Denzel Washington es
un atribulado pero brillante matón profesional (léase,
milico/agente de la CIA), que dejó su trabajo por un trauma no del
todo rebelado.
Hombre en Llamas sí
nos muestra el sufrimiento del tipo, que juega a pegarse un tiro que
nunca sale en noches de llanto y alcohol.
El caso es que el
tipo está en Ciudad de México para visitar a su amigo y mentor,
Christopher Walken, quien le sugiere entrar al negocio de los
guardaespaldas.

La millonaria
familia de las blondas y el trigueño confía en el exmatón legal
(ojo, legal no es lícito) porque los anduvieron amenazando de un
secuestro y no se puede confiar en un mexicano, mejor comprar
importado.
La película sigue,
a la nena la secuestran y Denzel desata una venganza despiadada e
impresionante, poniendo patas para arriba al DF, y termina con una
hermosa escena, con un temazo, en la que, de alguna manera, la bala
que no quería salir al principio, termina saliendo, pero para salvar
a la nena.
Hasta ahí, una
película divertida, de esas que volvés a ver cuando estás al pedo
frente a la tele, que termina con un apasionado agradecimiento a la hospitalidad de la Ciudad de México.
La parte de atrás
El
argumento, como se ve, no es muy intrincado. Al contrario, es más
bien transparente: hay algunos que son muy muy muy buenos, y otros
que son muy muy muy malos.
Lo
interesante del caso es cómo se dividieron las bondades y las
maldades.
Walken,
Denzel, la blonda hija y la blonda madre, son todos buenos y estadounidenses. Una
periodista mexicana (interpretada por la neoyorquina Rachel Ticotin)
y un policía, el actor italiano, Giancarlo
Giannini, son los buenos locales, interpretados por no locales.
Los
malos: el mexicano padre de la blonda nena y esposo de la blonda
madre; todos los policías de México, menos el italiano; el jefe de
los malos, que es secuestrador y narcotraficante, y toda su familia,
acá cuento incluso a la esposa del tipo, embarazada y todo. Y, por último,
un excéntrico abogado estadounidense, acaso la excepción que confirma la regla.
Las
cuentas son evidentes: los únicos mexicanos buenos son interpretados
por una neoyorquina y un italiano. Todos los demás, sin excepciones,
son una lacra. Y no sólo una lacra, sino que además son unos
inútiles, porque Denzel los pasa a degüello a todos.
Para
Hombre en Llamas, el DF es una tierra de corruptos y pusilánimes,
donde no hay un guardaespaldas como la gente, y en donde los
delincuentes más avezados y las hermandades todopoderosas ocultas
detrás de los uniformes policiales no pueden contra un artista de la
muerte.
El
mensaje del final, entonces, ese sentido agradecimiento a la
hospitalidad latina, transforma el drama en una comedia, o una
película de acción en el orgasmo de Donald Trump.
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