martes, 28 de octubre de 2014

El castigo por la debacle

La crisis económica de 2008 puso a prueba la tozudez de los paladines de la ortodoxia neoconservadora (insisto, neoliberal no es una palabra adecuada), evidenció una vez más la falta de escrúpulos de los hombres de negocios que pululan por Wall Street y otras calles similares en todas partes del mundo y ratificó al financiero como el sector más influyente del mundo. Pero también dejó una conclusión importante: el rescate a los bancos no sirvió de nada.

Los actores que integraban esta troika (ortodoxos tozudos, inversores anónimos y políticos obedientes) decidieron allá hace cinco años que la forma adecuada de salir de la crisis era salvar a los bancos. Stiglitz gritaba too big to fail, la crisis financiera rápidamente se trasladaba a la economía real, los indignados crecían en las plazas, pronto la Primavera Árabe jaquearía a los principales aliados de Estados Unidos en Medio Oriente y la única solución aparente era salvar a los bancos, es decir, a los responsables del descalabro.
Según esta teoría, inyectar liquidez sobre el sistema bancario facilitaría el acceso al crédito para reactivar las economías y al mismo tiempo salvaría los ahorros y las pensiones de cientos de miles de personas (recordemos que los bancos no juegan con su plata, sino con la de los ahorristas, ese es un factor de presión muy poderoso).
Tomada la decisión, en poco tiempo Estados Unidos y la Unión Europea (UE) pusieron aproximadamente (digo aproximadamente porque, en rigor de verdad, nunca estuvo claro cuánto dinero aportaron los Estados en el rescate financiero) 5,02 billones de dólares (millones de millones).
En 2008, el Producto Interno Bruto (PIB) mundial fue de 62,1 billones. Eso quiere decir que los gobiernos de la unión continental y de la potencia americana entregaron al sistema financiero el 8,08% de lo que produjeron todos los países del mundo en ese fatídico año.
Si las cuentas fuesen más transparentes y la información sobre el monto total del rescate financiero de todos los países del mundo estuviese a la mano, entonces se podrían sacar conclusiones más específicas. De acuerdo a las declaraciones de varios economistas, el rescate osciló entre los 10 billones (16,1% del PIB mundial) y los 15 billones (24,15%).

La salud de los bancos
Después de volcar esa enorme cantidad de plata, y a seis años de la crisis, un estudio realizado por el Banco Central Europeo (BCE) reveló que sólo 25 de los 130 bancos más importantes del Viejo Continente tenían problemas de solvencia, aunque doce de ellos la solucionaron en lo que va del año.
La prueba buscaba relacionar las reservas de los bancos con los préstamos otorgados, y la capacidad de estas entidades para enfrentar una crisis. El hecho de que sólo 25 bancos no hayan superado la prueba, y de que 12 de ellos ya hayan hecho los deberes fue un dato muy alentador.
Sin embargo, la auditoría de la máxima autoridad bancaria europea dejó algunas críticas que en cierto modo la invalidan. Rolf Wenkel,editor de Economía del medio alemán Deutsche Welle, explicó que la prueba “dejó en gran medida a cada banco la evaluación del riesgo de sus propios activos. Es tentador, entonces, dibujar un panorama mejor del real”. Es decir, en una auditoría para medir el riesgo de no poder hacer frente a los depósitos de los ahorristas por el eventual no pago de los créditos otorgados, fueron los mismos bancos auditados los que decidieron cuáles de sus activos eran más peligrosos. Es como si la policía allanara la casa de un contrabandista sin cruzar la puerta, sino preguntándole al sospechoso, ¿che, tenés escondido algo ahí?
MartinFaust, de la Frankfurt School of Finance, sostuvo por su parte que el monto de créditos impagables aún es muy alto (880.000 millones) por un motivo bastante sencillo: no hay solvencia, la gente sigue sin plata. Y si la gente sigue sin plata, quiere decir que la situación económica no ha mejorado. La brillante solución de rescatar a los bancos, entonces, fue un fracaso absoluto, que consistió en regalarle por lo menos 5 billones al culpable de la pérdida de los 5 billones. Le entregaron la Gioconda al que se la robó del museo. Mientras, la vida del ciudadano no ha mejorado, porque la crisis no sólo que no se ha superado, sino que ya se expandió a las regiones que antes bancaron la parada, como China y Latinoamérica.
Pero lo más escandaloso fue la consecuencia financiera del rescate. El dinero entregado a los bancos fue un préstamo a tasas bajísimas, casi simbólicas. Esas erogaciones tan importantes causaron problemas económicos en los Estados, que se vieron obligados a pedir créditos en el mercado internacional... ¡a los mismos bancos y a tasas superiores! Entonces, los bancos terminaron prestando a los Estados la plata que le prestaron los Estados, y ganando un montón de plata en el cambio.
Pero el colmo del cinismo es que los mismos que apoyaron los préstamos a tasa irrisoria ahora afirman que el problema del déficit europeo son las jubilaciones. Es decir, que los Estados pierden plata porque no pueden sostener los sistemas de pensiones de una población que envejece rápidamente.
La solución que proponen es crear sistemas de capitalización privados en la que los aportes de los futuros pensionados sean invertidos en instrumentos que generen algún tipo de retorno. ¿Y quiénes son los “expertos” en inversiones”? Sí, los bancos y las empresas financieras.

Entonces la propuesta es que una verdadera mina de oro como los aportes jubilatorios caigan en manos de los responsables de la peor crisis de la historia del capitalismo. Ese es, al parecer, el castigo por la debacle.  

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