Los derechos laborales son un
inconveniente para el capitalismo, esa es la pura verdad. Tan
molestos, tan incómodos, que provocan lo más puro del cinismo, el
de la primera definición de la Real Academia (“desvergüenza en el
mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas
vituperables”); mentiras disfrazadas de análisis respetables, de
medidas contemplativas.