lunes, 15 de diciembre de 2008

Flaca pero narigona

Con la descripción de Estados Unidos, el genial profesor británico John Hardsword había iniciado una nueva era en el análisis geopolítico, a través nada menos que de la humanización de la estructura geográfica de un país. Pese a la falta de reconocimiento, Hardsword se sintió orgulloso de su trabajo e incluso continuó desarrollando nuevos análisis a su estudio.
Alguna vez se ocupó de la Argentina, y afirmó lo siguiente:
“La Argentina es un país bastante grande, que lo tiene todo. Su problema es que se comporta como las mujeres lindas o los futbolistas talentosos: saben que lo tiene todo y por lo tanto se preocupan poco por mejorar su calidad de vida.
La Argentina tiene una figura delgada, pues se preocupa mucho por su imagen. Tanto que suele imitar a otros países, especialmente en el peinado. Posee un jopo (Misiones) similar al de Estados Unidos, quizá para imitar a uno de sus ídolos. Sin embargo, no copia la gordura del país del norte. En ese aspecto mantiene su fina línea como ningún otro en el mundo.
Si fuese hombre seguramente sería el más lindo, pero el más frívolo con una tendencia irremediable hacia la mentira. Al menos así lo demuestra su gran nariz (Buenos Aires), en una especie de destino pinochesco irremediable.
Su falta de estabilidad es otro problema grave. Pese a su delgadez, la Argentina posee un físico imponente, pero su piecito es demasiado pequeño, por lo que no es difícil adivinar que pierde fácilmente la estabilidad”.

Más adelante, continuaremos con los brillantes trabajos de John Hardsword, un intelectual que se animó a romper las barreras de la lógica para ofrecer una explicación del mundo más o menos coherente.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Confidente

Starbucks Café diagramó una ingeniosa antesala para burlar la ley que impide fumar en espacios cerrados. La antesala, visiblemente más ancha que larga, está rodeada por ventanales sobre los cuales reposa un inmenso toldo verde, cuyo fin consiste en proteger a los fumadores de las inclemencias del tiempo.
En la primera mesa, junto a la puerta de ingreso, dos mujeres comparten una charla a pura agua mineral y jugo de naranja.
La joven de cabello negro levemente rizado y campera de jean, habla y gesticula mientras su amiga la escucha atentamente. No me hace falta conocerlas para adivinar que son amigas cercanas. Seguramente, la morocha citó a su compañera para desahogarse sobre algún tema que anula su alma. Evidentemente algo le ha sucedido y necesita contarlo a su confidente, quién sino su mejor amiga.
La otra joven, de ojos pequeños y comprensivos, escucha atentamente y, cada tanto, expresa alguna consideración a modo de consejo.
Siempre odié los consejos, pero en estos casos son inevitables. La tragedia del amigo-oyente consiste en que su confesor haga caso a sus consejos y que el problema no sea resuelto.