
La calle Rivadavia, entre 25 de Mayo y Rosario de Santa Fe, pertenece a lo que los cordobeses conocemos como “la City”, un concepto robado del norte que significaría algo así como el pulmón financiero de una ciudad. O, en criollo, la zona en donde están la mayoría de los bancos y los prestamistas (o financistas, para mencionar el nombre técnico).
El Caminante transita, con sus pies como tracción, a diario por esta zona que pinta un paisaje contradictorio con sus hombres de negro, trajeados ellos, y los linyeras que escogen las cómodas galerías de los bancos para pasar sus noches.
Pero esta zona también ofrece una de las situaciones más curiosas de la ciudad; uno de los secretos peores guardados y más singulares: los arbolitos.
Los arbolitos nacieron en épocas de bicicleta financiera y dólar escaso. Lisa y llanamente,vendían la panacea verde en el mercado negro explotando el enamoramiento argentino por la moneda norteamericana. De hecho, el color del dinero basta para explicar su nombre. Un tipo que estaba siempre parado en el mismo lugar y vendía dólares, no podía llamarse de otra forma que arbolito.
Estos particulares y pintorescos personajes también supieron superar las adversidades gracias a la aparición de unos papelitos que dábamos en llamar bonos Lecor o Lecop, depende la época y el gobernador. Los pagarés que entregó el gobierno provincial sirvieron para darle aire a los arbolitos, castigados en esa época de uno a uno y de crisis terminal.
Pero sobrevivieron, estoicos y aún hoy sobreviven con mayor fuerza quizá.
Uno los puede ver paraditos enfrente de una galería. En el lugar de siempre, un lugar que todos sabemos en donde está, diciendo en voz baja su grito de guerra: “cambio, cambio”. En voz tan baja, que el Caminante casi cree que nadie sabía de ellos, de su presencia, del secreto peor guardado de la ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario