
Pero lo que aquí me trae no es una discusión filosófica sobre el poder de la biblioteca –virtual- sino más bien sus bondades. Porque gracias a ella, con sólo enviar una pequeña orden uno puede desentrañar las conspiraciones más siniestras o las estupideces más creíbles.
En 2003, cuando la exitosa invasión a Irak ya era un hecho consumado, los cráneos de Washington se desvelaban por hallar un argumento válido –pero no sincero- que les permitiese justificar el saqueo del petróleo. Y lo hallaron en la democracia. Saddam era un dictador joputa y Estados Unidos, con sus barras y sus estrellas, llevaba la democracia en pinta a esos árabes brutos. Brutísimos. George W. Bush, el presidente, había cambiado el discurso sobre los peligros de las armas de destrucción masiva iraquíes por la exportación de un modelo democrático, justo y hasta meritocrático, en palabras de Thomas Friedman. Cinco años y un millón de civiles muertos después, la oratoria democrática aún halla sustento en el ala facha norteamericana. Un ala bastante grande por cierto.
Hace unos 15 días, el gobierno prooccidental de Georgia, convencido de que el apoyo de Estados Unidos era absoluto, atacó a sus dos regiones separatistas prorrusas: Osetia del Sur y Abjasia. ¡Pobres ingenuos! La reacción de los rusos, que son más malos que el colesterol malo, fue devastadora: en cinco días de guerra destrozaron la humilde ambición imperialista de los georgianos. Y no contentos con eso, avanzaron hacia Tbilisi (¡no Tiflis!) y Gori. Casi nada.
Desde Occidente, que a los rusos les tienen un miedo bárbaro, lanzaron una ofensiva diplomática para parar la bronca, pero Moscú ya había cumplido con su cometido al azuzar los deseos independentistas de osetios y abjasios. Punto para Rusia.
Mientras tanto, el vaquero texano continuaba con su defensa de la democracia: "el mundo ha observado con gran preocupación cómo Rusia ha invadido un Estado vecino soberano y amenazado un gobierno democráticamente elegido", una acción que es "completamente inaceptable para naciones libres". En palabras del propio Jorgito, invadir Irak es una acción democrática, aunque los iraquíes jamás les pidieron semejante acción filantrópica, pero defenderse de los georgianos es un acto antidemocrático.
Una perla más en el particular diccionario de los halcones de