jueves, 29 de mayo de 2008

Fútbol y sexo no van de la mano en Europa

El fútbol mueve multitudes, lo sabemos. Es, como diría algún personaje en cualquier estadio, una “pasión inexplicable”. Uno puede cambiar de automóvil, de esposa, hasta de partido político, pero nunca de equipo. El club de los amores siempre se lleva guardado en el fondo del corazón. Están “la vieja”, los hijos y el fútbol, y no necesariamente en ese orden.
Aquél que no vive el deporte de esa manera, jamás podrá entenderlo. ¿Cómo explicar los sentimientos más profundos del alma humana? Imposible.
Sin embargo, todo tiene un límite. Una encuesta realizada a 2.000 europeos reveló que más de la mitad de ellos prefiere ver un partido de fútbol importante a tener sexo. La estadística varía de acuerdo al país. A saber: en España, ese índice asciende al 72 por ciento; en Noruega, al 62 por ciento; Alemania el 62 por ciento y Gran Bretaña el 61 por ciento.
Yo vivo el fútbol. Gozo con el fútbol. Hasta he llorado alguna vez con una derrota, de esas que Belgrano, mi equipo, tiene a montones. Fui a la cancha más veces de la que puedo acordarme. Corrí de la policía. Me he peleado alguna que otra vez. Comí los choripanes a la salida de la cancha. Me han pungueado. En resumen, viví prácticamente todas las situaciones que pueden vivirse en una cancha de fútbol. Pero de ahí a preferir eso antes que el sexo. Bueno, creo que tenemos un problema grave, europeos míos.
Si el fútbol es una razón inexplicable, un sentimiento único, admitamos que levantarnos una mina (o un tipo, dependiendo del género y las preferencias) es el motor mismo de la vida. Porque desde ese punto de partida, levantarnos una mina (o un tipo, dependiendo del género y las preferencias), nace el fundamento mismo de nuestra sociedad: el amor, la familia, el derecho sucesorio, las creencias, etcétera, etcétera, etcétera.
En fin, Europa podrá tener un desarrollo superior, pero con razón no tienen hijos… ¡si no tienen sexo!
¿Cómo van a preferir un partido de fútbol a tener sexo? ¡Pedazo de animales! ¿Qué les pasa? Lo más gracioso es que después se quejan de los inmigrantes. Pretenden cerrar sus fronteras para mantener a raya a los extranjeros. Si no hubiese inmigrantes, me pregunto, ¿quién carajo se encarga de la procreación si estos estúpidos se la pasan mirando fútbol?

viernes, 23 de mayo de 2008

Un velo ennegrecido

La tormenta eléctrica rompe mi paz relativa entre la corriente y el agua. No es de noche, ni de día. La vida es como un letargo eterno en el cual los meses se hacen minutos y los minutos años y los años segundos. Da igual. Mis ojos posan en la inmundicia de un velo ennegrecido por la podredumbre humana. Más allá reposa el dolor de la multitud silenciada y aún más allá el mundo se esconde en su ignorancia fabricada. No ven porque no quieren ver. No ven. Ellos son los que tienen el velo inmundo sobre su cara.
Con los sentidos que me quedan adivino las almas como la mía. Almas que lloran porque saben que llega el final de sus días. Pero lloran porque este purgatorio no sólo les quita la vida; les lacera el espíritu. Ni el más fiel de los creyentes puede creer en el cielo después de vivir en el infierno. Las voces suplican, gritan, claman, susurran, suspiran, ruegan, vuelven a suplicar y a clamar y todo se resume en un macabro círculo de dolor y decepción.
No sé qué más decir. No sé a quién traicionar para que mi lamento se apague; para que mi dolor desaparezca. Sólo quiero volar por el espacio en soledad; inmune a la felicidad pero también a la pena. Al padecimiento de perder la vida bajo un velo. Un velo ennegrecido por la podredumbre humana mientras algún hijo de puta se congracia con su propia conciencia diciendo “por algo será”.

Un capo

En el mundo existen dos tipos de periodistas: los serios, que manejan información importante y saben cómo clasificarla, y los pseudoperiodistas, a los que podrán descubrir leyendo este blog.
Pero no escribo estas líneas para referirme a mi persona, sino a un profesional del primer grupo, acaso el mejor columnista que tuvo La Voz del Interior en los últimos años. Tan bueno era que el diario, con su lógica empresarial inexplicable, lo cesanteó. En fin, no vamos a hablar de política de medios tampoco, no vaya a ser que alguna vez me contraten.
Resumiendo, Enrique Lacolla, especialista en política internacional, nacional y cine, entre otras cosas, tiene su lugar en la red: Perspectivas (http://www.enriquelacolla.com/).
Si alguien confía aunque sea un poquito en mí, háganme caso y lean un poco, a ver si aprenden.

martes, 13 de mayo de 2008

Por las noches

Un niño hurga el oscuro basural de una calle cualquiera.
Una mujer vende su cuerpo al mejor postor.
Un hombre desarma un stand de lentes de sol sobre una plancha de telgopor.
Una viejita insulta a los transeúntes mientras intenta vender pequeños tejidos.
Una mujer ciega grita a los cuatro vientos que prefiere billetes a monedas.
Un policía, de uniforme, se detiene a comprar un DVD trucho de Los Simpsons.
Un punga se arriesga a cuatro años de cárcel por una cartera desvencijada con dos pesos dentro.
Una anciana sufre porque le robaron la cartera desvencijada.
Un alma en pena roza el rostro de los habitantes de la noche. Algunos creen que es una brisa.
Un anciano acomoda su cama frente al local de Magitur.
Una radio suena con fuerza desde el interior de una galería perdida.
Una pareja se besa con pasión en los canteros de una peatonal.
Algunos salen de sus trabajos en una jornada más larga de lo habitual. Los reconocés porque gritan en silencio ¡quiero irme a casa!
Una camioneta espera a que sus dueños, cartoneros, terminen con su faena.
Un perro flaco acompaña al conductor de un carrito destartalado.
Un profesional de la limosna reposa en las escaleras de una iglesia.
Y yo, camino entre todos ellos. Como uno de ellos. Como un animal nocturno.

¡Humillante será tu hermana!

Esta vez le toca al deporte. Es que la derrota de River en la Copa Libertadores ante San Lorenzo demostró una vez más lo patético que puede resultar un periodista defendiendo un negocio.
En realidad, deberíamos hablar de pseudoperiodistas, como algunos de TyC Sports u Olé, quienes trataron la derrota como si fuese la pérdida de un ser querido o, peor, una batalla por el honor. Términos como humillación, vergüenza, cobardía, deshonra o desgracia fueron escuchados o leídos asiduamente en las columnas de estos patéticos personajes que pierden de vista su función en la sociedad: comunicadores sociales.
Porque no importa de qué hable, el periodista siempre tiene que estar conciente de que es un comunicador social, con todas las responsabilidades que ello implica. Y elevar a cuestión de estado un duelo deportivo implica muchas cosas que pueden resultar gravísimas.
Pierden de vista que ellos mismos, con este tipo de actitudes, cooperan en el alarmante estado de locura que recorre las canchas de fútbol. Porque reducir la violencia en los estadios al estado de la sociedad en general es acertado pero incompleto. Una multiplicidad de factores, entre los cuales se encuentra por supuesto el descalabro social, cooperan y confluyen para generar violencia.
Y estos tipos, algunos incluso concientemente, ponen su granito de arena en esta locura generalizada. Acaso porque ese es su negocio, acaso porque son demasiado estúpidos, acaso porque necesitan darle al deporte un lugar que no tiene para mantener la atención del público. En fin, por muchas cuestiones que no desvían sin embargo el tema que aquí nos trae: etiquetarlos con adjetivos bastante desagradables, que tranquilamente transitan todo el recorrido existente entre pelotudos e hijos de puta.
¡He dicho!

domingo, 4 de mayo de 2008

jeropas hay en todos lados

Un funcionario japonés fue degradado por dedicarse a ver sitios pornográficos más de 780.000 veces durante sus horas de trabajo, a lo largo de un período de nueve meses. El hombre, cuyo nombre no vamos a mencionar en este caso (no nos vamos a andar pisando la manguera entre bomberos), es nada menos que un empleado público. Trabaja para el gobierno de Kinokawa, en el oeste de Japón.
Tiene el extraño record de haber visitado 780.000 sitios porno en Internet entre junio del año pasado y febrero de 2008. Mediante un rápido cálculo, el respetable empleado público visitó aproximadamente 3.939 páginas con contenido pornográfico por cada día hábil en ese tiempo, sin contar feriados, está claro, y teniendo en cuenta que nos referimos a jornadas laborales, porque el tipo no vivía en su trabajo.
O el japonés laburaba realmente muchas horas al día, o se la pasaba mirando páginas porno. Una de dos. Porque, prestando atención, imagino que visitar 3.939 sitios te debe consumir casi todo el día.
De todos modos, menos mal que no pasó en la Argentina. Sino, genios como López Murphy o Eduardo Feinman (el estúpido) o Andrés Oppenheimer, o cualquiera de esos personajes patéticos estaría clamando a gritos la privatización de los gobiernos, porque los empleados públicos no hacen otra cosa que rascarse las bolas.
¡Señores neoliberales –grito con euforia desde este humilde sitio-, nuestros empleados públicos serán inoperantes, pero si andan cachondos al menos tienen la decencia de borrar las huellas que pueden dejar su necesidades cibernéticas!!!!