martes, 15 de julio de 2008

Cambalache

La Argentina se define usualmente por paradojas incomprensibles. El movimiento radical liderado por Hipólito Irigoyen, derrocado por un golpe militar en 1930, halló continuidad en el peronismo, que a su vez fue derribado por, entre otros, ¡los radicales!, pero 25 años después. Montoneros pensó que Perón se haría de izquierda. Urquiza trabajó para Buenos Aires. Y más, muchos ejemplos más que me llevarían una vida enumerar.
Contradictorio en sí misma, en su propia génesis, el conflicto reciente entre el campo y el gobierno nacional desnudó como nunca el “ser argentino”. Si no, basta con observar los actos de hoy, fundamentalmente el organizado por las cuatro entidades agrarias, y Cargill, y Monsanto, y un nuevo etcétera. No, no estoy a favor del Gobierno, pero apoyar a estos tipos… ¡vamos!
Más allá de mi opinión, el multitudinario acto realizado en la plaza de los Españoles dejó perlitas imperdibles. Por ejemplo, la presencia de Elisa Carrió, otrora dirigente de centroizquierda, vitoreando a la Sociedad Rural. O el propio Castells, líder pretenciosamente independiente del movimiento piquetero. El mismo que se puso a vender churros en Recoleta, hoy se paró al lado de las viejas paquetas que lo degradaban aquella tarde. Ni qué hablar de Chiche Duhalde, cuyo marido inventó el monstruo Kirchner, o De la Sota, ferviente seguidor de la ola K cuando era gobernador. Es decir, cuando necesitaba la plata. La lista sigue eternamente, porque lo observado en la plaza de los Españoles fue un cambalache digno del tango de Discépolo.
Sin embargo, la imagen de arriba revela a la Argentina en todo su esplendor. Creo que pocas veces se observaron figuras tan opuestas en su propia génesis como las que se ve en la foto, juntas. Porque delante de las banderitas, entre los patriotas de Barrio Norte y Miguens, líder de la Sociedad Rural, acaso la expresión máxima del oligarquismo en el país, se hallaban numerosas banderas rojas.
¿Quiénes eran?, nos preguntábamos en el diario porque el color rojo llama la atención en una movilización a favor del capitalismo más puro. “No me digas que… ¡sí!, son los del MST!” gritó alguno incrédulo. Y sí, eran del MST. El Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), que propone en su página “una nueva izquierda” llevó a sus fieles seguidores al acto a favor del campo. Estoicas, flameantes y bien rojas, las banderas del partido socialista ondeaban orgullosas entre las viejas paquetas, De la Sota, Chiche Duhalde, Castells, De Angeli y Miguens, entre otros personajes del neoliberalismo.
Entonces, ¿esa es la nueva izquierda? No gracias.
¡Después preguntan por qué uno es escéptico!

jueves, 10 de julio de 2008

Billetera mata eje del mal

La ideología, las grandes proclamaciones, los firmes propósitos, la decisión incorrupta, tiene un precio. Especialmente cuando el que la grita a los cuatro vientos se encuentra en un sitio de poder. Por ejemplo, en el gobierno de Estados Unidos.
Hoy, con Cuba reducida, Irak destruido y Corea del Norte en silencio, la Casa Blanca se debate con dos tipos de enemigos: los estratégicos, que suponen un peligro para la subsistencia norteamericana, y los de hecho, aquellos que sirven para justificar atrocidades. Entre los primeros, China y Rusia son acaso los dos principales. Ambas potencias son las principales amenazas (con India, en menor medida) para desbarrancar al imperio. Entre los segundos, Venezuela e Irán se llevan el primer premio. Uno, el asiático, en el eje del mal. El otro, el sudamericano, indicado como el virus que amenaza con infectar a toda la región.
Sin embargo, a la hora de negociar, todos los gatos son pardos.
Se sabe que Venezuela le vende petróleo a Estados Unidos, y por eso todas las amenazas proferidas por Chávez encuentran apenas una respuesta dialéctica. Ahora, si Caracas intentara dejar de exportar crudo a la potencia del norte para enviarla, no sé, a la India, te quiero ver. La cosa cambiaría, definitivamente.
Este caso es conocido, pero lo curioso surgió de Irán, el enemigo público número uno (incluso por encima del bolivariano) y miembro excluyente del eje del mal de George W. Bush. Irán es antidemocrático. Irán pretende construir armas de destrucción masiva. Irán niega el holocausto judío. Irán es gobernado por una banda de fanáticos que pretenden la desaparición de Occidente y, en consecuencia, odian el american way of life. Irán es islámico, con todo lo que esa palabra implica en la actualidad para los norteamericanos. Sin embargo, Irán es rico. Entonces, lo odiamos, intentaremos atacarlo, invadirlo, destruirlo, pero haremos negocios. No es personal, son negocios, diría el Padrino antes de meterte una 45 por el ojete.
Más allá de las citas cinéfilas, lo cierto es que las exportaciones al maléfico país persa aumentaron considerablemente desde que Bush está en la presidencia. Estados Unidos envió a Irán 546 millones de dólares en productos desde 2001 hasta el año pasado, según afirman cifras reveladas por el propio gobierno. El año pasado exportó alrededor de 146 millones de dólares en productos, en comparación con los 8.300.000 de 2001, el primer año de Bush en el cargo. Incluso ajustando el monto con el índice de inflación, la cifra aumentó más de diez veces.
Los puristas señalarán que una cosa no tiene que ver con la otra. Es decir, el comercio con Irán seguirá existiendo, pese a que Estados Unidos promueve mundialmente la imposición de sanciones comerciales a la República Islámica. “Que nadie le venda a Irán, excepto nosotros”, reza el nuevo lema estadounidense.