Un cincuentón, disfrazado del Tío Sam, muestra un cartel pidiendo el final de las exportaciones chinas. Otro, con una máscara antigas que le cubre el rostro, se tomó el trabajo de bordar sobre su larga túnica negra una arenga para luchar por la conservación del medioambiente. Un joven está sentado sobre una verja con los ojos cerrados, meditando. Varios sostienen pancartas que piden el final de las incursiones bélicas estadounidenses, mientras pequeñas leyendas advierten sobre el poder invasivo de la CIA y otros rezan por el final de la crisis, en una especie de misa pagana, colorida y llamativa.