
Aquél que no vive el deporte de esa manera, jamás podrá entenderlo. ¿Cómo explicar los sentimientos más profundos del alma humana? Imposible.
Sin embargo, todo tiene un límite. Una encuesta realizada a 2.000 europeos reveló que más de la mitad de ellos prefiere ver un partido de fútbol importante a tener sexo. La estadística varía de acuerdo al país. A saber: en España, ese índice asciende al 72 por ciento; en Noruega, al 62 por ciento; Alemania el 62 por ciento y Gran Bretaña el 61 por ciento.
Yo vivo el fútbol. Gozo con el fútbol. Hasta he llorado alguna vez con una derrota, de esas que Belgrano, mi equipo, tiene a montones. Fui a la cancha más veces de la que puedo acordarme. Corrí de la policía. Me he peleado alguna que otra vez. Comí los choripanes a la salida de la cancha. Me han pungueado. En resumen, viví prácticamente todas las situaciones que pueden vivirse en una cancha de fútbol. Pero de ahí a preferir eso antes que el sexo. Bueno, creo que tenemos un problema grave, europeos míos.
Si el fútbol es una razón inexplicable, un sentimiento único, admitamos que levantarnos una mina (o un tipo, dependiendo del género y las preferencias) es el motor mismo de la vida. Porque desde ese punto de partida, levantarnos una mina (o un tipo, dependiendo del género y las preferencias), nace el fundamento mismo de nuestra sociedad: el amor, la familia, el derecho sucesorio, las creencias, etcétera, etcétera, etcétera.
En fin, Europa podrá tener un desarrollo superior, pero con razón no tienen hijos… ¡si no tienen sexo!
¿Cómo van a preferir un partido de fútbol a tener sexo? ¡Pedazo de animales! ¿Qué les pasa? Lo más gracioso es que después se quejan de los inmigrantes. Pretenden cerrar sus fronteras para mantener a raya a los extranjeros. Si no hubiese inmigrantes, me pregunto, ¿quién carajo se encarga de la procreación si estos estúpidos se la pasan mirando fútbol?