Él intenta disimular, para acomodarse a los tiempos que corren. Quizá con dolor, se acostumbró a eso de que "las ideas se discuten", y con mucha inteligencia obró en consecuencia.
Ya no son los tiempos del "decís otra cosa y te pego un tiro", por lo tanto hay qud discutir. Y discutiendo es muy bueno. Sabe argumentar, tiene la capacidad de explicarte las raíces de todas las palabras y hasta parece inteligente. Seduce. Hay gente que le cree, aunque lo conozca y sepa que se acostumbró a discutir ideas defendiendo a Menem. Pero le cree porque "habla lindo". Y sí, habla lindo, dice barbaridades, pero habla lindo, es cierto.
Sin embargo, hasta a él, genio de la impostura, se le escapa la tortuga y, solapadamente, recuerda los viejos tiempos, ya sea para pedir que volteen a un presidente constitucional (me atrevo a señalar que es la única palabra del diccionario que no puede explicar, agregaría Constitución, para completar) o para defender la teoría de los dos demonios o incluso para justificar sus actuaciones en los años de plomo.
En cualquier caso, humildemente hemos elegido una frase de su última columna en el diario de la gente como uno. El título, ya dice mucho "¿2010 ó 2011?", todo un pedido. Pero, además, existe un párrafo revelador. Y para refutar cualquier planteo de defensa que diga la típica "la frase está sacada de contexto", va el link para que descubran que todo, absolutamente todo, es una hijaputez, porque comienza realizando una defensa al sistema republicano y termina justificando lo injustificable.
Ahí va la frase, y el link:
"Esta acusación desconoce un hecho elemental: que ya no quedan golpistas en la Argentina. El agotamiento no sólo del golpismo militar, cuyo canto del cisne ocurrió en 1987 cuando el coronel Rico ya no pretendió derrocar a Alfonsín, sino también del golpismo civil, que tuvo su única expresión en torno de la caída de De la Rúa en 2001, se debe a una larga experiencia colectiva en virtud de la cual ya aprendimos que el golpismo, militar o civil, terminó favoreciendo invariablemente a los "golpeados", convirtiéndolos en mártires y eximiéndolos de pagar la factura final de sus propios desaciertos".
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