Los
actores que integraban esta troika (ortodoxos tozudos, inversores
anónimos y políticos obedientes) decidieron allá hace cinco años
que la forma adecuada de salir de la crisis era salvar a los bancos.
Stiglitz gritaba too big to fail,
la crisis financiera rápidamente se trasladaba a la economía real,
los indignados crecían en las plazas, pronto la Primavera Árabe
jaquearía a los principales aliados de Estados Unidos en Medio
Oriente y la única solución aparente era salvar a los bancos, es
decir, a los responsables del descalabro.
Según
esta teoría, inyectar liquidez sobre el sistema bancario facilitaría
el acceso al crédito para reactivar las economías y al mismo tiempo
salvaría los ahorros y las pensiones de cientos de miles de personas
(recordemos que los bancos no juegan con su plata, sino con la de los
ahorristas, ese es un factor de presión muy poderoso).
Tomada
la decisión, en poco tiempo Estados Unidos y la Unión Europea (UE)
pusieron aproximadamente (digo aproximadamente porque, en rigor de
verdad, nunca estuvo claro cuánto dinero aportaron los Estados en el
rescate financiero) 5,02 billones de dólares (millones de millones).
En
2008, el Producto Interno Bruto (PIB) mundial fue de 62,1 billones.
Eso quiere decir que los gobiernos de la unión continental y de la
potencia americana entregaron al sistema financiero el 8,08% de lo
que produjeron todos los países del mundo en ese fatídico año.
Si las
cuentas fuesen más transparentes y la información sobre el monto
total del rescate financiero de todos los países del mundo estuviese
a la mano, entonces se podrían sacar conclusiones más específicas.
De acuerdo a las declaraciones de varios economistas, el rescate
osciló entre los 10 billones (16,1% del PIB mundial) y los 15
billones (24,15%).
La
salud de los bancos
Después
de volcar esa enorme cantidad de plata, y a seis años de la crisis,
un estudio realizado por el Banco Central Europeo (BCE) reveló que
sólo 25 de los 130 bancos más importantes del Viejo Continente
tenían problemas de solvencia, aunque doce de ellos la solucionaron
en lo que va del año.
La
prueba buscaba relacionar las reservas de los bancos con los
préstamos otorgados, y la capacidad de estas entidades para
enfrentar una crisis. El hecho de que sólo 25 bancos no hayan
superado la prueba, y de que 12 de ellos ya hayan hecho los deberes
fue un dato muy alentador.
Sin
embargo, la auditoría de la máxima autoridad bancaria europea dejó
algunas críticas que en cierto modo la invalidan. Rolf Wenkel,editor de Economía del medio alemán Deutsche Welle, explicó que la
prueba “dejó en gran medida a cada banco la evaluación del riesgo
de sus propios activos. Es tentador, entonces, dibujar un panorama
mejor del real”. Es decir, en una auditoría para medir el riesgo
de no poder hacer frente a los depósitos de los ahorristas por el
eventual no pago de los créditos otorgados, fueron los mismos bancos
auditados los que decidieron cuáles de sus activos eran más
peligrosos. Es como si la policía allanara la casa de un
contrabandista sin cruzar la puerta, sino preguntándole al
sospechoso, ¿che, tenés escondido algo ahí?
MartinFaust, de la Frankfurt School of Finance, sostuvo por su parte que el
monto de créditos impagables aún es muy alto (880.000 millones) por
un motivo bastante sencillo: no hay solvencia, la gente sigue sin
plata. Y si la gente sigue sin plata, quiere decir que la situación
económica no ha mejorado. La brillante solución de rescatar a los
bancos, entonces, fue un fracaso absoluto, que consistió en
regalarle por lo menos 5 billones al culpable de la pérdida de los 5
billones. Le entregaron la Gioconda al que se la robó del museo.
Mientras, la vida del ciudadano no ha mejorado, porque la crisis no
sólo que no se ha superado, sino que ya se expandió a las regiones
que antes bancaron la parada, como China y Latinoamérica.
Pero lo más escandaloso fue la
consecuencia financiera del rescate. El dinero entregado a los bancos
fue un préstamo a tasas bajísimas, casi simbólicas. Esas
erogaciones tan importantes causaron problemas económicos en los
Estados, que se vieron obligados a pedir créditos en el mercado
internacional... ¡a los mismos bancos y a tasas superiores!
Entonces, los bancos terminaron prestando a los Estados la plata que
le prestaron los Estados, y ganando un montón de plata en el cambio.
Pero el colmo del cinismo es que los
mismos que apoyaron los préstamos a tasa irrisoria ahora afirman que
el problema del déficit europeo son las jubilaciones. Es decir, que
los Estados pierden plata porque no pueden sostener los sistemas de
pensiones de una población que envejece rápidamente.
La solución que proponen es crear
sistemas de capitalización privados en la que los aportes de los
futuros pensionados sean invertidos en instrumentos que generen algún
tipo de retorno. ¿Y quiénes son los “expertos” en inversiones”?
Sí, los bancos y las empresas financieras.
Entonces la propuesta es que una
verdadera mina de oro como los aportes jubilatorios caigan en manos
de los responsables de la peor crisis de la historia del capitalismo.
Ese es, al parecer, el castigo por la debacle.
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