
Esta situación es permanentemente denunciada por movimientos feministas que buscan con fundamentos una reivindicación para la mujer. Sin embargo, en algunos casos comenten un error estratégico al individualizar al hombre como el único agente responsable de su situación y pierden de vista a ciertos elementos infiltrados que reducen el papel de la mujer. Estamos hablando de las boludas, pero no de las boludas comunes y corrientes, pues está claro que la boludez es una característica que no respeta razas, nacionalidades, credos y mucho menos sexo. Sabemos que la boludez está en todas partes, y desde este punto de vista las boludas no deberían ser peligrosas, salvo que estén en los medios de comunicación.
Y aquí está el quid de la cuestión. Porque estas boludas no sólo son boludas, sino que contagian de boludez a otras mujeres, generando un peligroso efecto dominó para el feminismo.
Programas de TV, páginas de Internet, suplementos gráficos, prácticamente todo sector mediático especializado en la mujer es una verdadera oda a la boludez. Les enseñan a hacer crochet, a cocinar, a lavar la ropa, a hacer elefantitos con corchos usados en la despedida de soltero de su marido, a planear su boda católica apostólica romana, a tejer mantitas para que su Golden retriever pueda dormir en paz. En fin, les enseñan a ser boludas. Y no porque las actividades mencionadas sean un canal directo a la boludez, sino porque las transmisoras de boludez pretenden resumir el mundo de la mujer a actividades de este tipo. Como si el intelecto fuese una cosa que no se encuentra en el cerebro femenino.
Sin ir más lejos, una nota de yahoo mujer publicada hoy aporta consejos a la mujer para que se “desconecte de la realidad”. La iluminada redactora explica que existen tres puntos de conexión, que impiden a la mujer resolver cuestiones como “estar más atentos a nuestros deseos, inquietudes, necesidades”, o “conocernos y respetarnos”. También alerta que la mujer debería fomentar “el contacto interpersonal”, para lo cual “un mail a la semana no alcanza”, sino que es necesario “estar presente en la vida de quienes queremos, escuchar su voz, ver sus sonrisas, prestar atención a lo que tienen para decirnos y abrirnos a lo que tengan para compartir con nosotros”. Por último, este verdadero canto a la boludez, esta perfecta semblanza de obviedades, sugiere a la mujer que revise su relación con Dios. “¿Crees que tu conexión con Dios es la mejor que puedes tener? ¿Ocupa en tu vida el lugar que debería? ¿Haces algo de lo posible para ser mejor persona y sentirte más cerca?”.
En fin, a aquellas mujeres que luchan por sus derechos, les digo: hagan una pira, bien alta y abundante, y tiren a todas las boludas que trabajan de difusoras de la boludez.
Si aceptan a un hombre entre ustedes, juro que las ayudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario