
Estaba en Lima entrando a Starbucks para pedir un café negro, sí, aunque parezca increíble, tomé un café negro en ese lugar que te lo venden con moka, miel, canela y hasta una pizca de salsa parmesana si querés. Volviendo al tema, me dirigía hacia la barra para comprar mi bebida y observé con agradecimiento cómo una empresa se preocupa por el cliente: “en Starbucks nos preocupamos por tu seguridad”, decía sin más un cartel en la entrada al local, que seguía al lobbie desamparado de fumadores. Para completar la imagen, un guardia se encontraba parado justo al lado del cartelito. Ninguna casualidad.
Sin embargo, y ete aquí el dato curioso, cuando me senté en la mesa, con mi extraño café negro y regocijado porque me encontraba en una empresa del primer mundo, di con otro cartelito, en forma de triangulo y, por supuesto, muchísimo más pequeño, que sugería al estimado cliente: “cuida tus objetos personales”.
Lamentablemente, no pude comprender la paradoja. Me sentí engañado en mis foros más internos. Decepcionado. ¿Ahora resulta que las empresas del primer mundo protegen tu seguridad sólo si estás parado al lado del guardia leyendo el cartelito? ¿Qué, la seguridad tiene un metro a la redonda?
La verdad, no sé, pero por las dudas dejé mi bolso en la silla de enfrente con la certeza de que si algún despistado tenía la mala idea de robarlo se llevaría la inmensa decepción de hallar dentro un libro y dos lapiceras.
Mientras dibujaba una leve sonrisa, pensé: “al fin y al cabo, no tener un mango no está tan mal”.
1 comentario:
y si te hubieses ido al baño te tomaban el café y te dejaban la propina en tu bolsito
Publicar un comentario