jueves, 5 de abril de 2018

El Petiso


La noche se cerraba violenta y opresiva como una manta de lana gruesa que se te cae en la nuca y te obliga a sentarte en el cordón de la vereda, primero, y a juntar el mentón contra tus rodillas, después. Porque a la conchuda no le alcanzaba con saber que estaba hecho mierda, sino que quería que se notara, aunque nadie iba a pasar por ahí a esa hora. Quería saberlo ella.