los problemas de salud que provoca el cigarrillo y las consecuencias para los fumadores pasivos, especialmente en ambiente cerrados, tiene una solución: un café a cinco dólares.

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