miércoles, 24 de junio de 2009

El show de la impostura

El estadounidense Thomas Parkin fue acusado de cobrar durante seis años la jubilación de su madre, quien ya había fallecido, mediante un sencillo ardid: se disfrazaba de vieja, acudía al banco y recibía el cheque. Así de fácil. Claro que la mentira tiene patas cortas y este buen hombre se emocionó con su impostura y se presentó ante un juzgado, con su disfraz, convencido de que engañaría a cualquiera.
Sin embargo, la posibilidad de cometer semejante ardid, combinada con las magníficas caracterizaciones de Gran Cuñado (el programa es una porquería, pero los tipos son buenos imitadores, hay que admitirlo) y el recuerdo de una película, Misión Imposible, me llevaron a una deducción, que no por alocada o conspiracionista puede dejar de tener razón. ¿Qué si los políticos que votaremos el 28 son otros políticos disfrazados y las ideas repetidas que escuchamos son pronunciadas por los mismos dirigentes que se postularon en otras oportunidades sólo que ahora están tan desprestigiados que debieron acudir a un disfraz?
Todavía recuerdo a Tom Cruise con la cara de Jon Voight en el filme de Brian de Palma y me asusto al pensar que esta estrategia podría repetirse en la Argentina. Porque, tranquilamente, el Mauricio Macri que abogó por las privatizaciones en un programa político podría ser Carlos Menem, o peor, Domingo Cavallo. Pensemos que comparten ojos claros. Y si bien Cavallo está notablemente más pasado de peso que el atlético Macri, bien podría haberse puesto a un severo régimen al estilo Renée Zellwegger en El diario de Bridget Jones, pero al revés.
Tranquilamente, cuando De Narváez está sentado (porque de pie es demasiado alto), podría ser el propio Menem. Si el ex presidente nos hizo creer que un lifting era una avispa, bien nos puede hacer creer que una verruga es un tatuaje en el cuello.
Qué decir de Lilita Carrió, la impoluta dirigente que cuestionaba al poder hace unos años hoy aplaude al campo, está con Prat Gay y charla con Dios por las noches. Por qué no puede ser Graciela Fernández Meijide, me pregunto, que regresó a la política por una justa revancha.
En Córdoba, estoy casi convencido de que José Manuel de la Sota se quitó el quincho y se disfrazó de Eduardo Mondino. Dicen prácticamente lo mismo y hasta se pelean con Luis Juez, quien para mí es la imagen oculta detrás de Piñón Fijo.
En fin, la idea no es sumar confusión al quilombo general, sino tirar un poco la cadena en esta tormenta de bosta.
Y si nadie cree la teoría de los disfraces, mejor tomar la metáfora: si no se disfrazan, entonces la impostura se cierne sobre sus discursos, sus ideas y sus prácticas.

miércoles, 10 de junio de 2009

Difusoras de boludez

A veces las mujeres se quejan, con razón, del machismo imperante en el mundo. Estudios reconocidos y serios confirman esta teoría, por ejemplo en relación a las posibilidades laborales. Está comprobado que las mujeres ganan menos dinero que los hombres y que, todavía, no tienen acceso a los puestos más importantes de las compañías pese a estar calificadas para ello.
Esta situación es permanentemente denunciada por movimientos feministas que buscan con fundamentos una reivindicación para la mujer. Sin embargo, en algunos casos comenten un error estratégico al individualizar al hombre como el único agente responsable de su situación y pierden de vista a ciertos elementos infiltrados que reducen el papel de la mujer. Estamos hablando de las boludas, pero no de las boludas comunes y corrientes, pues está claro que la boludez es una característica que no respeta razas, nacionalidades, credos y mucho menos sexo. Sabemos que la boludez está en todas partes, y desde este punto de vista las boludas no deberían ser peligrosas, salvo que estén en los medios de comunicación.
Y aquí está el quid de la cuestión. Porque estas boludas no sólo son boludas, sino que contagian de boludez a otras mujeres, generando un peligroso efecto dominó para el feminismo.
Programas de TV, páginas de Internet, suplementos gráficos, prácticamente todo sector mediático especializado en la mujer es una verdadera oda a la boludez. Les enseñan a hacer crochet, a cocinar, a lavar la ropa, a hacer elefantitos con corchos usados en la despedida de soltero de su marido, a planear su boda católica apostólica romana, a tejer mantitas para que su Golden retriever pueda dormir en paz. En fin, les enseñan a ser boludas. Y no porque las actividades mencionadas sean un canal directo a la boludez, sino porque las transmisoras de boludez pretenden resumir el mundo de la mujer a actividades de este tipo. Como si el intelecto fuese una cosa que no se encuentra en el cerebro femenino.
Sin ir más lejos, una nota de yahoo mujer publicada hoy aporta consejos a la mujer para que se “desconecte de la realidad”. La iluminada redactora explica que existen tres puntos de conexión, que impiden a la mujer resolver cuestiones como “estar más atentos a nuestros deseos, inquietudes, necesidades”, o “conocernos y respetarnos”. También alerta que la mujer debería fomentar “el contacto interpersonal”, para lo cual “un mail a la semana no alcanza”, sino que es necesario “estar presente en la vida de quienes queremos, escuchar su voz, ver sus sonrisas, prestar atención a lo que tienen para decirnos y abrirnos a lo que tengan para compartir con nosotros”. Por último, este verdadero canto a la boludez, esta perfecta semblanza de obviedades, sugiere a la mujer que revise su relación con Dios. “¿Crees que tu conexión con Dios es la mejor que puedes tener? ¿Ocupa en tu vida el lugar que debería? ¿Haces algo de lo posible para ser mejor persona y sentirte más cerca?”.
En fin, a aquellas mujeres que luchan por sus derechos, les digo: hagan una pira, bien alta y abundante, y tiren a todas las boludas que trabajan de difusoras de la boludez.
Si aceptan a un hombre entre ustedes, juro que las ayudo.