
Diego Armando Maradona cometió una barbaridad. Una animalada digna de un bestia peludo como él. Es indignante que el director técnico de una de las selecciones más prestigiosas de todo el deporte mundial, ya no el fútbol, actúe de esa manera.
La frase, por otra parte, revela la pobreza del ser argentino, nuestra renguera cultural, nuestra decadencia e indecencia. Tarambanas, inútiles, imberbes y estúpidos festejaron la falta de educación de quién dice representar a todos los argentinos. Crearon páginas webs, grabaron el mensaje, confeccionaron prendas de vestir y en cualquier momento se escucha esa aberrante invitación en un celular por la calle, delante de los niños. “¡Que la sigan chupando!, ya lo imagino.
Ahora bien, distintas son las expresiones de Carlos Reutemann y Francisco de Narváez. El segundo pidió romperlo y el otro prefirió introducir algo contundente, pero en ambos casos el pequeño exabrupto respondió a la indignación contra un gobierno opresor. Son hombres de bien, hombres que pretenden renovar la política y, por sobre todo, hombres educados, de su casa, que si hacen alguna barbaridad tienen la decencia de no dejar rastros. También son elegidos por el pueblo, y el pueblo debe perdonarles una expresión inadecuada de vez en cuando si normalmente instruyen. Además, son altos, rubios y ricos.
La primera reflexión corresponde al grueso de la clase media y alta que aplauden la investigación que iniciará la FIFA por las palabras de Maradona tras la clasificación al Mundial del combinado argentino de fútbol.
Pero como en este blog somos inquietos, hemos recurrido a un especialista en psicología, psicología social, parapsicología, tarot, magia negra y mecánica dental, el doctor, recibido por correspondencia en la universidad de Botswana, Ramón Edmundo Pauletti.
Ramón Edmundo Pauletti revolucionó la psicología con una revolucionaria teoría: el psicoanálisis a los ojos. La nueva técnica consiste en abandonar la posición psicoanalista habitual por un método nuevo: la terapia se desarrolla cara a cara y en un contacto visual permanente. Para ello, el doctor cuenta con una pequeña fusta que golpea con fuerza en la cabeza de sus pacientes cada vez que éstos osan a desviar la mirada.
En muchos casos fue denunciado por lesiones por sus propios pacientes, pero él alegó siempre el mismo argumento en cada juicio perdido: nunca entenderán a los genios.
Minutos después del exabrupto de De Narváez, Ramón Edmundo Pauletti desarrolló una detallada y oportunista explicación del tema y, en especial, de la reacción general a los hechos anteriormente descriptos.
El doctor hurgó en la psiquis argentina para lanzar una máxima imperdible: “el argentino prefiere el sexo anal al oral”. De otra manera, añadió, las reacciones no habrían sido tan dispares. “La noción de meterse algo en el culo responde a un deseo inconsciente muy arraigado en el ser humano, incluso en los más machos de todos. En esos machazos con grasa en las manos y el pantalon por debajo de las nalgas. Tarde o temprano, todos deseamos que nos metan algo en el culo. Puede ser un dedo, puede ser un juguete o un miembro, o hasta una botella. Pero es evidente que el culo genera placer para aquellos arriesgados a probar nuevas experiencias. Y los que no se animan, tienen el deseo latente, dispuesto a explotar en cualquier momento. Si el culo hablara, pediría a gritos que le metieran algo, se los aseguro”.
“La otra expresión refiere a 'romper el culo'. En este caso, el deseo corresponde a complacer a un tercero. Decíamos que todos los seres humanos desean fervientemente que les metan algo en el culo. Por lo tanto, es común entender que todos los seres humanos, en el afán de complacer al otro, tienen subrepticiamente el deseo de romper un culo ajeno, así como le gustarían que le hagan con el propio”.
“El insulto de Maradona, una oda a la fellatio, entra por otro canal totalmente distinto: el servilismo. Si bien el sexo oral provee placer al otro y es un deseo que también tenemos todos, a la larga o a la corta, en mi caso a la larga, si me permiten aclararlo, supone un acto de sumisión. Uno, para hacerle sexo oral al otro, está tirado a sus pies. Como relegado a un segundo plano, como en un nivel más bajo. No tiene la posibilidad de compartir el placer del otro en todo su esplendor. Con el culo, por el contrario, el placer se comparte porque los dos están juntos y hasta repiten los movimientos como en un vaivén ensayado. Y si interviene un juguete, más aún, porque pueden estar uno junto al otro y realizar otras actividades mientras se meten cosas en el culo, si me permiten la expresión”.
“Por último, quiero añadir, podríamos deducir que el argentino prefiere abiertamente que un rubio le rompa el culo antes que besar los genitales de un morocho gordito”, concluyó el brillante profesor.
1 comentario:
Es increíble la moral abstracta de nuestra sociedad del medio pelo. Seguimos pidiendo una moral pública y mediática que en privado no tenemos. Podemos horrorizarnos porque alguien dice "chupame la pija" en publico, pero si nos roban los recursos estratégicos, vacían de contenido la política, juegan con valores institucionales, nos cobran impuestos leoninos y regresivos y varios etc. mas, no somos capaces de mandar a la mierda todo y hacer algo en serio de una putisima vez.
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