miércoles, 8 de septiembre de 2010

Maestro, ¿a quién se lo decis?

Un aspecto clave del análisis político o mediático consiste en determinar a quién va dirigido un discurso. Por ejemplo, si una consultora estadounidense o europea realiza un estudio en un país de Sudamérica y concluye en que ese país es ideal para hacer negocios, ¿es una buena o mala noticia?

En principio, es una excelente noticia, pero si se lee entre líneas se descubrirá que no es un dato tan alentador. Veamos: la consultora en cuestión, ¿a quién dirigió su estudio, a los inversionistas de los países centrales o a los ciudadanos del país sudamericano? A los inversionistas, pues convive con ellos. Entonces, ¿cuál es el verdadero mensaje del estudio? Ahí va: mediante su trabajo, la consultora avisa a los empresarios que si invierten en ese país podrán obtener grandes ganancias, en poco tiempo y que no habrá barreras para que el dinero resultante cruce las fronteras y sirva para comprar hermosas mansiones en los Hamptons. Si ese es el mensaje, entonces, repito, ¿es una buena o una mala noticia para el país sudamericano?
En el discurso mediático, la receta es más o menos la misma. Tenemos, por ejemplo, al periodista Andrés Oppenheimer, autor de una columna publicada por más de 60 diarios, la mayoría latinoamericanos, La Nación, acá en la Argentina.
Normalmente, sus análisis lo sitúa como un especialista en temas latinoamericanos. A partir de esa noción construye sus notas semanales, generalmente dirigidas a la relación entre nuestra región y Estados Unidos, o bien a criticar a los gobiernos de izquierda, en particular a Hugo Chávez, catalogado como el dictador narcisista lenninista.
Sin embargo, una vez más hilando fino, no hace falta leer todas las columnas de este tipo para darse cuenta, fácilmente, que él le escribe a los estadounidenses, y no a los latinoamericanos. Su análisis suele realizar sugerencias o críticas a la política estadounidense en la región. Casi a gritos pide que la Casa Blanca preste mayor atención a latinoamérica, enumerando las potencialidades del subcontinente y la importancia geoestratégica que tendrá en un futuro inmediato.
En la última columna, El retroceso de Estados Unidos en América latina, el periodista se escandaliza cuando llega a sus manos un estudio sobre la naturaleza de las compras latinoamericanas. Advierte, con marcada preocupación, que el viejo patio trasero estadounidense está diversificando sus compras en la misma medida en que crece su producción. Es decir, cada vez compra más y a compradores más diversos.
En las primeras líneas de su nota, ya revela quién es el destinatario del mensaje: “He aquí un dato poco conocido, que debería estar causando preocupación en Washington: los países latinoamericanos, que desde hace mucho tiempo han sido grandes compradores de productos norteamericanos, están comprando cada vez más productos de otras partes del mundo”.
En los párrafos siguientes, hace un pormenorizado informe sobre quiénes son los vendedores y no oculta su desazón porque Estados Unidos está perdiendo influencia en la región. Curiosamente, el especialista de origen argentino se lamenta por el crecimiento exponencial del comercio entre países latinoamericanos y el aumento de la influencia china. E incluso, reconoce que en volumen Estados Unidos ha aumentado sus exportaciones a esta región; sólo que no proporcionalmente.
Desde una lógica irrefutable, suponemos que el hecho de que una región incremente el comercio interno y aumente la cantidad de compradores significa una gran noticia, pues gana en independencia real: ya no es esclava de un productor, sino que favorece la competencia que tanto aman los gurúes del libremercado, como Oppenheimer.
Pero claro, cuando esa característica libremercadista afecta a su Estados Unidos, entonces cuidado, es una mala noticia. Mejor será que la Casa Blanca pierda atención o su patio trasero se llenará de indígenas que toman decisiones y chinitos, bajitos pero ricos y muchos.  

No hay comentarios: